SOBRE LA DOPAMINA | Por: Ernesto Rodríguez

 

En la película titulada: ‘Despertares’ estrenada en 1989, el actor estadounidense Robert De Niro (nac. 1943), desempeña el papel de un hombre que estuvo prácticamente paralizado durante años. Esa película está basada en un caso de la vida real. En efecto, una infección viral del cerebro convirtió a un ciudadano llamado Leonard en una momia viviente. A los 46 años Leonard tenía la cara lisa porque jamás mostraba ninguna expresión. Estaba incapacitado para casi cualquier movimiento y hasta había perdido la voz. Su médico era el conocido neurólogo británico Oliver Sacks (1933-2015), que trató a Leonard y otros pacientes que carecían de dopamina en el cerebro, lo cual describió en su obra titulada: ‘Despertares’ (1973), que después se llevó al cine (1).

El médico Oliver Sacks estaba experimentando con una droga llamada L-Dopa que actúa de manera similar al neurotransmisor cerebral natural dopamina. Un neurotransmisor es una sustancia química que se transmite entre las neuronas del cerebro y en el caso de la dopamina ahora sabemos que es uno de los más importantes.

Leonard fue el primer paciente que el Dr. Sacks trató con L-Dopa y el resultado fue tan espectacular, y el paciente se reactivó tanto, que Sacks recordó pinturas en las cuales un muerto resucita y de ahí el título de su obra: ‘Despertares’. El tratamiento con L-Dopa comenzó en marzo de 1969 y después de dos semanas Leonard era otra persona….¡Podía correr!….Caminó fuera del hospital, presionó flores sobre su cara y las besaba. Estaba rebosante de felicidad y abrazaba el mundo entero. Leonard decía: “Me siento salvado, resucitado, como si hubiera vuelto a nacer, soy como un enamorado (…) La L-Dopa es una bendita medicina, ha hecho de mí un hombre abierto, cuando antes era cerrado. Si todo el mundo se sintiera tan bien como yo, nadie pensaría en disputas, ni guerras, ni en dominar a nadie, ni en tener propiedades. Todos se limitarían a gozar de sí mismos y del prójimo, dándose cuenta de que los cielos se hallan aquí, en el mundo” (2).

Pero el éxtasis de Leonard sólo duró un par de semanas. En mayo su felicidad empezó a convertirse en un anhelo doloroso, pues estaba dominado por un afán insaciable de poder y placer sexual. Importunaba a las enfermeras y solicitó al Dr. Sacks que le buscara mujeres dispuestas a complacerle. Leonard decía: “Con L-Dopa en mi sangre, no hay nada en el mundo que no pueda hacer si yo quiero hacerlo. L-Dopa es poder y fuerza irresistible” (3). No obstante, Leonard hablaba a la velocidad de una ametralladora, su estado bordeaba la agitación maníaca y empezó a sentirse acosado por los demonios y convencido de que planeaban estrangularlo. En pleno delirio trató de ahogarse con la almohada y Oliver Sacks le suspendió la medicación. Dos días después Leonard había recaído en su estado vegetativo, y así estuvo hasta fallecer en 1981 tras varios intentos de renovar el tratamiento con L-Dopa, pero cada vez recayendo en el mismo frenesí.

¿Cómo explicar lo que había sucedido?…..La encefalitis había afectado un pequeño grupo de células situado en el mesencéfalo de Leonard. Son unas células que se hallan casi exactamente en el centro del cráneo, y aparecen como unas manchas negras del tamaño de una uña, por cuyo motivo esta región se denomina ‘substantia nigra’ (sustancia negra). En ella se sintetiza el neurotransmisor dopamina, que es una molécula pequeña (apenas 22 átomos). A raíz de su enfermedad Leonard carecía de dopamina y por eso Oliver Sacks se la administraba algo modificada en forma de L-Dopa. La dopamina interviene en la regulación del ciclo sueño-vigilia y nos ayuda a centrar la atención. Acentúa la curiosidad, la capacidad para aprender y la fantasía, la creatividad y el deseo sexual. El cerebro secreta dopamina todas las veces que deseamos algo o a alguien. La dopamina ha sido llamada la ‘Molécula del Deseo’. Además la dopamina no sólo se encarga de la excitación, sino que pone en marcha los sistemas necesarios para satisfacerla mediante la consecución de los objetivos y metas de esa excitación. Así, la dopamina nos motiva y es indispensable para el funcionamiento de los músculos voluntarios.

