Por: Alexi Berríos Berríos
(…) descubrió allí en seguida que la vida activa, bien organizada, era un poema mucho más elevado que todos los compuestos por los poetas en sus escritorios, y esto era ya otra cosa.
Robert Musil. El hombre sin Atributos
A partir de los griegos la ciudad es un ideal de vida y posee su propio carácter social enlazado con el amor a la belleza representada en los espacios públicos, semipúblicos y privados, dando cuenta de la palabra decencia como regla básica para vivir en comunidad. Ateniéndose a eso, la fisiografía comenzó a ser tratada con la sensatez necesaria para alcanzar civilización y, al hablar o escribir en la hora actual sobre cualquier lugar del mundo, se vuelve imperativo recordar lo antes dicho. Sería tonto e inútil hacer la vista gorda frente a la anarquía física y cultural que vivimos a diario en la ciudad de Valera, escondiendo nuestros desaciertos de urbanidad en un momento cuando la torre del conocimiento nos invita a escalar sin tregua para alcanzar la palabra urbanidad. No atender el sentido histórico de la ciudad en el tiempo, significa quedarnos pasmados en el eterno dolor terrenal, oscurecer el término esperanza y apuñalar el destino juvenil. Tal es el desafío que tenemos los valeranos en fusión con el gobierno local para intentar conseguir el bienestar común.
Es asombroso cómo el ornato de la ciudad de Valera fue decayendo y la localidad deteniéndose en el tiempo. Cabría comparar con esto el argumento de la película denominada Cinema Paradiso y comprender la quietud de nuestro lugar sazonada con la pérdida de íconos culturales identitarios. En fuerte contraste con la cortesía, la juventud valerana se sumerge en la rusticidad desde su manera de hablar hasta en el modo de comportarse. Mientras el cambio signa al mundo, los valeranos deambulamos por calles desoladas, maltratadas, avenidas sin semáforos, motorizados sin control y gentes de miradas contrariadas decididas a no contestar los buenos días, entre otras hierbas aromáticas.
¿Qué hacer, entonces, ante tal situación?
Sólo entendiendo en rigor la palabra unión en medio de una pluralidad de voces capaces de proponer y ejecutar proyectos, planes, acciones… con miras a beneficiar a la ciudad de Valera, podremos conseguir superar las dificultades que estamos atravesando al fondo de un dinamitero social que clama a gritos por un baño de alta cultura. Y, para calmar esa lamentación, es menester reactivar instituciones como el Ateneo de Valera, al saberse con suficiencia la buena labor que cumplió décadas atrás en manos de la licenciada Marlene Briceño. Hay que tomar en cuenta también al Foro Bolivariano, al Teatro Ana Enriqueta Terán, al TNJ, universidades, tecnológicos, escuelas, liceos, Colegio de Ingenieros… como espacios idóneos para pensar, discutir, proponer y ejecutar razonamientos en provecho de Valera. Esto significa, ante todo, comprender el sentido comunitario con honradez y el vocablo ciudadanía.
La razón es clara: Valera necesita de un estudio hermenéutico total para comprenderla en dimensión acertada. Puesta la vista en su casco urbano, nos viene a la cabeza el reordenamiento e impulso de la actividad comercial y empresarial como grado superior a la buhonería causada por la inocultable inestabilidad económica. Precisar esto es indispensable para mejorar la ocupación de las gentes promoviendo bienestar social, y, por intermedio de la movilidad comercial, aprovechar las capacidades de los valeranos para superar el desacomodo señalado. El caso, como puede verse, tiene solución y se apoya en un diálogo sincero con el fin de enfrentar el desafío en adherencia política-civil, sin perder de vista la sustancia de las parroquias La Puerta y Mendoza del Valle del Momboy. En ellas cobran vida para la microhistoria nombres y sitios correspondientes a héroes militares, religiosos, culturales… que dieron y darán lustre a Trujillo y Venezuela. Justo, por estos días, la belleza geopoética abunda en la cosmografía mendocina y las miradas la contemplan desde lo alto de la noble montaña. Sobra decir que la misma ayudaría en buen grado a la forja del sentimiento andino en los niños y adolescentes de Valera, si de verdad tomáramos en cuenta esos dos eslabones de un municipio invertebrado. Pero hay más: en Mendoza Fría y La Puerta está presente nuestra herencia arquitectónica colonial unida a la pulcritud de sus calles, plazas y a un silencio de mediodía acompañado por el olor a chimó y las vetustas imágenes de los trapiches. Se trata, entre otros ingredientes, de dos lugares fundamentales para la armonía y el desarrollo de Valera como resultado de su belleza, su potencialidad agrícola y comercial. Para decir lo menos, tenemos que entender la interdependencia municipal inmiscuidos en las estrategias regionales y nacionales dado el quiebre de la actividad petrolera y mirando atentamente las circunstancias actuales.
