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Trujillo, tierra de historia, cultura y paz | Por Alí Medina Machado

Sentido de Historia

por Redacción Web
28/09/2025
Reading Time: 10 mins read
Monumento Virgen de la Paz

Monumento Virgen de la Paz

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En 1953, hace 72 años, el historiador trujillano Ramón Urdaneta escribió en París, Francia, un pequeño libro intitulado “Mecanismo a dos tiempos sobre Trujillo”. Para mi conocimiento es la primera obra sobre turismo trujillano, y como indica el título tiene dos  partes, en la primera, da unos conceptos sobre turismo y sobre historia trujillana: plazas, monumentos y avenidas de la capital, la construcción de dos épocas, lo cultural, lo sanitario y asistencial, alojamientos y administración, la vida religiosa, deportes, diversiones, y varios.  Y en la segunda, hace una propuesta sobre lo que él llamó “Circuitos trujillanos”, que elaboró así. Circuito de Trujillo, Circuito de San Lázaro y Santiago, Circuito de Santa Ana y Boconó, Circuito de Chejendé, Cuicas y Carache, Circuito de El Cenizo, los Campos Petroleros, Sabana de Mendoza, Betijoque y Monte Carmelo, Valera, Jajó, La Quebrada, la Mesa de Esnujaque y Timotes, Mendoza Fría y La Puerta, Escuque. Qué libro tan maravilloso, cómo nos habló con tanta propiedad, visualización y anticipación; con una vasta prospección,  tal como  debemos hacer hoy en este sitio, en este hotel, que es el germen del turismo en Trujillo, que nació como idea diez años antes, en 1943, cuando se pensó en construir un hotel moderno, en los alrededores de la ciudad, en el sitio de Carmona, y la idea del hotel, de este hotel, nació con ese nombre “Hotel Carmona”,  que le duró diez años, cuando le fue cambiado por el de Hotel Trujillo, con el que vivió glorioso y casi murió, hasta este nuevo nombre de “Hotel Country Trujillo” con el que está ahora renaciendo, gracias a Dios. La historia, ¡Ay, la historia!, si la conociéramos, pero nos es ajena. La historia de Trujillo, de la ciudad y del estado nos es ajena a los trujillanos, no la conocemos, lamentablemente.

Esta ponencia tiene como título: “Trujillo, tierra de historia, cultura y paz”. El orden no es secuencial, si vemos los conceptos: más bien: Trujillo, tierra de historia, paz y cultura, pues la cultura engloba, es el concepto mayor, la situación o estado que contiene a los demás. Explico, la historia y la paz son conceptos de una cultura, ayudan a elaborar una cultura, que en este caso, sería la cultura trujillana.

Para conceptualizar me gusta partir de las definiciones. Las palabras casi todas o todas, tienen varias definiciones, algunas muchas, como pasa con los términos historia, cultura y paz.  Veamos: Historia: “Exposición sistemática de los acontecimientos del pasado”. En sentido amplio, se ocupa de lo relativo con las sociedades y sus múltiples representaciones. Entonces, de qué habla la historia de Trujillo, pues de los acontecimientos del pasado. La historia, como sabemos es humana, “Hombre y suelo”, de Briceño Iragorry. Nuestra historia resume lo que ha hecho el hombre trujillano sobre el suelo trujillano. Nuestra historia son nuestras sociedades y sus representaciones. Y las sociedades son también organismos humanos. ¿Y la geografía? Es el suelo, la tierra. Entonces aparece la geohistoria, un constructo o palabra compuesta. La historia es lo que el hombre hace sobre el suelo. Por eso el título de la ponencia escogido por los organizadores del evento.

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Cultura es un término que tiene varias definiciones. Tomemos una de ellas: “Cultura es el resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos”. Consecuencia de…resultado de… los hechos culturales son productos.

La palabra paz tiene también varias definiciones: tranquilidad de espíritu, individual y colectiva, pública, tratado o convenio, buenas relaciones entre personas, colectivos, pueblos, reconciliación, pacifismo, sosegamiento, apacibilidad. En nuestro caso regional, la paz es una advocación histórica, una protección, un concepto desde la religión y la política, pues la Provincia de Trujillo, históricamente es la provincia de la paz. Básicamente es así, pero podemos agregar el proceso independentista: los tratados, que vienen a ampliar las razones por las que ésta es tierra de paz. Entonces, qué debemos pedir o solicitar, de estas tres palabras tan importantes y necesarias, pues que se conviertan en proyectos y programas de vida para nuestra entidad regional. Y eso se puede hacer también desde el turismo. Eso lo pueden hacer ustedes, como especialistas, promotores, facilitadores turísticos, si vemos qué es el turismo desde su definición y desde su praxis como industria.

