TÓPICOS | De las Contradicciones | Por: Camilo Perdomo

 

<Para neutralizar a los envidiosos, deberíamos salir a la calle con muletas. Únicamente el espectáculo de nuestra degradación humaniza algo a nuestros amigos y a nuestros enemigos> Cioran. Ese maldito yo. P.13.

 

En mi actividad intelectual siempre estoy sometido a la presión de las ideas contrarias, absurdas y hasta necias que me rodean. Algo de mi dato de vida siempre aparece diciéndome que por ese camino ya pasé. Nada es fijo y no hay verdad posible que nos aleje de esa presión, pues en algo seremos necios y absurdos como por ejemplo admitir la igualdad humana, o que siempre tiene alguien que ocuparse de nuestras deudas y responsabilidades. Nacemos en un mundo ancho y ajeno, como alguna vez dijo Ciro Alegría, o como dicen los existencialistas: arrojados al mundo. De tal manera que si bien los encantadores de serpientes repiten como loros que las constituciones políticas nos hacen iguales en derechos, tal cosa choca con una cotidianidad de <sálvese quien pueda> Lo que sí me parece serio es que nacemos dentro de un largo combate agónico, lo dice Edgar Morin, entre las fuerzas de la vida y las de la muerte. Ahora bien, aquí está el dilema: ¿Qué es el vivir? Es respirar, si sí, el virus chino y todas las pestes contra el sistema respiratorio dicen que no. ¿Es moverse, amar, odiar, caminar, excretar, sudar, llorar, comer? La literatura muestra un mundo de libros al respecto y cada palabra de esas cuenta. ¿Es intuir que tenemos alma y espíritu? El terreno es empinado y culebrero, pues hoy la tecnología de los embriones y robots en ciudades postmodernas muestran un terrorismo donde nada ni nadie se salva de morir porque alguien colocó una bomba explosiva a fin de justificar su lucha contra los que, piensa, le quitaron algo que por herencia histórica le tocaba. ¿Es tener una alta consciencia social? Resulta que los neurobiólogos no encuentran el lugar del cerebro donde se pensaba estaba esa regulación de las buenas intenciones. En fin, cuando era inocente esas contradicciones no me invadieron, todo fue simple: la izquierda era mi guía y el imperialismo mi enemigo, Marx produjo lecturas guías y yo pensaba que a la vuelta de la esquina estaba la felicidad sin lucha de clases. ¡Oh!, no era envidioso, era bueno, sociable, no competía con nadie. Pero, y qué pero, un día decidí competir en un maratón de 42 Kim y mi inocencia desapareció, el asunto no era de lucha de clases, sino de entrenamiento fuerte, de exigirme disciplina y coraje. Allí el político no me decía nada, ni el filósofo, ni el psicólogo. Sí lo encontré en la literatura con Haruki Murakami, el japonés y su libro De que hablo cuando hablo de correr, les sugiero leerlo. El transeúnte tampoco me decía nada, pues no podía correr por mí, solo auparme, si lo deseaba claro. Ya la idea de sociedad de Hitler, Mussolini, Stalin o, el Che, o Fidel, por sus influencias internacionales, no me decía tampoco nada. Toda idea de revolución fue póstuma e innecesaria, solo la tecnológica me dice aun algo, como indiqué con el tema de los embriones. Como leemos, la contradicción me nutre y estimula para mi libertad, no sigo manuales, ni a personas, ni proyectos; solo a compañeros de ruta, como dice Zaratustra, es decir los que aman las águilas y las alturas. Por supuesto, la escasez, las colas, la cuarentena virulenta, la falta de medicinas, el ruido y el bachaqueo miserable no hacen sino aumentar las contradicciones y me motivan para salir a pescar con los no inocentes. Intuyo no abundan por estos lados, pero seguro los hay. Saque sus conclusiones.

 


Por: Camilo Perdomo

camiloperdomot@gmail.com

@CamyZatopec

 

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