“Antes el maestro de escuela era una autoridad en la comunidad; hoy en día nos ven como cachifas”. Este argumento lo refiere Fernando Pereira, educador, orientador, escritor y fundador de la organización Cecodap, dedicada a la defensa de los derechos de niños y adolescentes.
Pereira afirma que es muy difícil que se realice una actividad con docentes, para abordar cualquier tema relacionado con el quehacer educativo, donde no se plantee como tema medular la falta de autoridad, o la desautorización de los docentes, como uno de los elementos que más dificulta el ejercicio de la profesión en la actualidad.
Para ejemplificar la situación, el orientador coloca un ejemplo, donde un estudiante le dice a su madre: “mamá, la maestra me dijo que debo llevar el uniforme más limpio”; a lo que la progenitora responde: “¿Y tú dónde te metiste? Sácate ese uniforme para lavarlo. Tienes que hacerle caso a la maestra”.
Añade Pereira que esos son los testimonios que pueden dar quienes fueron a la escuela en generaciones pasadas, donde la figura del maestro era sinónimo de autoridad: porque estaba certificado para ejercer un cargo y porque las familias así lo reconocían.
Hoy en día la escena – dice – la situación es otra: “mamá, la maestra me dijo…”, a lo que la madre hasta interrumpe: “¿Quién se cree la maestra que es para decirme eso? Será que ella tiene agua en su casa…?”.
Pereira cree que los niños y adolescentes de hoy no son los mismos que los de ayer ni serán como los del futuro. “Cada generación pensará, sentirá y actuará bajo condiciones culturales, ambientales, políticas, económicas, tecnológicas que ejercerán una influencia importante en su forma de actuar y reaccionar frente a determinadas situaciones”.
Le preocupa que haya una figura del docente que ya no tiene poder. “El que tenga un título, un nombramiento y sea una persona adulta no son suficientes elementos para tener el reconocimiento social y de las familias. Evidentemente los estudiantes captan esta situación e inevitablemente se producen tensiones como en toda relación de poder”.
¿Volver a tiempos pasados?
Surge la incógnita ante esta dramática realidad: ¿Debemos regresar a los tiempos pasados para recuperar la autoridad? Pereira es de la opinión de que la autoridad no es el “eslabón perdido” que podemos pasar la vida entera buscando. “La autoridad de otros tiempos correspondió a un modelo de sociedad. El mundo ha cambiado de manera vertiginosa en múltiples ámbitos. Las relaciones en las familias y sociedad y el reconocimiento y ejercicio de los derechos humanos implica el desarrollo de nuevos modos de entender el poder y cómo se ejerce”.
Para el educador, el reto entonces no es añorar los tiempos pasados sino la construcción de un modelo de autoridad basado en el ejemplo, saber, coherencia, congruencia, respeto, ecuanimidad.
“Ya la autoridad no debe ser ejercida de esta manera: tienes que hacerlo porque lo digo yo. Los nuevos tiempos necesitan otro tipo de abordaje, como este: ¿Qué consecuencias va a tener para ti y para el grupo si haces eso?, de esta manera sí”.
El fundador de Cecodap enfatiza que la autoridad debe constituirse en un referente por su experiencia de vida y conocimientos. “Existen muchas contradicciones con el ejercicio de la autoridad, el simple hecho de ser padre, madre – o maestro – no la garantiza, hay que ganársela para ser reconocido como tal”.
Autoridad democrática
Explica que uando una persona tiene autoridad se deduce que tiene condiciones para hacerse respetar y por su responsabilidad o compromiso, en otras palabras, está autorizada para ejercer un determinado poder. Entendiendo el poder como una forma de servir a una determinada misión, coherente con unos principios y valores.
Por lo tanto – desglosa – la forma en que un directivo, maestro o miembro de la familia ejerza la autoridad dependerá de cuál es el objetivo que quiere lograr cuando utiliza su poder. “Si el poder es un fin y no un medio para apoyar, guiar, estimular la participación, el respeto a la diversidad y toma de decisiones con participación de los demás, estamos hablando de autoritarismo. Cabe la pregunta: en nuestros centros educativos, ¿cuál es el modelo o tendencia que impera?”.
Pereira apunta que una madre, un padre un educador sin autoridad está limitado para ejercer sus funciones y para cumplir con las responsabilidades legales que le han sido encomendadas; pero refuta: “¿de qué autoridad estamos hablando? No se puede educar evadiendo la responsabilidad de orientar, educar y proteger”.
EL DATO:
Hay una figura del docente que ya no tiene poder. El que tenga un título, un nombramiento y sea una persona adulta no son suficientes elementos para tener el reconocimiento social y de las familias.
Cuando una persona tiene autoridad se deduce que tiene condiciones para hacerse respetar y por su responsabilidad o compromiso.
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La violencia escolar no solo se da entre estudiantes
- Flagelo también golpea a los maestros. Si bien no hay cifras actualizadas ni oficiales, especialistas aseguran que violencia va creciendo
Érase una vez una maestra que le pidió a uno de sus alumnos – un adolescente de doce años cursante del sexto grado – que se retirara del aula porque le estaba saboteando la clase. El muchacho, sentado de último, llevaba rato lanzando pelotas de papel y pedazos de goma de borrar a sus compañeros, les sacaba conversación a los que tenía al lado, y se reía. Ante el llamado de atención de la docente, el estudiante se levantó, se detuvo enfrente de ella, escupió en el piso, le lanzó una mirada penetrante, y le dijo: “eres una perra, claro que me voy”. Y se fue.
Este acontecimiento ocurrió hace ya varios meses. La educadora que prefiere el anonimato y ser llamada simplemente “maestra”, no supo cómo afrontar esa incómoda situación. “No supe qué hacer. Seguí mi clase. Después se lo comenté al coordinador. Pero el asunto murió allí. Antes de eso, yo no entendía lo que me decían los colegas: ‘que la cosa con los chamos cada vez estaba peor, que eran más agresivos…’. Pero yo no había vivido eso. Pero tuve que vivirlo, incluso hace más tiempo, una representante, a la salida del colegio, me manoteó y me gritó: ‘¡Con mi hija no te metas, porque vas a saber lo que es bueno! ¡A mi hija nadie le va a estar diciendo que su tarea está mal hecha!’”.
Esta es la razón por la cual esa tarde en la que el adolescente le gritó “eres una perra”, ella siguió su clase, con el objetivo de abstraerse.
Sin números
No está claro si son muchos o son pocos. Pero expertos en el área educativa tienen la certeza de que la violencia escolar va más allá del acoso entre escolares, más allá de los malos tratos que algunos docentes les dan a sus estudiantes: la agresividad de los estudiantes también golpea a los profesores.
Los maestros se sienten en minusvalía, opinan los expertos como Fernando Pereira, porque los profesores perciben que cuando ellos son los agredidos no hay respuestas por parte de las autoridades. “Sienten que de parte del Sistema de Protección del Niño no se atiende y tienen la sensación de que siempre le darán la razón al estudiante”. Pereira insiste en que eso es así porque ha habido una mala instrumentación de la Ley Orgánica de la Protección del Niño, Niña y Adolescente (Lopnna). “No se ha aplicado con la visión de Derechos y Deberes. Entonces los docentes muchas veces solucionan el problema pidiendo cambio de colegio. Porque el maestro termina sintiendo que no tiene las herramientas para enfrentar la violencia”, observa Pereira.