Progresa significativamente la dificultad para surtir de comida las neveras de los hogares de las zonas populares valeranas, un sueldo mínimo apenas alcanza para un kilogramo de harina y uno de queso.
El objetivo con el que fueron creados los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) no ha sido cumplido en cabalidad, sin embargo, la gente pone las esperanzas de alimentarse en la afamada caja de cartón.
“Es difícil no tener cómo comprar comida para darle a mi familia, yo trabajo pero lo que gano no me alcanza y muchas veces me toca esperar a que llegue la caja para poder comer”, precisó Antonia Rivera, habitante de La Cabaña, quien se desempeña como obrera en una universidad privada.
Luego de un recorrido en las zonas aledañas al centro de Valera, la totalidad de consultados afirmaron que no existe un cronograma preciso para la entrega del combo y han pasado hasta tres meses sin que les suministren.
A pesar de las fallas que se han evidenciado en el suministro del servicio, Jorge Ocanto, educador jubilado y residente de la calle 16 de las Siete Colinas señala, “no me queda de otra que esperar la llegada de la caja, poquito o mucho tengo que rendirla comiendo dos veces al día y cuando se acaban los productos me toca yuca con picante”, enfatizó.
La eficiencia y eficacia que alardean las personas a cargo del programa implementado por el primer ejecutivo nacional es cuestionable. Freddy Bernal, jefe de control nacional de los Clap afirma garantizar a todos los venezolanos que “llueva, truene o relampaguee tendrán su Clap” y hasta la fecha hay comunidades que nunca se han beneficiado del subsidio alimenticio.