Donald Trump dio esta mañana otra patada a las esperanzas de los dreamers (soñadores), los inmigrantes sin papeles que llegaron al país siendo menores y a los que él mismo ordenó la semana pasada retirar en seis meses la protección legal.
La noche anterior, tras una cena en la Casa Blanca, los dos líderes parlamentarios demócratas habían anunciado la consecución de un principio de acuerdo y que el presidente aceptaba dar cobertura legislativa a este colectivo de 800.000 personas. A cambio ellos estaban dispuestos a apoyar un aumento de los recursos destinados a la seguridad fronteriza, aunque sin incluir la espinosa cuestión del muro con México.
Por la mañana, sin embargo, el presidente tuiteó que no se había alcanzado trato alguno y que debía aceptarse una “seguridad fronteriza masiva” para lograr su consentimiento. “El muro […] continuará siendo construido”, remachó, dejando en el aire la idea de que los dreamers se han vuelto una moneda de cambio y que supedita cualquier pacto a la aceptación de esta obra divisoria, un anatema para los demócratas.
La cena de la confusión se había celebrado la víspera con el líder de los demócratas en el Senado, Chuck Schumer, y su homóloga en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. No era ningún secreto que buscaban un acuerdo. La semana anterior, Trump y los demócratas sorprendieron al país cuando cerraron un pacto que permitió superar el bloqueo al límite de deuda federal. Ahora parecía repetirse la situación.
“Tuvimos una reunión muy productiva en la Casa Blanca con el presidente. La discusión se centró en el DACA [el programa que da cobertura legal a los dreamers] y en consolidar de forma rápida sus protecciones en una ley y en trabajar un paquete sobre seguridad fronteriza, que excluya el muro y sea aceptable para ambas partes”, señalaron los líderes demócratas en un comunicado al salir de la cena.
The WALL, which is already under construction in the form of new renovation of old and existing fences and walls, will continue to be built.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) September 14, 2017
Does anybody really want to throw out good, educated and accomplished young people who have jobs, some serving in the military? Really!…..
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) September 14, 2017
…They have been in our country for many years through no fault of their own – brought in by parents at young age. Plus BIG border security
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) September 14, 2017
No deal was made last night on DACA. Massive border security would have to be agreed to in exchange for consent. Would be subject to vote.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) September 14, 2017
Nada dijo Trump, pese a que todos los medios recogían el principio de acuerdo. Pero luego, a las seis de la mañana disipó las esperanzas mediante una serie de tuits. Negaba que se hubiese cerrado pacto alguno. Y nuevamente, como ha hecho a menudo con los dreamers, volvía a declararles su apoyo. “Han estado en nuestro país por muchos años pese a que no cometieron ninguna falta sino que fueron traídos por sus padres a una edad temprana”, dijo en un tuit, que da pábulo a la tesis de que los dreamers son rehenes de la negociación del muro. «¿Quiere realmente alguien echar a estos buenos y educados jóvenes que tienen trabajo y están sirviendo en el ejército?», se preguntó retóricamente Trump, quien unos días antes les puso en el disparadero.
El fallido principio de acuerdo no dejaba de ser una pirueta política que, como casi todo en Trump, se nutría de la paradoja. El martes pasado, Trump tocó uno de los momentos más bajos de su mandato cuando decidió liquidar el programa que daba cobertura legal a 800.000 dreamers. Aunque dio una prórroga de seis meses para que el Congreso hallase una solución, la decisión ofreció el lado más despiadado del presidente. El mismo que lució cuando indultó al exsheriff Joe Arpaio o mantuvo la equidistancia ante los neonazis de Charlottesville y sus víctimas.
Fue una concesión a su electorado ultra, pero que le ha situado en una zona peligrosa. En contra de la expulsión estan no solo las grandes compañías y las principales figuras de su partido, como el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, o el senador John McCain. También una mayoría de votantes republicanos, como indican las encuestas, son partidarios de regularizar a estos inmigrantes.
Este amplio apoyo no es ajeno a la penetración social de este colectivo. Formado por inmigrantes que entraron en EE UU con menos de 16 años y que viven permanentemente en el país desde 2007, los dreamers deben carecer de antecedentes y han de estar estudiando o tener el bachillerato acabado. A cambio se les otorgaba un permiso provisional que les permitía trabajar y conducir, así como acceder a la seguridad social y disponer de una tarjeta de crédito.
Eliminado el programa que les otorgaba esta cobertura, el llamado DACA, se ha abierto para ellos el horizonte de la deportación. Un infierno para cientos de miles que jóvenes crecidos y educados en EEUU y que en muchas ocasiones ni siquiera conocen el idioma de su país natal.