Antonio “Toño” Lobo, se convirtió en uno de los personajes más singulares y atrayentes con lo que ha contado la ciudad Valera desde finales de los años 40. Su chispa se mantuvo hasta el último suspiro de vida pasado los 80 años.
Antonio “Toño” Lobo, había nacido en Mendoza alcanza popularidad y la fama como uno de los grandes bodegueros que tuvo la Valera la ciudad de Valera, siempre cargo con orgullo su espíritu de trabajo con una alegría a flor de piel.
Montó su primera bodega en tierras de su pueblo natal, el mismo de Antonio Nicolás Briceño, llamado “Tírame algo” el cual lograba surtir con tan solo 400 bolívares, según relatan testimonios dejados en viejas crónicas.
De Toño Lobo no se sabía en qué momento hablaba en serio y cuando en broma. Con un espíritu bullicioso se ganó el cariño y la simpatía de todos los sectores populares valeranos. Y es que Toño tuvo un don especial para trasmitir alegrías; con él las anécdotas historias y vivencias estaban a la orden del día.
Toño Lobo, dejó las montañas y praderas, mujeres hermosas y mañanas frías para instalarse en la próspera y dinámica ciudad de Valera de los años 40. El negocio lo montó en la avenida 10 con calle 14. Allí se dio a conocer a través del sabroso guarapo de panela y la llamativa cebada criolla. Muchos valeranos de otrora, se metieron su paledonia y su vaso de guarapo en la bodega de Toño, o jugaron billar en sus tiempos de ocio. En todo caso iban a oír de sus labios el último chisme del día.
La primera bodega que tuvo en la población de Mendoza Fría la equipaba solo con 400 bolívares, para ese entonces contaría con unos 18 años. El establecimiento bodeguero lo llamó «Tírame Algo», pero según contaba, debió cambiarle el nombre ya que le malentendieron dicho nombre ya que cuando cerraba le arrojaban cualquier tipo de basura en el frente.
HIZO DE VALERA
SU CASA
En el año 1948 ya con un vasto conocimiento del comercio bodeguero decide instalarse en Valera. En Mendoza había prosperado bastante y los ahorros que tenía de las ventas los invirtió en un local de la esquina de la calle 14 con avenida 10.
“Al negocio le instalé billares, los cuales no producían mucho dinero, ya que antes no existía tanto desempleado como ahora y el primer cliente del billar es el hombre desempleado que goza un puyero dándole y dándole a las bolas mientras llega la hora de ir a papiar. Cerca del negocio estaban ubicadas las paradas de las líneas Escuque, La Puerta y Mendoza. Tanto pasajeros como los choferes se tomaban su vaso de guarapo, el cual llegó a hacerse famoso en todo el estado por lo sabroso quedaba; la fama se vino al suelo al saber la gente que con el palo que meneaba el guarapo, era el mismo con el que mataba los ratones», testimonio con su humor característico en una entrevista con DLA en el año 1988.
En año 1968, recibió dos duros golpes, primero, le tiraron un atraco de espanto y luego le embargan la rockola con la cual ambientaba el negocio. “Dos hombres llegaron a mi casa y le dijeron: Usted tiene unas prendas robadas, somos funcionarios. Me encerraron junto a la familia en un cuarto y comenzaron a registrar la casa. Se llevaron como 150 mil bolívares… Una vez me embargaron la rockola, según porque me negaba a pagar derechos de autor, yo no sabía que esa vaina se pagaba. Fueron unos tres mil bolívares de multa, pero el abogado que me embargó comió bastante paledonia y guarapo en mi negocio en sus años de estudiante y me solucionó el problema. Cosa rara en este país, ya que normalmente el que llega arriba o se hace profesional olvida la peladera que vivió en otros tiempos», (Toño Lobo, DLA 1988).
Le empeñaron hasta una pierna de palo
Pedro Hernández un apasionado por la historia de la ciudad recuerda que, “Cuando un cliente no tenía como pagar la cuenta, le dejaba cualquier cosa de valor empeñada: lentes, puentes y prótesis bucales. Reloj, cadenas, etc… Una vez un hombre le dejó empeñada una pierna de palo… una vez viendo la televisión reconoció a uno de los pillos que lo atracó, lo comunicó a la PTJ para que le pusieran los ganchos. Fue un hombre que gozaba mucho contando sus anécdotas e historias. Junto a la bodega de Toño estaba la de los hermanos Celis y la de Ramón Díaz.”
Ingenio único
Toño Lobo, le gustaba charrasquear la guitarra y amante del cuatro, le fascinaban las rancheras. Luego regenta una bodega de la avenida 10. Se mudó y montó su pulpería en la calle 13 de La Ciénaga en la que vendía desde píldoras Davis, mentol y no podía faltar la fría bien fría (cerveza). Y allí se agrupan los cañeros del barrio a desgranar historias y gozar un puyero en conservatorio en las horas de la fresca y felices.
Cuando Toño Lobo no estaba en su pulpería, seguro se podía conseguir con guitarra en mano por los predios del Conticinio.
Comenta Alfredo Matheus que, la vena humorística de Toño Lobo era única. Su ingenio sorprendía a muchos. Jamás le faltaba un cuatro, entonaba música venezolana. Sus chistes ponían a reír a la gente a carcajada suelta. Cuando le preguntaban por qué siempre vestía de blanco, respondía; “para burlarse de los adecos”. Fue copeyano hasta el día de su muerte. Se dice que fue el primer prestamista que conoció Valera. En los momentos en que la gente estaba “mamandini” se acercaban al bodeguero Toño, y en un santiamén, le resolvía la “peladera” con unos cuantos bolivarianos.
La época dorada de Toño Lobo, era de la Valera soñadora, de aquella urbe de paso y comercial que miraba el futuro con optimismo, con ilusiones de prosperidad, la que una vez alguien llamó, “ciudad futurista”, la que más tarde le dominaron como dinámica y progresista. Era la Valera que muchos añoran, la que sus calles angostas, su gentilicio, su ambiente y el trabajo de su gente buscaba un desarrollo más sustentable y acorde con sus necesidades.
Sardinas a tres lochas
y cerveza a real
En su bodega llegó a vender sardinas a tres lochas, la cervecita bien fría costaba un real, de modo que cualquiera que tuviera 10 bolos en el bolsillo, se metía una borrachera grande de esas que dejan un ratón de varios días. Era la época en que existían los famosos fruteros, frascos donde los muchachos echaban granos de café de acuerdo a la compra que hacían. Un grano valía un cobre, cuando se llenaba el frasco se sacaba los granos, se contaban y se le pagaba al comprador de acuerdo a lo que había acumulado. Si había 20 granos se le daba un bolívar.
Repensar a
Valera es…
… SABER que, de aquella Valera que se nos fue, como suele decir Alfredo Matheus, y que enamoró a Toño Lobo, era la ciudad de personajes populares como: «Alma Grande», de quien se dice: fue el policía más bueno que tuvo la ciudad, nunca llevó a nadie preso. Era la ciudad que cobijó a Cleto y sus andanzas por el Mercado Viejo y el Punto de Mérida, la ficha fija de los policías. Un incansable trabajador toda la vida, a la vez que era un bohemio empedernido, de esos que le gustaba disfrutar «Noches de luna llena».