Tópicos| Del fingimiento | Por: Camilo Perdomo

 

<Todas las sociedades están desgarradas por contradicciones que son simultáneamente de orden material e ideal> O. Paz. Los hijos del limo. 1990:46.

 

Las sociedades de la Modernidad nos mostraron la coherencia como una de sus fortalezas cotidianas en valores del progreso, leyes y separación de poderes en el Estado, a eso se denominó proyecto político moderno. Tradiciones culturales, religión, escuelas laicas, leyes y normas eran parte de esa coherencia. A la hora actual, esa característica cambió en unos lugares y en otros fue destruida por otros proyectos donde la reproducción del poder y de privilegios es lo central. Todo el andamiaje teórico presupuesto fuerte en sus conceptos y prácticas fue camuflado por macro relatos de igualdad social:< la tierra para el que la trabaja, existe una deuda histórica por cobrar para los pobres, al rico hay que exigirle más impuestos y otras exigencia parecidas.> La palabra fingir cobra vida como práctica política con estos signos: fijar creencias en palabras simulando compromiso, generar gestos y disimulos de responsabilidad social, manejar medias verdades y noticias explotando la emoción de la gente, como si todo fuese real. Lo que no sabe el consumidor de esas prácticas discursivas es que la finalidad a buscar es un tipo de egoísmo donde el compromiso más serio es que no hay compromiso. Encontré que palabras como fin y finalidad vienen del griego y pasando por el latín significan venda, vendaje, ligadura, sujetar, frontera, límite. De allí que el fingidor cuadra el contexto para formar su grupo político que le responda a sus límites. De ello se deduce la finalidad es fingir, y si ello le genera éxito, critica el egoísmo u otras taras sociales pero en el fondo ese ser es egoísta en su práctica; pero esa acción también es teórica, según A. Schopenhauer, por cuanto su trabajo de los fenómenos los trata como fantasmas ubicados fuera de los individuos. Las redes sociales nos informan de las prácticas de fingimiento para reproducirse en el poder de líderes con un discurso socialista de progreso y bienestar: Lenin, Stalin, Hitler, Che Guevara, Los hermanitos Castro; entre otros. Su finalidad era derrumbar la modernidad simulando que vendría algo mejor. No se equivocaron en su finalidad, hoy ya no están pero el daño fue crear un gran cementerio y víctimas de la ilusión. Fingir hasta el cansancio, capturar y domesticar a víctimas de ese discurso emotivo forma parte del catecismo del fracaso socializador. Aquellas sociedades tratadas como fantasmas y cultivadores de rencor y odio son el escenario ideal de ese fingidor. Su egoísmo, por eso en el fingidor no hay personas sino sujetos leales, explica en parte el fenómeno de la corrupción. Ese sujeto emite discursos anticorrupción, pero la permite a sus becerros amaestrados. Su fingimiento es una comedia. Pensadores como B. de Spinoza, T. Hobbes, B. de Madeville y S. Freud, coincidieron en esta alcabala: <Los hombres se mueven por sus propios intereses>, es decir egoístamente. Esta visión cruel del humano nos coloca en la sospecha de lo difícil de construir una sociedad del bien común. Pero también es una invitación a limpiar el camino de aquellas prácticas fingidoras, simuladoras y corruptas. Un dato a conservar: el supuesto bien común del colectivismo. Ojo, todas las sociedades destructoras del bien fingieron en las bondades de lo colectivo. Importa aprender a convivir en nuestro individualismo con el egoísmo del colectivo. Lo colectivo es una trampa que tiene por finalidad aterrorizar al individuo, por eso en una asamblea o reunión el fingidor se refugia en ese dato de lo masivo. Recordemos que quien finge se camufla en el engaño, la mentira y simula seriedad hasta que se le pone en evidencia su práctica. Saque sus conclusiones.

 


Por Camilo Perdomo

camiloperdomot@gmail.com

@CamyZatopec

 

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