Valores democráticos | Adriano González León | Por Ramón Rivasaez     

 

Quizá el detonante se produjo en 1968 con el escándalo suscitado por la feroz censura que sufrió el poeta Heberto Padilla, cuyo libro Fuera de juego, resultó ser objeto de severas críticas del régimen cubano, lo que desató protestas de escritores y artistas alrededor del mundo.

Adriano González León acababa de ser galardonado en Barcelona, España, con el premio de narrativa de la editorial Seix Barral, por su primera novela País portátil, mediante un jurado que integró, entre otros, Mario Vargas Llosa. El venezolano nacido en Valera, estado Trujillo el 14 de noviembre de 1931 y fallecido el 12 de enero de 2008 en Caracas, reaccionó en la oportunidad para condenar la arbitrariedad cometida contra la libertad de expresión del artista cubano.

El escritor que había militado en el pasado en los movimientos de izquierda, cuyo rol opositor databa de la resistencia a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y posteriormente a los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, a través de su adhesión a los grupos literarios de Sardio y Techo de la ballena, de clara tendencia contestataria, lo ocurrido con el asunto Padilla, hizo reflexionar al autor de Asfalto infierno; entonces se produjo la ruptura con el régimen de La Habana; la luna de miel de los intelectuales con Fidel Castro  había acabado abruptamente.

Desde entonces, Adriano González León abrazó la lucha por la democracia; se aproximó al MAS e incluso aceptó ir en sus planchas a la cámara de diputados en las elecciones de 1973 que ganó el presidente Pérez.

Postulado por el estado Trujillo no obtuvo el respaldo necesario,  pese a que el escritor intervino con pasión y encendidos discursos; se recuerda el mitin de la plaza Sucre o plaza El Llano de Valera, donde fue acompañado por Carlos Contramaestre y Pepe Barroeta, entre otros; arrancó nutridos aplausos de los concurrentes que no eran pocos.

El artista era la vedette de la campaña electoral, pero fue más que todo emocional; el partido que le apoyó no era congruente con la realidad trujillana. Luego el escritor siguió su labor creativa, y se vinculó a los movimientos en respaldo a la democracia.

Al arribo del régimen actual, el autor se distanció aún más del poder; mantuvo una conducta crítica a favor del Ateneo de Caracas y del Ateneo de Valera, ambas instituciones avasalladas por la fuerza de la barbarie, la arbitrariedad y de la brutal arrogancia de quienes detentan el poder circunstancial.

Adriano González León, en sus últimas visitas a Valera, se reunía con la gente del Ateneo, para ofrecer su apoyo moral a una institución que pertenece a una ciudad, a una comunidad y no a una organización política. Su adhesión a la causa del Ateneo de Valera, demostró su apego y su ardoroso amor a la cultura democrática por la que muchos en Venezuela luchan a diario,  con sincera devoción, con fervor por la libertad, por el triunfo del amor y la poesía sin límites. El arte no tiene fronteras, ni colores y mucho menos ideologías. Adriano fue un demócrata a pie juntillas, de eso no hay la menor duda.

 

 

 

 

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