Maritza Landaeta
Venezuela atraviesa la peor crisis de su historia. El país en 2018 tendrá su quinto año de caída de la producción y una contracción de 5,5% para el PIB, con un impacto muy fuerte en lo económico, político y en las condiciones de vida de los venezolanos que padecen una situación devastadora en su salud y alimentación.
La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi-2017, Universidades: Católica Andrés Bello, Simón Bolívar, Central de Venezuela y Fundación Bengoa), muestra una reducción de los hogares que pueden adquirir todos los alimentos, con excepción de hortalizas y tubérculos presentes en la lista semanal. Esta estrategia de supervivencia, sustituye el maíz y el trigo, que han presentado severa escasez, precios altos, estruendoso colapso en la distribución pública y derivación al sector informal con precios inaccesibles para la mayoría de los venezolanos.
Sólo 20% de los hogares tiene posibilidad de acceder a una dieta equilibrada y se conculca el derecho de los preescolares a tomar leche. Los productos del Clap, algunos de dudosa composición, no cumplen la norma nacional de la leche en proteínas, calcio y ácidos grasos. La consecuencia es el incremento de la desnutrición grave en los niños pobres, de la mortalidad infantil y neonatal y secuelas en el intelecto y desarrollo físico en los sobrevivientes.
En 2017 se produce un “tsunami alimentario”, producto de alta inflación, escasez, caída de importaciones, colapso en producción nacional, red de distribución pública de alimentos y en los servicios de salud, agua, electricidad, gas y desechos sólidos, programa de alimentación escolar e incremento de enfermedades infecciosas y endémicas. El 70% de hogares tiene insuficiencia de alimentos, 63% de los adultos dejan de comer para alimentar a sus hijos, 80% de las personas come menos porque no hay comida, inseguridad alimentaria de 80% y pérdida de peso de 11,4 kg. El hambre ronda la vida de ocho millones de personas.
El plato de los venezolanos está anémico, sin la alegría y colorido de las proteínas, vegetales y frutas criollas. El pabellón se recuerda con la esperanza de disfrutarlo muy pronto, tal como sucedía en 2014, cuando estaba en 96% de los hogares.
El “tsunami alimentario” se agrava en la medida que la hiperinflación no se enfrenta con decisión y competencia. Este gobierno ha producido la mayor militarización y distorsión financiera de la alimentación en el siglo XXI. Los venezolanos sobreviven con inmenso dolor y sufrimiento, las consecuencias directas de las peores políticas públicas en la historia del país, pero con la seguridad de entonar muy pronto el himno de la alegría.
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