Por Judith Valderrama
Unos héroes usan capa, otros llevan antifaz, los hay que conducen jets y otros que vuelan por el cielo con solo estiraer sus brazos, pero existen unos que sin trajes, sin capa y sin volar por las alturas llegan más lejos. Se destacan por amar, servir y formar. Tienen súper poderes como los que desarrolló Ramón Valderrama hace más de 12 años, cuando a sus brazos llegó su único y primogénito, Ramón Fernando.
El héroes es papá, dice su hijo, a pesar de que ya se despide de la infancia y está llegando a la adolescencia, pero le siguen brillando los ojos cuando está con su padre o es invitado por él a cualquier actividad en el escaso tiempo que le resta de los compromisos laborales, que lo consumen con faenas de hasta 15 y 16 horas al día, en muchas ocasiones.
Es que la historia de los dos ramones tiene su toque de amor, de riesgo y compromiso. Ambos migraron a México sin la mamá -el niño- y sin su esposa -el padre-, hace más de cuatro años.
La premura por mejores condiciones para el desarrollo del niño Ramón Fernando, hizo que su padre tomara la determinación de sacarlo de su Venezuela natal, refiere que la situación se hacia complicada y quería una mejor formación académica para el niño.
“No fue fácil salir, y menos con Fernando que solo tenía 8 años de edad. Dejar a su mamá y su hermana era penoso, pero decidimos adelantarnos porque temiamos no poder salir y se agudizara más la escasez y decadencia de entonces, en el país. Así que partimos con la esperanza de que mi esposa e hija, pudieran sumarse cuando tuvieramos un trabajo y un ahorro para hacerlas llegar”.
Los dos solos
El tiempo que pasó desde esa despedida ha sido el más duro que Ramón y su hijo vivieron en los últimos tiempos, se dilató seis meses la llegada de las dos integrantes de la familia que faltaban.
“El niño solo conmigo y viviendo apretados en una habitación de una tía mía comenzó una nueva vida. Aún estaba pequeño y requería del cuidado de su madre, lo que se notaba en su desgano a estudiar, a bañarse, a todo. Entró en una especie de depresión, hasta que por fin el 31 de diciembre, casi a la media noche del 2018, nos volvimos encontrar en el aeropuerto”.
Ramón como un héroe sin capa tomó en brazos a su niño y voló lejos. Ese periodo -dice- fue duro, pero él no desmayó, sacó a su hijo de un país que consideraba escaso de oportunidades. Enfrentó un mundo desconocido junto al pequeño y contra muchas dificultades supo esperar, luchar y seguir.
“Yo me iba a trabajar y me lo llevaba, el niño a veces se dormía debajo de una mesa del restaurante de hamburguesas venezolanas donde trabajaba. Pero siempre procuré, en ese tiempo, tenerlo a mi lado, porque sabía que al no estar su madre era más importante que nunca mi compañía”.
“Vamos saliendo adelante, a pesar del duro reto que significó migrar los dos solos. Y sí lo volvería hacer por dar un mejor futuro a mi hijo, aunque siga extrañando a Venezuela en cada momento”, relata emocionado el papá héroe, quien sin capa voló con su niño sin detenerse a medir distancias.
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