No podemos dejar que los militares se apropien del concepto de Patria. Porque cuando ellos afirman que aman la Patria y están incluso dispuestos a dar la vida por ella, ¿Qué están entendiendo? ¿No la asocian demasiado a unos símbolos, a un territorio, pero sin el rostro visible y sufriente de su gente? Porque la Patria no es sólo el lugar entrañable donde nacimos o elegimos como propio, con sus costumbres, su cultura, su modo de ser, y sus símbolos como la bandera, el escudo, el himno nacional. La Patria es sobre todo la gente, los conciudadanos, los hermanos. Es lo que entendía el maestro y apóstol cubano José Martí cuando dijo que la “Patria es Humanidad”, lo que implica calidad de vida de toda la población, respeto a los derechos humanos, felicidad y compromiso por construir una sociedad más justa. Algo semejante piensa el sacerdote y pensador brasilero Frei Beto cuando afirma: “Patria es una humanidad solidaria, justa, libre y pacífica”. ¿Es esto lo que entienden los militares cuando hablan de la Patria? ¿Defender la Patria no supone entonces combatir la pobreza, la ignorancia, la escasez, la falta de medicinas, el hambre, la opresión, es decir todos esos enemigos internos que están ocasionando la pérdida de vidas y de humanidad? Necesitamos, en consecuencia, aclarar el concepto de Patria y que el patriotismo se traduzca en solidaridad con todos, absolutamente todos; en defensa de la vida que combate todo lo que ocasiona muerte y sufrimiento. La injusticia interpela el concepto de Patria. La intolerancia y la pobreza lo desdibujan. La corrupción y el saqueo, el egoísmo y la desidia, la indiferencia y la impunidad desmiembran y disuelven el sentido de la Patria.
La Patria es esfuerzo creador, es sentido de responsabilidad social, es respeto a la razón y es amor a la libertad. La Patria no se cultiva ni se enriquece, ni se hace grande con meras consignas, amenazas o gritos. Porque el grito no convence. El grito no entra dentro de la razón humana. Solamente la razón puede convencer con sus argumentos. La Razón no grita, La razón convence. La Patria no se hace hablando, o desfilando, muchos menos amenazando o reprimiendo. Se hace trabajando, y combatiendo las injusticias y las ideas y estructuras que las causan. Cuando la injusticia se convierte en ley, la resistencia se convierte en deber.
La Patria es identidad y refugio. La Patria más que con la política, tiene que ver con los sentimientos. No hay Patria sin un mundo de valores compartidos y de diferencias consensuadas. No hay Patria sin acuerdos, sin negociaciones, sin renunciamientos. La Patria, como el amor, se construye en el día a día, y también como el amor, se la sufre y se la goza.
¿Qué será la Patria para los que hoy crecen sin leche, sin techo, sin medicinas, sin escuela, sin abrigo, sin futuro? ¿Qué bandera abrigará a los que han debido marcharse de su tierra porque les resultaba imposible vivir aquí con dignidad? ¿Qué identidad arropará a los ancianos que, en el ocaso de sus vidas, deben soportar unas colas insufribles para cobrar una pensión que no alcanza para nada; o a los que rebuscan pedazos de comida en la basura? ¿También ellos tienen Patria? Y si la Patria es justicia, es solidaridad, es comunidad, ¿podemos afirmar que tenemos Patria?