Y brevemente, déjenme hablar un poquito de la palabra y de un concepto de turismo. La palabra turismo es universal, prácticamente la misma en todos los idiomas. De ahí su importancia. De etimología simple. Tour: Del latín tornare “girar en torno”; del griego tornos, torno, tornar. Tour, la combinación diptongal ou, se vocaliza: en u. Tornar es un verbo de acción, por lo que turismo es un nombre de acción. Turismo es viajar. Y esta sí que es una palabra interesante. El viaje está en el hombre, en el ser humano, Nacemos y vivimos para viajar, por lo que hay dos clases o tipos de viaje: el físico y el mental; el desplazamiento físico y el desplazamiento mental. El mental es constante, cotidiano, es más fácil de hacer. Y lo más importante, es gratis. Nos estamos bañando y estamos viajando. El sueño es un viaje mental. El viaje físico es más complicado, difícil, costoso. El turismo es un viaje físico, aunque hoy está prevaleciendo entre nosotros el mental, y hasta el tecnológico, por Internet.

Hablemos un poco de historia, aunque pudiéramos hablar mucho. En este caso de historia trujillana, que es la que nos interesa particularmente. La historia de nuestro estado es muy rica. Es una mina sin explotar. Tiene filones inmensos que abarcan toda la dimensión de su geografía. Cada ciudad, municipio, pueblo, aldea, sitio y lugar está lleno de historias. Entre nosotros hay testimonios desde lo más pequeño. Y es muy importante esa historia local. En Trujillo no hay pueblos sin historia, aunque a algunos se les conoce más, como Santa Ana, Niquitao, La Puerta, Mendoza, San Lázaro, Santiago, Chejendé, Cuicas. Monte Carmelo, La Ceiba. La historia regional, y más aún la local, es un potencial subyacente en nuestras propias realidades sociales. Si algo hizo el hombre sobre el suelo en Trujillo fue historia. Las historias son las realizaciones del trabajo. El hombre trujillano ha sido un gran trabajador. El hombre trujillano, individual y colectivamente trabajó intensamente, como una siembra espectacular que permanece en el tiempo y que llama a escudriñarla, a idear sobre ella un gran contexto actualizado, para que en el hoy y el mañana esos mismos pueblos sepan que tuvieron raíces fuertes, y que, de esas fortalezas puedan sacarse otras potencialidades que devengan en nuevas realizaciones y logros sociales y culturales. Nuestra historia local y regional puede ser un gran aliado del turismo.

Trujillo es pueblo historia, y en muchos sentidos hay  posibilidades de rescatar, actualizar y enriquecer nuestro patrimonio historiográfico. Los cronistas oficiales tienen esa responsabilidad. Los facilitadores de turismo, los prestadores de servicios debieran convocar a los cronistas de los municipios para que les hablen sobre esas historias particulares.

En una ponencia intitulada “Así es Trujillo”, el geógrafo Francisco González Cruz, hizo un pormenorizado inventario de los bienes históricos y culturales del estado. Allí señala, citando a varios historiadores,  que “Trujillo es, a decir de los cronistas antiguos y recientes, una comunidad fuerte y pacífica, (Rafael Ramón Castellanos), una comunidad organizada y su nombre tiene una evocación de trabajo, de lealtad, de bien, de hermandad por encima de todo, proclives siempre a la colaboración con los demás, al fomento de ideales de solidaridad (Mario Briceño Perozo). La gente es toda bien dispuesta y de buen parecer (Fray Pedro Simón) (……) Basta saber que uno ha nacido en Trujillo, para que en la común estimación sea reputado como de afable natural, de noble trato y de una intención sana y sin malicia.”. (José de Oviedo y Baños).

Hay mucha bibliografía y hemerografía sobre historia trujillana. Manos a la obra. Los organismos de Turismo, tanto oficiales como privados, pueden ayudar en esta tarea y beneficiarse de ese conocimiento.

