<Si uno confunde individualismo y egoísmo, yo creo que uno comete un error grave. Porque el individualismo va a la misma altura de las nuevas responsabilidades sociales> Charles Taylor. Revista Notre Dame, 1997: 20.
Con la cultura postmoderna han caído varios relatos pensados fuertes. Por ejemplo: creer que la democracia estaba repartida por todo el mundo, que basta solo con ir a votar, que se podía hablar de comunidad solo con pertenecer a un grupo de personas habitando en el mismo barrio o urbanización, o que solo con amontonar artículos jurídicos pegados con el verbo deber ya tenemos un texto constitutivo de derechos humanos. Venezuela demuestra que no. La democracia es un invento de los griegos antiguos para algunas islas del mediterráneo. Con la llegada de la modernidad democracia y libertad son promovidas por medio de luchas sociales para sustituir gobiernos autoritarios de civiles y religiosos.
En el Siglo XVII Francia e Inglaterra son los lugares de esta lucha y luego un siglo después ocurre en U.S.A. Con esa genealogía es que se construye el sistema de los derechos humanos donde libertad y democracia son el pivote de la llamada modernidad política. Sin embargo, esa libertad como expresión libre es ridiculizada en algunas culturas.
El relato derecho humano versus derecho de la persona es percibido de forma confusa en algunas sociedades y se tiende a encerrar en un mismo espacio derecho del individuo con conducta egoísta. Sobre todo en gobiernos autoritarios, dictaduras y de corte socialista tropical.
La literatura implicada es extensa y hoy tenemos las redes sociales donde usted puede confirmar, debatir o negar lo que aquí se afirma. Es válido, sin embargo, mostrar algunas representaciones determinantes que niegan esos derechos: Plena libertad de expresión, sistema electoral carente de autonomía institucional y transparente en sus decisiones.
En Venezuela tuvimos un presidente de ese organismo, profesor universitario que confundió en una alocución nacional la palabra transparencia con tramparencia, de trampa. Cierto lapsus operó en esa persona. Inexistencia de una oposición política organizada y sin presiones del Estado. Sin esos datos lo dominante es el abuso de poder, la manipulación de cifras y la instauración de una dictadura por medio del ejercicio del sufragio. Vale afirmar así que sería una elección formal donde se vota, pero no se elige.
Una constante que funciona también como barrera a la democracia y los derechos de la persona es la instauración de una ideología política compuesta por elementos civiles y de la milicia, la clave allí es que ninguna persona puede ejercer el derecho de protesta y debate de ideas teniendo enfrente a un ser con uniforme y armas como representante del aparato represivo de Estado. O lo que es lo mismo, el único a quien se le permite ejercer la violencia sin ser acusado por ello, pues son componentes del aparato gubernamental. Este es el relato de la muerte de la modernidad política que pensadores como E. Kant no visualizaron. El caso de dictaduras tropicales y residuales de lo que fue el socialismo real en Rusia demuestra este hecho. Añadiría a estas constantes la condición patológica de personas ejerciendo cargos de gobierno con taras mentales, megalomanías, rencores y odios acumulados por años y que destacan cuando hablamos de poder.
En este aspecto solo cuenta mantenerse en el poder así sea a base de crímenes y tortura a disidentes, no construir la democracia. Es allí donde nos sorprende el tener personas en quienes confiábamos o creímos serias defendiendo hoy a dictaduras criminales. Como podemos leer, el escoger y elegir son prácticas que no debemos tomar a la ligera cuando de nuestros derechos y democracia se trata. Saque sus conclusiones.
Por Camilo Perdomo
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