Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)
El día 14 de febrero se celebra el ‘Día del Amor’ y en tal sentido es pertinente considerar los diversos tipos de amor.
El conocido filósofo francés André Comte-Sponville (nac. 1952) en su importante obra: ‘Pequeño Tratado de las Grandes Virtudes’, distingue tres tipos de amor que denomina con los siguientes términos de origen griego: “Eros” (amor sexual), “Filia” (del griego “filein”: querer, amar), y “Ágape” (del griego “agape”: amor) (1).
El amor erótico es el amor pasional, el amor basado en el deseo sexual, y aunque Comte-Sponville no lo dice, resulta muy obvio para cualquiera que conozca algo de biología y evolución, que este tipo de amor cumple el objetivo de la reproducción y la transmisión de los genes, un objetivo que a fin de cuentas es el propósito de toda forma de vida en nuestro planeta. En el caso del humano es muy bien conocido que lo sexual constituye una de las fuerzas motrices más poderosas en la psicología y comportamiento, y eso no es de extrañar cuando recordamos que el Homo sapiens es una de las especies de mamífero más sexuales en el planeta.
Por otra parte, cuando entre un hombre y una mujer sólo hay amor erótico, la relación humana entre ellos puede ser muy tormentosa y conflictiva porque sólo hay deseo de satisfacción propia y por lo tanto mutuo deseo de posesividad. Ese hombre desea a esa mujer (y viceversa) y entonces ese hombre se siente dependiente de ella y toda dependencia psicológica suscita molestia y puede desembocar en resentimiento. Asimismo en toda la literatura universal se ha expresado que ese deseo de posesividad da lugar a los celos y por eso no extraña que muchos crímenes sean de índole pasional. De igual manera es bien conocido que el amor erótico puede dar lugar a todo tipo de manipulaciones y a veces a juegos sado-masoquistas. Por ejemplo recordemos al conocido satirista romano Juvenal (60-140) cuando dijo: “Aunque ella también arda en deseo, se deleita eludiendo y atormentando a su amante” (2).
Otro tipo de amor es el amor en términos de “Filia”, que es un amor no sexual, un amor más desprendido y generoso. Quizás podríamos decir que es un amor más dirigido hacia el ser querido como ser humano propiamente dicho. André Comte-Sponville señala que el ejemplo más ilustrativo de este tipo de amor es el de una madre por sus hijos, un amor que es incondicional y puro. Este autor también pone el ejemplo del amor entre dos personas cuando entre ellas hay amistad verdadera porque cada una actúa de manera desinteresada y sincera en aras del bienestar de la otra.
Por supuesto, lo ideal es que entre un hombre y una mujer haya tanto amor erótico como amor en forma de Filia para que la pareja pueda mantener una unión sólida y perdurable. No obstante, es interesante precisar que inclusive en el amor en forma de Filia se manifiesta el auto-amor de la persona, es decir, el amor de la persona a sí misma. En efecto, cuando una madre ama incondicionalmente a sus hijos, recordemos que esos hijos son portadores de los genes de esa madre, y entonces desde un punto de vista biológico genético podríamos decir que esa madre ama a su prole genética, es decir, a sus propios genes, lo cual desde un punto de vista biológico evolutivo tiene mucho sentido y es lógico. De manera similar para que dos personas puedan congeniar y tener una amistad verdadera, debe haber una identificación en una serie de aspectos: ideas ante la vida, la sociedad y la política, valores humanos y morales, etc. Dicho en otras palabras, cuando una persona siente una amistad sincera por otra persona, de cierta manera la aprecia porque se parecen y comparten una serie de ideas y valores, y entonces el amor en forma de Filia quizás no es tan carente de egocentrismo como pudiera parecer a simple vista. Cada persona aprecia más a las personas que se parecen a ella misma.
Finalmente el amor agápico, es el más raro y difícil de experimentar, porque es el amor generalizado a todos los seres humanos que expresó Jesucristo cuando dijo: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos…” (San Mateo 7:12). Jesucristo probablemente se refería a la conocida expresión bíblica: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18). También dijo: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen….” (San Mateo 5:43-44; algo parecido en San Lucas 6:27).
Es interesante analizar detalladamente esto que dijo. En primer lugar amar al prójimo aunque sea un desconocido es factible en el sentido de que todos los humanos tenemos por evolución biológica la potencialidad de ser altruistas de manera desinteresada. Durante las últimas décadas se ha realizado una serie de experimentos e investigaciones científicas que ilustran esa potencialidad altruista del humano (3). Asimismo se conocen casos impresionantes de altruismo desinteresado. Por ejemplo el conocido filósofo australiano Peter Singer (nac. 1946) en su importante obra titulada: “¿Cómo Debemos Vivir?” (4) refiere el caso de los donantes de médula ósea que se someten voluntariamente a una dolorosa operación para donar a personas que ni siquiera conocen. En su mencionada obra publicada en 1993, refiere datos en varios países desarrollados: En Estados Unidos 650.000 personas se habían registrado para donar y 1.300 habían donado médula ósea. En Francia 63.000 se habían registrado y 350 habían donado. En Inglaterra 180.000 se habían registrado y 700 habían donado. En Canadá 36.000 se habían registrado y 83 habían donado (5).
No obstante, debemos recordar que por evolución biológica el humano también tiene la potencialidad de ser cruel y violento con el prójimo y por eso es importante desarrollar la faceta altruista.
Por otra parte, podemos preguntarnos: ¿Quién es capaz de amar a sus enemigos?…Lo que sí parece más fácil de alcanzar es no odiar ni tener rencor hacia los enemigos, pero sentir amor parecería muy difícil.
NOTAS: (1) Pags. 222-290 en André Comte-Sponville (2001) ‘A Small Treatise on the Great Virtues’. Henry Holt and Co. New York. (Edición original en francés 1996). (2) Satire 6. Pag. 44, líneas 209-210 en ‘Juvenal. The Satires’. Translated by Niall Rudd. Edited with an Introduction and Notes by William Barr. Oxford Univ. Press (1991). (3) Véase Ernst Fehr and Suzann-Viola Renninger (2004) ‘The Samaritan Paradox’. Scientific American, Vol. 14, Number 5, pp. 14-22. (4) Peter Singer (1993) ‘How Are We to Live?’ Oxford Univ. Press (5) Pag. 195 en Peter Singer, Op.Cit..