“No inventar, sino descubrir la existencia: tal ha sido mi único propósito” L. Feuerbach.
Mi experiencia como investigador social me permitió convivir con presuntos eruditos y charlatanes del saber en casi todas las disciplinas. He visto de todo en esa convivencia forzada por las circunstancias del trabajo, desde mercenarios y aspirantes a sabios, hasta reproductores de citas textuales y plagiadores. Estos últimos en mi opinión los más perniciosos y dañinos para la inteligencia y la crítica de estos tiempos postmodernos. No lo son sólo por sus niveles de escolarización, manejo de información, bagajes culturales o haber estudiado fuera de Venezuela. ¡No!, es por su constante actitud contra el saber del otro, su insolencia, intolerancia y abuso ante la ignorancia de sus interlocutores. Las claves de su actitud son: “cállate que yo hablo por ti,” “como no has leído a tal autor no puedes obtener la ansiada verdad, por lo tanto escucha que yo hablo” Por este camino uno los ha visto transitar repletos de sentencias adoctrinadoras como antes en la Grecia de Sócrates lo hacían los sofistas. Son más terribles cuando combinan algo aprendido en el aparato escolar con su autodidactismo. Y como lo dijo el maestro Juan Nuño; “Son los más venenosos para el saber.” Estas imágenes son para mostrar una parábola descriptiva como vacuna contra estos miserables seres de la palabra colocada una tras otra. Veamos: Un erudito, así se creía, visitó a un anciano considerado sabio. Lo hizo aspirando a ser su discípulo. Estando ante el anciano empezó a hablar de todo para causar impresión, habló de mitos, ciencia, arte, historia, literatura y otros saberes. Ante la verborrea incontrolable, el anciano invitó al visitante a tomar una taza de Té y, sorpresa, allí mismo el presunto erudito se soltó un discurso sobre esta bebida, sus peligros y virtudes, cultivo, mercadeo, tradición, aroma, color, peso, masa, temperatura, calor, entropía. Al llegar la bebida humeante a la mesa, el sabio empezó a servirla en la taza del visitante hasta intencionalmente rebozarla y caer al suelo. Fue el momento en que el presunto erudito gritó: “¿Pero qué haces, viejo loco, no ves que se está derramando el Té?” El sabio respondió: “Tú, igual que la taza de Té, estás tan lleno de tus opiniones y creencias que no te das cuenta cuando las derramas. ¿De qué te puede servir que yo intentara enseñarte algo?” Estamos en la era de la información y uno de los desafíos es cómo y cuándo distinguir en una monografía o una tesis doctoral si es producto de la investigación o un plagio para obtener un diploma. Hoy se habla de la dificultad de la ética en la era de la inteligencia artificial. Yo sigo disfrutando de los textos clásicos y mi asombro por esos intelectuales que aunque hoy son superados supieron seducir nuestros cerebros con sus trabajos. De allí que el autodidactismo lo coloco entre comillas como algo serio en las epistemologías y paradigmas cambiantes de este siglo. Por lo demás, a esos repetidores de textos y citas sin ninguna reflexión los ubico en el derrumbe de la modernidad con sus valores decadentes. Saque sus conclusiones.