<Los medios de que dispone el poder con el fin de provocar la conformidad son múltiples. Conllevan la ley, entendida en su acepción más extensa (conjunto de normas, reglas, prohibiciones y códigos), así como los dispositivos que reprimen la desviación> G. Balandier. El derecho y el revés, en Modernidad y poder, 1988:108.
A continuación usted leerá señales discursivas que no le son extrañas en su cotidianidad. Veamos: “Hijo: Hazte nombrar y valoriza el puesto. Que nada pase con tu firma sin tu coima, que el mundo es de los vivos y el cielo de los pendejos. No des sin que te den y si no te dan que esperen, que la prisa es de ellos: ellos tienen la siderúrgica prendida y no pueden esperar; tú sí, tú tienes sueldo. ¿Industrias? ¿Cultivos? ¿Trabajo para los desempleados? Que lo abran ellos, que cultiven ellos, que les den trabajo ellos que son explotadores: tú no, tú eres santo. Y ten presente que funcionario que deja puesto ya no es: fue. Por eso les dicen “ex ministro”, ex presidente”, con x lastimera. En esa x radica la diferencia entre el ser y el no ser. Así que no sueltes puesto sin tener otro mejor preparado. A tus inferiores humíllalos, a tus superiores cepíllalos…”
Estos sabios consejos con los que se prepara al político postmoderno, sobre todo en Venezuela, aparecen en la novela El desbarrancadero, de Fernando vallejo, ganadora del premio literario en honor de Rómulo Gallegos. Concurso literario que fue abandonado por el régimen. En ese trabajo se Ilustra con más signos a una cierta antropología postmoderna latinoamericana fácil de distinguir en los sujetos políticos y del funcionariado público. Los consejos se dan en reuniones familiares, de élites y grupos de presión, en mafias y grupos de estudio universitarios. De hecho, la mayoría de esos sujetos, hoy en puestos de poder, aprendieron en la concepción de autonomía universitaria y su cogobierno. No es por azar que de cada 5 de esos sujetos hoy cuestionados por corrupción tienen estudios superiores, otros son de partidos políticos donde izquierda y derecha se fusionan en un mismo objetivo: saquear el erario público y de empresas privadas. Otro escenario postmoderno es el mecanismo del voto (en cualquier institución) como intercambio de poder: te doy mi voto y luego me recuerdas y me pones donde hay, yo luego me las arreglo.
Esos aspectos no se debaten, no se tocan libremente, se sabe sí cómo se escogen los candidatos, qué perfil deben de tener, cómo es su régimen de lealtad y si en su familia, en sus datos de vida, en la universidad, grupo religioso, academia militar-policial o liceo hay rastros como para ser seleccionado. La maquinaria postmoderna raras veces se equivoca, cuentan años de aprendizaje para arribar al poder y luego reproducir esas señales. Los estudios antropológicos de Balandier en tribus africanas también muestran estos rasgos en función de escenarios culturales. Allí el poder prepara sucesores de manera cruenta. Pues el poder es un asunto serio y en él la vida y la muerte entran en juego. Esa es la verdad cuestionada por el postmoderno donde la razón no es siguiendo a Kant, sino la lucha entre orden y desorden. Todo orden no es lo que se ve, como todo desorden tampoco es lo que afecta al poder. Quise así definir una parte cultural postmoderna que entre nosotros es visible gracias a las redes sociales. Somos en la imagen del político ese comercio desagradable. Poco importa si algunos lo aceptan o no, eso es lo real hoy. Saque sus conclusiones.