La dopamina es la sustancia que nos anima y nos crea la anticipación jubilosa cuando una meta determinada se nos representa como tentadora y alcanzable. Por eso la dopamina nos crea en el cerebro una sensación de euforia. Por ejemplo, cuando una persona ve a una persona que aprecia entonces libera dopamina en el cerebro. Cuando una persona ve algo que desea y lo puede alcanzar, entonces libera dopamina en su cerebro. Eso se cumple cuando vemos algo que deseamos comprar en el supermercado, o antes de un acto sexual que deseamos realizar,  o cuando vemos una botella de cerveza bien fría, etc., etc.

En el cerebro hay dos regiones que producen dopamina: La ‘substantia nigra’ y una región contigua: el ‘área ventralis tegmentalis’, y desde ellas se irradian ramificaciones nerviosas en todas direcciones para distribuir la dopamina por todo el cerebro.

Entonces podemos concluir que la dopamina actúa por medio de tres vías: En primer lugar llamar la atención sobre las situaciones que pueden sernos de especial interés: Nos ‘despabila’. En segundo lugar envían a las células grises del cerebro el mensaje de que retengan una experiencia, y así fomenta la capacidad de aprender. En tercer lugar la dopamina activa los controles de la musculatura para que el organismo obedezca a la voluntad: Es decir, nos pone en marcha.

Por eso un déficit de dopamina produce abulia y desmotivación, y puede llegar a una especie de rigidez cadavérica como la de Leonard. Pero la sobredosis también es fatal: El deseo se convierte en obsesión, la voluntad en sed de poder, la autoconfianza en megalomanía y la creatividad en delirio. La tragedia de Leonard era que la L-Dopa era nueva y los médicos no sabían cómo dosificarla en su medida adecuada.

Por otra parte, ahora se sabe que todas las adicciones (cigarrillo, alcohol, marihuana, cocaína, etc.) inciden en un mismo sistema cerebral: El sistema de la dopamina, y por eso son tan poderosas. Además la dopamina es muy antigua en la evolución biológica y  hasta las abejas poseen una versión muy similar a la dopamina.

Por otro lado, las personas ludópatas (adictas a los juegos de azar), liberan más dopamina siempre que juegan y tienen la esperanza de una recompensa monetaria. El gran escritor ruso Fedor Dostoievski (1821-1881) era ludópata y en su famosa novela ‘El Jugador’ (1866) describe la adicción al juego de Alexei Ivanovitch, lo cual era su propio caso, porque Dostoievski perdió grandes sumas de dinero en los casinos jugando a la ruleta. En la novela Dostievski refiere la sensación que vive el jugador cuando escucha que ha ganado en la ruleta: “un hormigueo de fuego recorrió mi cuerpo. Me pagaron con billetes de banco…” (Capítulo 14).

Se han realizado investigaciones científicas sobre el cerebro humano y se ha encontrado que en los cerebros de los jugadores compulsivos que esperan obtener ganancias, se activan los mismos circuitos neuronales que en los drogadictos (4).

En nuestro país la población ha tenido mucho una ‘mentalidad de juego de azar’, y con los benditos ‘bonos’ se ha manipulado el sistema neuronal de expectativas en el cual participa la dopamina. No obstante, no hace falta decir que nuestro país jamás va a salir del atolladero en que se encuentra con dádivas y bonos. Solamente con trabajo honesto y con desarrollo de las fuerzas productivas, podremos salir adelante.

NOTAS: (1) Casi toda la información del paciente de Oliver Sacks la he tomado de Pags. 85-89 en Stefan Klein (2006) ‘The Science of Happiness’. Marlowe & Co. (Edición original en alemán: 2002)  (2) Pag. 86 en Stefan Klein, Op.Cit (3) Pag. 87 en Stefan Klein, Op.Cit. Pag. 121 en Stefen Klein, Op.Cit (4) Pags. 121-122 en Stefan Klein, Op.Cit.

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