El pasado 24 de febrero fue aciago para la humanidad; Rusia, la imperial potencia invadió al pequeño pero laborioso vecino, Ucrania, nación rica en agricultura e industrias diversas con una población de más de cuarenta millones de habitantes.
Sus pobladores no se arredraron, desde su presidente Volodimir Zelensky, hasta sus aguerridas mujeres, salieron en defensa de la democracia; no temieron al poderío armamentistico de los rusos, sus bombas atómicas, sus letales bombarderos y su numeroso ejército. Pudo más el amor a vivir en libertad que las amenazas de ser arrasados, exterminados como pueblo.
Los ucranianos están dando un ejemplo al mundo; su democracia amenazada por el imperio ruso tiene quién la defienda. Sus principales ciudades Kyiv, la capital; Mariupol, Mirolaiv, Leopolis y otras han sufrido devastadores bombardeos; más de dos mil personas han caído bajo los escombros de sus domicilios, otros han sido asesinados en hospitales, teatros, iglesias, panaderias u otros establecimientos comerciales.
No menos de cien niños han sido pasto de las balas del invasor, Vladimir Putin, que enloquecido pretende reunificar la desarticulada URSS que, felizmente había desmantelado Mijail Gorbachov. Putin, desquiciado, dispuso para apoderarse de un país pacífico (Ucrania) que a lo largo de su historia, desde el siglo IX, ha tenido que luchar por su sobrevivencia, de todo su arsenal, para avasallar a quienes aman la democracia y no dudaron en salir a defenderla.
Putin se ha estrellado ante el heroísmo de hombres y mujeres que, abandonaron sus hogares para hacerle frente al abuso, a la voracidad de un maniático, al delirio de un dictador que se quiere erigir en un nuevo Hitler, Stalin u otro desalmado de la historia de las guerras. Pero el neo zar no contaba con la decisión valerosa de una pequeña nación amante de la paz, el trabajo y el desarrollo económico como únicas vías para hacer grande un país.
Ucrania y su gente es un meridiano testimonio de un conglomerado que desde la antigüedad, ha aspirado vivir en paz, desarrollando sus potencialidades, sin interferir en la vida de sus vecinos, respetando el principio de autodeterminación.
El mundo entero ve con pavor el poder destructivo de las guerras; de las pasiones producto de la codicia, el desenfreno y el desprecio a la condición humana.
Al final, el pueblo ucraniano se impondrá al igual que Israel, no podrá ser exterminado; su arrojo y voluntad democrática son sus mejores armas.