El escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), en un cuento muy breve titulado: ‘Borges y Yo’, publicado en su serie de cuentos titulada: ‘El Hacedor’ (1960), refiere un desdoblamiento del ‘yo’.
Veamos el fragmento inicial del cuento: “Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta de un cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico…”.
El cuento finaliza: “No sé cuál de los dos escribe esta página”.
En su cuento Borges no hace ninguna referencia a las filosofías orientales como por ejemplo el Budismo ZEN. No obstante, estas filosofías insisten en que el aferramiento al ego es la causa de sufrimiento en la vida: la vanidad, el deseo de figuración social, el anhelo de reconocimiento, etc.
Por lo general estamos inmersos en los avatares y los torbellinos de la vida cotidiana, y por decirlo de alguna manera: “El ego continuamente nos pone trampas”. Entonces, las filosofías orientales como el ZEN plantean la importancia de mantener una prudente distancia respecto al propio ‘yo’, la importancia de ser capaces de convertirnos en ‘espectadores del propio yo’.
Al convertirnos en espectadores de nosotros mismos estamos en capacidad de juzgar las cosas que nos sucedan de una manera más imparcial, más despojada de subjetividad o ‘yoísmo’. En efecto, por lo general tendemos a juzgar las cosas que nos suceden de una manera muy cargada de yoísmo y eso obviamente distorsiona cualquier análisis que hagamos. Según el ZEN, cuando las personas logran esa capacidad de desdoblamiento del ‘yo’ y logran verse a sí mismas como si vieran a una persona distinta, entonces pueden autoanalizarse con más serenidad y acierto.
Es muy frecuente que las personas hagan juicios y análisis muy acertados sobre las causas de lo que les sucede a los demás…¡Pero qué difícil es que las personas se autoanalicen continuamente con la misma objetividad y acierto!
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