<Lo moderno acaba en guerra consigo mismo, por lo que inevitablemente se convierte en posmoderno> J. F. Lyotard, en Richard Appignanesi y Chris Garralt. Posmodernismo para principiantes, 1977: 19.
Lo que sigue es una serie de signos discursivos para comprender la problemática Postmodernidad-Postmodernismo-Modernidad. Esto porque viviendo en este lado del mundo esa temática nos es de difícil asimilación por la tendencia a confundir sociedad con amontonamiento de personas. Hay así personas que compartiendo redes digitalizadas y de alta tecnología aun no distinguen globalización de modernización y confunden postmodernismo con postmodernidad. Se encuentran publicaciones universitarias afirmando que en América Latina no hay postmodernidad porque no funcionan los semáforos. Hay traductores de información en inglés que caen en esa confusión porque postmodernidad para ellos es postmodernismo. Aclarando: se habla de postmodernidad como un discurso filosófico europeo y de postmodernismo como una referencia al arte norteamericano (U.S.A.). En lo que pudieran coincidir ambas propuestas discursivas es en sus nuevas miradas a las relaciones del saber cultural. De esta manera la Etnografía Postmoderna (Ver Stephan A. Tyler y otros, Gedisa. 1991: 297) no es emancipación de pueblos ni conocimiento universal, ni discurso paritario con la ciencia. A manera de síntesis propedéutica, lo que se vino abajo, decayó o murió fueron los relatos universales con pretensión de conocimiento en Ethos (ética), Eidos (ciencia) y Pathos (política). Por eso toda la armazón cognitiva pensada desde la idea de naturaleza o de Dios para nombrar los valores que impondrían límites al humano regulándoles sus pasiones y afectos quedó averiada cuando se impuso en las relaciones humanas la vinculación saber-verdad y saber-poder. Es allí donde el discurso postmoderno afirma que la verdad no existe sino su construcción discursiva, y es desde esta idea que emerge la biopolítica, no esa vieja conseja de que el hombre es un animal político o que esa es su naturaleza. Se impone interrogarse en cómo decir, cómo escuchar, cómo ver y cómo mostrar; en tanto proyecciones de las diferencias culturales y de poblaciones y que importa para la nueva etnografía. Nueva porque un objeto que no puede ser descrito y encerrado en un discurso de poder no tiene trascendencia en lo social. El asunto es complejo, pero gráfico luego de la segunda gran guerra donde las propuestas socialistas, comunistas, fascistas, nazis y nacionalistas fracasaron con sus macrorelatos en eso de imponer una lectura de los límites de control humano (pasiones, deseos, afectos) haciendo uso de la represión, la exclusión, la tortura y la muerte. El desafío democrático de hoy intenta sobrevivir conviviendo con la biopolítica, práctica social que centra el control en discursos de derechos humanos, respeto a libertades individuales, propiedad privada y libertad de expresión. Esa es la postmodernidad de múltiples signos y base de la nueva Etnografía. Como se observa, todo el asunto del control de pasiones humanas vía deidades, soberanos, totalitarismos, cárceles, asilos, conventos, destierros, hospitales u otros devinieron inútiles. Ahora el control es vía redes tecnológicas, cámaras de seguridad, filmaciones. Esa es la biopolítica. Se impone así el lenguaje, los discursos, el diálogo, la negociación para desplazar los relatos retóricos de la representación y de propuestas trascendentes o universalizadores, caso del liberalismo o del marxismo. Incluso el discurso de la ciencia devino lenguaje de ella misma frente a la diversidad tecnológica. Tema complejo, pero interesante. Saque sus conclusiones.
@CamyZatopec