Moscú, 24 feb (EFE).- Iba a ser una operación de tres días y ya cumple un año: la pretendida campaña militar relámpago del Ejército ruso en Ucrania ha cambiado radicalmente también la vida de los rusos, que aprenden a vivir entre el rechazo categórico y el apoyo vehemente a la contienda militar en el vecino país.
«Desde febrero del año pasado me siento mal, fuera de lugar, pero ya no puedo seguir así, tengo que aceptar la realidad, que es como es», comenta a EFE María, una joven traductora inconforme con el giro que dio Rusia tras el discurso del presidente ruso, Vladímir Putin, hace hoy un año para anunciar el inicio de la contienda bélica en Ucrania.
Un año después, los rusos todavía intentan aprender a vivir en estas circunstancias sin saber con certeza a dónde irá a parar todo, entre la férrea censura que veta cualquier crítica a las acciones del Ejercito ruso, el temor a ser movilizados y una situación económica marcada por las sanciones.
MIRAR AL FUTURO, SEA CUAL SEA
El fervor propagandístico de los primeros días, en los que pululaban las «Z» y las «V» alegóricas a la campaña militar rusa en vallas, fachadas, automóviles y camiones, se ha aminorado. Y los rusos tratan de mirar al futuro, sea cual sea.
«Me considero patriota, amo este país, y por eso, aunque parezca una contradicción, quiero que Ucrania gane esta guerra, que pierda Rusia, para ver si nos libramos del loco de Putin de una vez por todas», asegura a EFE Alexandr, un escultor de 72 años que se opone fervientemente a la política de Moscú.
Está convencido de que las advertencias de políticos rusos, que denuncian la implicación de Occidente en el conflicto, de las intenciones de Estados Unidos y la Unión Europea de debilitar y desmembrar a Rusia no son otra cosa que «propaganda del Kremlin».
Aunque las autoridades rusas han pasado por alto este viernes el aniversario y el presidente ruso guarda un silencio revelador ante la ausencia de logros militares significativos que mostrar al pueblo ruso, decenas de opositores salieron hoy en diversas ciudades a protestar en solitario en contra de la campaña en Ucrania.
Las fuerzas de seguridad arrestaron a manifestantes en la ciudad siberiana de Barnaúl, en Yekaterimburgo, en San Petersburgo, Jabárovs, Vladivostok, Nizhni Nóvgorod, Samara, la región de Moscú y en Irkutsk.
Durante los últimos doce meses, OVD-Info, organización especializada en el seguimiento de detenidos y declarada agente extranjero en Rusia, ha contabilizado en todo el país 19.586 detenciones en 78 regiones rusas en protestas contra la campaña militar rusa en Ucrania.
«INSPIRACIÓN» RUSA
Frente a los que protestan hay también quienes defienden la intervención bélica de Rusia en el país vecino.
Bogdán, operador de un canal de televisión ruso, cree que los rusos viven una especie de «inspiración» con todo lo que está sucediendo y que Rusia «logrará sus objetivos» en Ucrania.
«Somos así, podemos pasar años aguantando golpes y golpes, pero cuando nos levantamos, es difícil detenernos», dice a EFE, parafraseando la frase del canciller alemán Otto von Bismarck sobre los cientos de métodos para sacar al oso de la madriguera y la imposibilidad de obligarlo a volver a esconderse.
Está convencido sinceramente de la responsabilidad de Occidente en este conflicto y considera que más de la mitad de la población rusa comparte su punto de vista.
«Esto es muy duro, duele mucho, es algo que no queríamos que pasara, pero que era inevitable», añade, al señalar que más allá de su pesar por esta situación, su vida no se ha visto seriamente afectada.
UNA VIDA DISTINTA
Sin embargo, aunque los cambios marcados por la campaña ucraniana no son siempre evidentes y el estruendo de los cañones se diluye en la distancia y se camufla de rutina, la vida de los rusos no es la misma de antes.
A la sorpresa inicial de muchos, que no creían en la posibilidad de que Rusia se lanzase a esta aventura, siguió como una ducha fría la condena internacional y la mayor avalancha de sanciones jamás impuesta contra ningún otro país.
Los rusos sintieron inmediatamente las consecuencias de la caída del rublo, la desconexión de los principales bancos del sistema SWIFT y la subida de la inflación, a las que siguieron el éxodo masivo de muchas compañías extranjeras que no solo ofrecían productos y servicios, sino también empleos.
Pese a las medidas tomadas por el Banco Central de Rusia, que lograron estabilizar la moneda nacional y contener el crecimiento de la inflación, esta ascendió entre febrero y diciembre de 2022 en un 11,94 %.
Pero sobre todo, para muchos la posibilidad real de que la guerra toque a sus puertas se convirtió en una espada de Damocles: tras la movilización parcial decretada por Putin en septiembre del año pasado varios cientos de miles de rusos huyeron al extranjero.
Konstantín, un joven opositor ruso que eludió el llamado a filas escapando a Georgia, comentó a EFE que le gustaría regresar a su país, «pero solo tras la remoción o la muerte de Putin, cuando se acabe el régimen actual».
Bogdán por su parte está convencido de que muchos rusos se han sumado a la contienda como voluntarios a los 300.000 movilizados el año pasado.
Confiesa que durante la movilización se presentó como voluntario, pero le rechazaron «por problemas de salud: Se rieron de mí, me dijeron que me llamarían para la tercera movilización», es decir, nunca.EFE