En el fondo, esto se reduce a una toma de conciencia acerca del espacio donde habitamos, sirviéndonos de nuestro talento humano y recursos materiales con el propósito de mejorar el nivel de vida, respaldados por una dirección política y una sociedad civil capaces para idear planes relativos al buen funcionamiento de los servicios públicos. Giro en redondo y retomo unas palabras de Arturo Uslar Pietri, para decir:
La civilización, como su nombre mismo lo dice, es una consecuencia de la aparición de las ciudades. Las grandes civilizaciones, como la de Occidente, cuajaron, se formaron y se expresaron en ciudades.
Habría que recordar el inmenso proceso creador de formas de progreso político que representó la griega, en la que los habitantes de una pequeña urbe, como fue la Atenas de la Antigüedad, por una serie de circunstancias muy específicas crearon el concepto, las instituciones y hasta el modelo de la vida política civilizada.
La inmensa experiencia de organización y de progreso que, para el mundo occidental, representó la dominación romana, tuvo su asiento, su patrón y su modelo en la ciudad de Roma y en lo que fueron capaces de concebir como estructura política y social sus habitantes. Más tarde, el papel de algunas ciudades fue fundamental en el proceso de formación de Occidente (1)
Pues bien, hechas las sumas y las restas, insisto en que el mejor reto para nosotros es impulsar un plan de acción para Valera de manera conjunta y con solidez mental, aspirando aorientar la carroza por el sendero de la comprensión como la mejor alternativa para conseguir el éxito y sacudirnos las costras del atraso histórico. Tan pronto como entendamos que Valera no es ingenua y ya va pidiendo cuentas a sus habitantes para resurgir favorecida por los 17 objetivos sustentables acordados por las Naciones Unidas en el año 2015, podremos abandonar la apatía y atacar la pobreza, el hambre, la insalubridad, el caos ecológico, la escasez de agua potable, el deterioro de los servicios públicos, la disminución económica, la carencia docente y la flaqueza del juego producción-consumo. Propiamente, esto quiere decir que los valeranos debemos y tenemos que organizar con premura una planificación elaborada por representantes del poder municipal en fusión con personas claves de la sociedad civil e institucional para pronto mejorar desde el trazado geométrico o damero inventado por aquel arquitecto-filósofo griego llamado Hipodamos de Mileto, hasta sus vértebras de sino andino. Dado que, por lo visto, la ciudad de Mercedes Díaz, segundo a segundo, se disminuye espiritualmente si tomamos en cuenta la definición de Immanuel Kant en su obra titulada “Crítica del Juicio”: “Espíritu, en significación estética, se dice del principio vivificante en el alma; pero aquello por medio de lo cual ese principio vivifica el alma, la materia que aplica a ello, es lo que pone las facultades del espíritu con la finalidad en movimiento, es decir, en un juego tal que se conserva a sí mismo y fortalece las facultades para él”. (2).