Con respecto a la cultura trujillana se puede decir mucho, muchísimo también. Trujillo es un estado cultural. La cultura lo define esencialmente y lo representa con creces. Somos un pueblo cultural. Entonces el lema: “Trujillo es historia y cultura”. Bien podríamos elaborar un concepto amplio de lo que es la cultura trujillana. Y para ello debemos y podemos partir de nuestra propia historia. Briceño Iragorry nos da amplias referencias y también otros de nuestros historiadores. “Sin tradición una colectividad no cuaja en pueblo”, dijo Don Mario. Pues bien, tenemos un vasto caudal de tradiciones y costumbres que provienen desde nuestros propios ancestros indígenas. Somos cuicas. Decir cuicas es decir amigos: somos amigos: Qué mejor lema que éste. La historia, esa historia cultural nos da líneas, insumos para crear valores sustantivos. La historia, la cultura, son procesos de formación de valores. Y somos nosotros los hombres y mujeres actuales, los de la generación del presente los que debemos ser esas necesarias voces que pongan a funcionar o, en todo caso, ayuden a funcionar  los signos benefactores que connota nuestra cultura total.

Hay una cultura trujillana, pero no hay un inventario de esa cultura. Está regada por el tiempo y el espacio de todas nuestras colectividades. Una colección de realizaciones desde las hechuras más diversas, en el mismo idioma. Tenemos un idioma regional muy rico en expresiones. La literatura trujillana es inmensa, escritores por cientos, miles de obras de todo género y tipo: novela, cuento, poesía, ensayo, historia, crónica, biografía, anecdotario.  Las bibliotecas públicas, institucionales y privadas. El periodismo es sustancioso, llena nuestro pasado inmediato. La música es nuestra máxima espiritualidad regional. “Somos la tierra del vals”. Este es otro lema en el que podemos apoyarnos. El arte popular, los museos, los ateneos y casas de cultura. “Trujillo: Estado Ateneo de Venezuela”. ¿Recuerdan este slogan? Podemos revitalizarlo. La cultura del campo, los bienes culturales de nuestra ruralidad. El Folclore. Hasta un diccionario del folclore trujillano tenemos. Las artes plásticas. Los conservatorios. Y lo más importante: contamos con muchos espacios para el desarrollo de una cultura totalmente productiva y de distintos logros y beneficios.

Hacer cultura, fomentar la cultura es una función que el destino asigna a los hombres y mujeres, y a las agrupaciones sociales. La cultura es una forma de “mantener viva la memoria y los valores del edificio social”. Somos seres sociales, pero aún más, somos agentes y participantes de una vida activa y productiva que, en el cuerpo social al que pertenecemos, reproduce los bienes heredados del pasado, los actualiza y redefine, y crea nuevos insumos provechosos al colectivo que es lo que con propiedad llamamos cultura, animar, cultivar, fomentar cosas, hechos, eventos para una culturización que es lo que se llama civilización. Lo civil es diseñar la ciudad, construir la ciudad desde el espíritu, desde el mundo interior que se manifiesta hasta la realidad exterior, con hechos y valores. Todo esto es hacer ciudadanía. En nuestro caso, hacer trujillanía.

Estamos delante de nuestra cultura, la tenemos. Allí está la cultura animi, el ideal, el proceso, lo espiritual que es punto de partida individual. Porque hay una definición inicial: “La cultura es una categoría del ser, no del saber ni del sentir”. Miremos nuestra historia cultural total, acuñemos, actualicemos ese total, para hacer un proyecto de nueva trujillanidad. Porque seamos sinceros; nuestra realidad social regional no es muy propicia, hemos desmejorado, hay mucho por hacer.

El tercer componente de la triada a tratar en la ponencia es el tema de la paz. Qué cosa, los tres conceptos incluidos en el trabajo son intangibles, patrimoniales, sin duda, y permanentes en todo el proceso histórico de nuestro estado. Trujillo es una historia, una cultura y es la tierra de la paz. Este último título se lo ganó de dos maneras; por designación y por sus luchas en el pasado. La paz como concepto está contenida en la palabra base de cada uno de los versos de la estrofa del Coro de nuestro himno regional: gloria, honor, valor, amor. Son signos abstractos y por tanto de más significado, de una connotación con mucho sentido, de una polisemia interesante y pedagógica.  Digo que la condición pacífica de nuestro terruño nos llegó de dos maneras y en dos momentos históricos. En 1570, cuando la ciudad fue establecida en este Valle de los Mucas: Trujillo de Nuestra Señora de la Paz. Así se llama históricamente esta ciudad, o a la inversa: Nuestra Señora de la Paz de Trujillo. Nació bajo la advocación de esa Virgen, de esa Madre celestial. Es un título. El otro momento, ocurrió en noviembre de 1820, con los tratados de armisticio  y de regularización de la guerra, discutidos, redactados y firmados en Trujillo. Allí nació la paz, la pacificación, sobre todo por el contenido del segundo tratado, trascendente y fecundo para el porvenir de los pueblos.

