«¿Es Ortega un nuevo Somoza?» Pregunta el periodista Carlos Salinas del diario El País de España. «Lamentablemente en estas circunstancias es peor que Somoza» responde Vilma Núñez, una mujer de 80 años, presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), quien es superviviente de una de las masacres perpetradas por el somocismo contra estudiantes en 1959. Antes ferviente luchadora sandinista contra la dictadura de Somoza y su familia, y ahora luchadora contra la dictadura del «Frente Sandinista» al servicio de Daniel Ortega y su familia. En la misma posición de muchos que habiendo luchado contra aquella, combaten contra esta igual o peor.
Que tragedia para los que en nombre de la libertad, la revolución, la lucha contra la pobreza y la instauración de la justicia, terminan implantando dictaduras atroces para enriquecerse, empobrecen a sus pueblos, acaban con la justicia y se constituyen en una élite corrupta peor que la que derrocaron hace años. En Venezuela el paralelismo se sostiene en la retórica revolucionaria y en su devenir reaccionaria y corrupta, pues aquí en nuestro país la rebelión de los comandantes no fue contra una dictadura atroz, sino contra una democracia que funcionaba y que si es cierto que entraba en crisis, nada que ver con esta desgracia a la que hemos llegado.
Los venezolanos contribuimos mucho con la lucha sandinista y hasta los muchachos en las escuelas recogíamos dinero para enviarlo a los luchadores del país hermano. Allí se comprometieron los gobiernos democráticos de entonces. Para su reconstrucción luego de la derrota del tirano también se comprometió el pueblo y varios gobiernos. Pero con la llegada del vagabundo de Ortega la «revolución bolivariana» volcó a ese régimen cuantiosos recursos que en una vorágine de corrupción fue a para a las manos de «boliburgueses» y «sandiburgueses» con el doloroso saldo que ya conocemos y sufrimos ambos pueblos.
A Vilma Núñez, una de las luchadoras por la libertad de Nicaragua y casi sesenta años después, le toca determinar la gravedad de la tragedia que enluta a su país. Como al poeta Sergio Ramírez y como a los cientos de jóvenes que ahora mismo entregan su sangre por tener un país libre y democrático, que les dé esperanza de una vida mejor.