Entendiéndolo de este modo, la belleza de Valera es necesario recuperarla en justo sentido a fin de reavivar su alma en los puntos céntricos de la municipalidad, buscando el gozo humano-geográfico en el ritmo social, y, no en menor grado, el confort ciudadano atormentado a diario por la contaminación del ruido conjugado con la densidad de humo ocasionada por el estropeado transporte público que a duras penas traslada a nuestros coterráneos. El juicio, entonces, se vuelve indispensable para que la esencia urbana se adhiera a la palabra crisis, lo que es, más o menos, parecido al vocablo angustia humana echando en falta la posibilidad de vivir dignamente. Se habla, y con bastante verdad, de una Valera desfigurada y en retroceso en tiempos cibernéticos, lo que puede que no guste a la gerencia municipal, pero, por favor, los valeranos no podemos seguir viviendo bajo la máscara de la apariencia. De ahí que, dentro de lo posible, intentemos llamar la atención y soltar ideas con el propósito de sumar a la alianza pro municipio que años antes comenzó a dar sus primeros pasos, reiterando, por consiguiente, la consideración que engloba Mendoza Fría y La Puerta como zonas geoestratégicas para la seguridad agroalimentaria, al igual que desde el punto de vista turístico, ecológico y mítico-religioso. Recuérdese el “Zanjón del Diablo”, sitio donde relinchó la mula del “Santo Padre Rosario” al manifestársele la figura del Diablo, y, a partir de ahí, la habituación del levita a una vida penitente que quedó para la historia cultural de la región. Y que, en mi opinión, vale tanto para el crecimiento ciudadano al saber que los mitos y leyendas poseen un vasto significado para la fundación y definición de los lugares. Acudamos a Carlos García Gual, para apuntar:
Mito es un relato tradicional que refiere la actuación memorable y ejemplar de unos personajes extraordinarios en un tiempo prestigioso y lejano.
El mito es un relato, una narración, que puede contener elementos simbólicos, pero que, frente a los símbolos o a las imágenes de carácter puntual, se caracteriza por presentar una “historia”. Este relato viene de tiempos atrás y es conocido de muchos, y aceptado y transmitido de generación en generación. Es lo contrario de los relatos inventados o de las ficciones momentáneas. Los mitos son “historias de la tribu” y viven “en el país de la memoria” comunitaria. La tradición mítica es un fenómeno social que puede presentar variaciones culturales notables, pero que existe siempre. (3)
No hay duda, en el mito descansa la sabiduría primera y el camino para acercarnos al misterio. Por tanto, la zona fría y montañosa de Valera, guarda mucha materia a la hora de planificar el arreglo de un lugar que reclama con esperanzas y ojos abiertos, la colaboración de todos nosotros para ingresar con sustento al arrollador siglo del conocimiento. En esta lógica, es fácil comprender la relevancia que tiene promover el crecimiento cultural de nuestra ciudadanía, ofreciendo calidad educativa y servicios bibliotecarios de primer orden al saberse, por excelencia, que en los libros reside el tesoro indispensable para la dignificación humana. Un lugar sin bibliotecas se asemeja a un barco sin timón, y un ser humano sin lectura pinta exactamente en un ejemplar de rebaño que corre sin rumbo y sin identidad yoica. De ahí, que valga pensaren el libro como alimento espiritual y complementario para salir de las sombras. Insisto, como ustedes ven, en el cultivo de la ciudadanía valerana y en la proliferación de ese amigo llamado libro que, al ser abierto, transforma la existencia con mágicos y profundos pensamientos, cosa que inspiró a Federico García Lorca cuando dio el discurso de inauguración de la primera biblioteca de su pueblo, titulándolo “Medio Pan y un Libro”.Valoró el poeta, similar a nosotros, la fecundidad cultural como bandera para viajar en los puestos delanteros de la noria de la historia. Dicho con otras palabras, el libro da tono y riqueza a la vida en unión a toda la actividad artística que en Valera puede volver a reactivarse en las entrañas de la música como lenguaje universal. Esto, montado como proyecto, nos puede reimpulsar como ciudad cultural con el mismo o superior prestigio que tuvimos en décadas anteriores a resultas de un trabajo gerencial, colectivo y transparente en beneficio del espíritu municipal, después de habernos convencido que no solo de pan se alimenta el hombre, y sin perder de vista el difícil diarismo que estamos atravesando.
Fuentes:
- Uslar Pietri, Arturo. Pizarrón. El Nacional. Caracas: 2006, p. 437.
- Kant, Immanuel. Crítica del Juicio. Espasa Calpe, S. A. Madrid: 2007,
- 257.
- García Gual, Carlos. La Mitología. Interpretaciones del pensamiento
mítico. Montesinos. España: 1997, p. 12.
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