Trujillo y Valera, particularmente parecieran destinadas por la providencia como “tierra prometida” y lo decimos porque a comienzos de 1973 llegó a la ciudad de las 7 colinas, otro padre salesiano, que luego haría un largo recorrido por la iglesia hasta llegar a ser tesorero del Estado Vaticano, nos referimos al Cardenal Rosalio Castillo Lara, quien en ese entonces fue elegido Obispo de Pre causa el 26 de marzo de 1973 y Obispo Coadjutor, con derecho a sucesión, de la Diócesis de Trujillo, cuando estaba monseñor José León Rojas Chaparro. Se vino como encargado de la Pastoral Juvenil; recuerdo haber coincidido con él en diversas reuniones en la Iglesia de El Milagro. Luego fue llamado a Roma y allí se quedó como colaborador inmediato del Papa Pablo VI y posteriormente de San Juan Pablo II.
Pero nuestra ciudad, también ha sido tierra prometida para destacadas personalidades que se labraron su nombre entre los valeranos gracias, al sudor, tesón y trabajo y lo más importantes dignos emprendedores que dejaron huella en nuestra ciudad dinámica y progresista.
Asterio Bravo fue un zuliano que se radicó en Valera y se dedicó a su negocio, Industria “El Páramo”, donde se encargaba de la distribución de granos, pasta, café, fororo y otros productos. Luego estaba la familia Alemán, propietarios de la industria “El Taladro”, que estaba ubicada en la entrada de Morón.
Otro zuliano que dejó profunda huella en la ciudad fue Pradelio Bracho Padrón, quien por los años 1940, se instaló en la avenida 8 con un comercio que se dedicaba a la venta de muebles, cocinas de kerosén, además de ser el distribuidor exclusivo de las motobombas Arcon, de gran éxito comercial en la zona baja del estado, donde casi todos los productores agropecuarios tenían una.
Todos estos personajes le dieron un impulso al desarrollo de la ciudad, porque invirtieron el capital ganado en Valera. También recordamos a Ramón Pineda, comerciante de víveres y frutas, Francisco Aguilar, Alfonso Viloria, “Chuy” Jesús Linares, hermano de Blas Linares, Sixto Pineda, quien fue el comerciante más próspero, haciendo edificios y alrededor de 60 quintas en la ciudad.
Los botiquines o bebederos de la época, donde los valeranos disfrutaban sus ratos de ocio, destacamos a “La Colmena” de Ramiro Uzcátegui, “Mi Respiro” en la avenida 10, de Antonio Viloria, y uno que también servía para la tertulia y la conspiración contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, el Bar “Sol y Sombra” de los hermanos Ernesto, Nacho y Roberto León Chuecos, ubicado en la esquina de la plaza Bolívar.
Allí los citadinos disfrutaban de dos marcas de cervezas burbujeantes de ese momento, “la Zulia” y la “Regional”, además de las mesas de billar, allí los valeranos contrarios al gobierno de Pérez Jiménez, aprovechaban para difundir y transmitir los mensajes de la resistencia, aunque en algunas ocasiones el sitio era vigilado por los esbirros de la Seguridad Nacional, que tenían una lista de nombre importantes de la resistencia trujillana en las figuraban personajes como Faustino Ojeda, Manuel Isidro Molina, Antonio Espinoza Lares, José Valecillos, Manuel Andara, Enrique Dubuc, Carlos Pineda (padre de Nelson Pineda), Olivar, Pedro Espinoza, José Ignacio León, José Jesús Cooz, Pedro Malavé Cols, Manuel Parra, Roberto León.
Eran los tiempos de ”lupanares” como las casas de la calle “Vargas”, “La Conga”, “El Dandy”, “Arco Iris”, ”El Kon tiki” “La Piscina”, “La Casa de Flor”, “Siboney”, “Acapulco”, todo un histórico en la vida nocturna valerana.