No entiendo cómo los que nos gobiernan siguen aferrados a un poder que no han sabido ejercer, que han convertido al país más próspero de Latinoamérica en el más miserable, y que han ocasionado incontables sufrimientos a la inmensa mayoría del país, especialmente a las poblaciones más pobres y vulnerables para las que dicen gobernar. ¿Habrá alguien que pueda afirmar con objetividad que Venezuela está hoy mejor que hace veinte años? Cuando dicen que hay que defender la revolución a cualquier precio, ¿cuáles son los logros de esa revolución? ¿Pueden señalar una sola cosa que funcione?
La supuesta Revolución Bonita ha dejado al país tan feo y destruido, que millones huyen de él como de una peste. Venezuela luce saqueada, destrozada. Las políticas de inclusión han resultado mecanismos eficaces para excluir a los que no quieren doblegarse. La retórica anticorrupción sólo ha servido para alimentar las conductas inmorales y convertirnos en uno de los países más corruptos del mundo. La Revolución del Amor sembró la división y el odio y terminó por convertirnos en uno de los países más inseguros del mundo, donde impera la violencia, la inseguridad, la impunidad. De lo único que no hay inflación en Venezuela es del valor de la vida que cada día vale menos. La propuesta del hombre nuevo ha multiplicado los pranes, los delincuentes, los especuladores, los colectivos y grupos guerrilleros y paramilitares.
Las expropiaciones en pro de la productividad y la soberanía alimentaria nos trajeron colas, escasez, desabastecimiento y hambre. ¿Dónde quedaron las empresas estatizadas, los fundos zamoranos, los gallineros verticales, las areperas socialistas, los huertos hidropónicos, la ruta de la empanada, las cooperativas productivas, los mercales, mercalitos y pedevales, el bolívar fuerte y el bolívar soberano? ¿En verdad creen que con los claps están remediando el hambre? Donde yo vivo, una zona popular de Maracaibo, el clap suele llegar cada cinco o seis meses.
La PDVSA del pueblo terminó como una empresa prácticamente quebrada, que lo único que ha logrado aumentar es la nómina de sus empleados, a pesar de que su producción sigue cayendo en picada hasta el punto que en el país con las mayores reservas de petróleo no tenemos gasolina.
¡Basta ya de promesas y anuncios de medidas que, en vez de resolver los problemas, los agudizan! ¡La situación es insostenible, no aguantamos tanto dolor inútil y queremos soluciones ya! Si el capitán del barco, insensible al dolor de las mayorías porque a él no le tocan los problemas que sufrimos los demás, sigue aferrado al timón y no quiere reconocer –o no le importa-, que está llevando al país a un despeñadero, debemos unir esfuerzos para cambiarlo. Resulta criminal que los opositores sigan atacándose en lugar de superar sus diferencias para establecer un fuerte bloque unitario que recoja el descontento y las aspiraciones de las mayorías que no aguantamos más y queremos un cambio profundo lo antes posible.
El poder es nuestro, no de los que nos gobiernan y queremos ejercerlo. Exigimos que se nos dé la oportunidad de expresar nuestra voluntad mediante un plebiscito, referendo, elecciones limpias, o cualquier medio que contempla la Constitución. Pero que sea pronto porque ya hemos sufrido demasiado. Si se elige el camino del diálogo, que se fijen fechas urgentes para obtener resultados. La situación del país no soporta el ritmo tan lento de los que están dialogando. Da impresión de que ellos, con soluciones o sin ellas, no pasan necesidades ni hambre.