“Un objeto es lo que es, es decir, que es idéntico a sí mismo, bajo todos sus aspectos G. Bachelard, La filosofía del no”. P.97.
Es posible que usted lea el Tópico como una exageración de mi parte pues la palabra crisis, nos dicen siempre, es una oportunidad para salir de los problemas; mientras que catástrofe es algo asociado con evento desgraciado donde la idea de orden queda fuertemente averiada. Intento aquí pensar de otro modo y como diría mi maestro Foucault, “desde el afuera”. Observo serias dificultades estructurales para estabilizar nuestra estructura socio-cultural como para imaginar que solo si vamos a elecciones, con todas las exigencias posibles, ya tenemos dominada una crisis devenida catástrofe. Al menos ese síntoma de crisis humanitaria ya nos reenvía a algo inimaginable cuando por todos lados impera el sálvese quien pueda. Estamos hoy, y como consecuencia de múltiples factores político-culturales y educativos, en un punto crítico tal como lo describe R. Thon en su texto Estabilidad estructural y morfogénesis. Mientras no se asuma desde el liderazgo político y de las élites económicas los signos nuestros de la catástrofe poca cosa tenemos que hablar desde el pensamiento crítico y postmoderno. Cualquier perspectiva populista y socialista o sistémica, en estos momentos choca con los discursos de valores que en otras sociedades permitieron estabilizar la sociedad. Las élites no solamente tienen que superar su práctica de corromper sino de corromperse, y en esta idea entra el aparato judicial, el aparato represivo-policial, los medios de comunicación e incluso la élite religiosa. Sin referirse a esos datos la figura de pueblo, masa o multitud tampoco tiene guías trascendentes como para no practicar el elogio de la corrupción. Si nombramos ese esquema manoseado a falta de pensamiento con las palabras izquierda o derecha, Marxismo o Imperialismo, menos salida se observa cuando estamos en un siglo donde trabajo, ciencia avanzada y nuevas formas de conocimiento caben en un dispositivo electrónico hasta para cargar una biblioteca de miles de libros. Hoy, tener esos dispositivos pasó a ser signo de derecho humano. ¿Pero es que antes hay que salir de los usurpadores?, me pudiera espetar alguien. Sí, de acuerdo. Pero de eso no trato aquí en el discurso, va más lejos de ese síntoma inmediato. Aparte de ello, también en los cultores de esta pesadilla anda la catástrofe y poco importa el dinero mal habido en sus prácticas. En un sistema mundial del poder de la información es posible que nunca puedan volver a dormir tranquilos pensando en cuándo los atraparán. Signos evidentes de nuestra catástrofe, es decir más allá del punto crítico de esta crisis, son los discursos en juego y las conductas visibles donde usted no sabe cuándo lo asaltarán o cuando llegada la enfermedad no existirá ni seguro ni medicinas. Usted puede recurrir a otras palabras y decir que esos signos son transitorios, yo le agrego estos otros. La idea de un Estado-cuartel y la del gendarme necesario. Con esos dos signos tenemos los mejores obstáculos para no llegar al siglo XXII con ventajas comparativas desde una idea de democracia y ciudadanía. Saque sus conclusiones.