Podríamos agregar una tercera razón de la paz trujillana. Es de tradición y abolengo; de ancestros indígenas: la pacificidad de los padres cuicas. Los Cuicas fueron pacíficos por antonomasia, trabajadores y espirituosos. La paz en que vivían los llevaba a lograr una gran ancianidad. La tradición dice que los pobladores de estas tierras duraban larga vida, hasta la blanca ancianidad. Qué mejor paz para una herencia histórica.

Insisto en que me gusta la etimología de las palabras, ver el origen de la palabra o vocablo. Originalmente paz, (pax) es pacto, acuerdo, convivencia: sin violencia. Aprobada por las costumbres y las leyes. La paz originalmente  debe ser la consecuencia de la guerra, pero lamentablemente no lo es. En el fondo la paz es una utopía; la palabra guerra en verdad si es una realidad. Si no, miremos la actualidad. La paz es la cuarta palabra después de la guerra: batalla, fuga, victoria y paz. La paz se arbitra después, se apoya y la precede un pacto. Da pena decir que todos los sistemas educativos del mundo enseñan para la guerra, no para la paz.

Hoy entre nosotros gravitan grandes y pequeñas motivaciones para aprovechar el tema de la paz: el Monumento a la Virgen de la Paz, cuyo nombre generalizado es Monumento de la Paz, excedido, pero necesario. Y el nombre santo del Dr. José Gregorio Hernández, cuya vida total está llena de paz; paz desde su corazón generoso, y paz desde su alma sensible, disparada en espíritu sanador y salvador al mismo tiempo. Dos epicentros de grandeza para que Trujillo sea declarado y/o decretado como la Capital Mundial de la Paz, y para que el nombre de la ciudad sea también declarado Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad. Eso, indiscutiblemente, sería un gran punto de apoyo para un engrandecimiento del valor actual que necesita el estado, pues ya es valor en la historia, pero eso no basta, Trujillo necesita, requiere otros valores de los que debe proveerse para comenzar a caminar hacia un futuro próspero y viable como otros pueblos que ya tienen su futuro asegurado

Entonces trabajemos para que la paz no sea una palabra vacía y se convierta en un proyecto, en un programa de vida. Ello es posible, tenemos los insumos, vamos a redactar ese proyecto, a hacerlo factible y realizable. Sin proyectos no hay vida posible, sin programarse las sociedades no avanzan, no sobreviven. Entre nosotros ya tenemos ciudades y pueblos vencidos. Cuidado con el estado, mucho cuidado. Miremos las estadísticas fiables, miremos los índices poblacionales actuales.

Entre nosotros la paz es un capital tangible y positivo, por lo que tenemos. Hay un patrimonio religioso, cuyo centro es la paz, el humanismo, la espiritualidad, la cultura misma. Trujillo posee el potencial de la paz; más que el potencial tenemos la realidad de la paz. Propongamos entonces planes y sistemas constructivos, fundados en este valor superior;  no para lo baldío ni para los archivos, sino para la ejecución y su completa realización real. (perdonen el epíteto). Me atrevo a decir que en Trujillo el tema de la paz es una riqueza colectiva, un disfrute, un bien cultural. Eso hay que aprovecharlo, o como dice el lenguaje turístico, hay que explotarlo, para que haya un bien general, un beneficio de todos. Lo dijo en una oportunidad Ramón Urdaneta que la paz entre nosotros está en estado virginal, y no sólo por la virgen María, sino que es un sentimiento, una imagen de todos los sentidos que se ve, se oye, se toca, se degusta, se olfatea.

Que la paz no sea sólo un ideal, un sueño, una utopía, sino un ideario, una gran realidad. Que la paz nos sirva para que Trujillo, el estado todo, vuelva a tener las tres grandes características que el destino asigna a los pueblos: grandiosidad, monumentalidad y espiritualidad.

 

 

 

 

 

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