“Es una característica de Dios hacer que el bien venza el mal”. “Todo será para el bien”. Santa Juliana de Norwich
Juliana de Norwich miraba su fe desde la gracia y el amor, no desde el pecado y el castigo. En el año 1373 tuvo unas “visiones” de Cristo, escribió sus “Revelaciones” y entre muchas cosas interesantes dice: Y vi con completa certeza que Dios, antes de crearnos, nos ha amado, y su amor nunca ha disminuido, y nunca lo hará. En este amor, él ha hecho todas sus obras, y en este amor, él hace que todas las cosas sean para nuestro provecho; y en este amor nuestra vida es eterna”.
En la situación que vivimos los venezolanos, muchos volvemos la mirada al Señor y pedimos misericordia. También leemos con especial cuidado los mensajes de nuestra Conferencia Episcopal, tanto para orientarnos en el verdadero origen de la tragedia nacional, como en sus soluciones. Igual los documentos de las academias nacionales y algunos expertos. Todo indica que si sabemos mirar la realidad y obtenemos de ella las lecciones para ser aprendidas, podemos decir que esta crisis puede servir para hacer que emerja el país que pudo haber sido y no fue.
Me explico. Los sueños que dieron origen a la República de Venezuela tenían como base una república civil, educada y productiva. Eran los de Juan Germán Roscio, de Cristóbal Mendoza, Francisco Isnardi, Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Simón Rodríguez y otros próceres civiles. La nueva república, para todos ellos, debía ser libre, democrática, con separación de poderes, con claros derechos de propiedad, de justicia, con gobiernos alternativos. Bolívar escribió: “Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él a mandarlo, de donde se originan la usurpación y la tiranía».
La llamada “reacción realista” y la guerra de independencia tan larga y sangrienta, sepultó esos sueños. Lo que surgió luego fueron las pesadillas del caudillismo y militarismo. El poder público se pervirtió gravemente y a pesar de lo que el propio Libertador había sostenido de que «Los empleos públicos pertenecen al Estado; no son patrimonio de particulares. Ninguno que no tenga probidad, aptitudes y merecimientos es digno de ellos».
Teníamos que llegar a estos extremos para ir tejiendo la república soñada, la posible y necesaria. De allí el gran deber de que el liderazgo y los ciudadanos sepamos leer bien las lecciones de estos días. Si aprendemos y reaccionamos, “todo será para el bien”.