Carl Linneo (1707-1778), naturalista sueco, fue el primer gran clasificador de animales y plantas. En su obra clásica: ‘Systema naturae’ (1735), clasificó al humano en el Orden Primates, al lado de los monos, y lo denominó Homo sapiens (‘Hombre sabio’). Linneo creía que las especies habían sido creadas por Dios, pero también estaba muy consciente del estrecho parentesco entre simios y humanos, y en una carta escrita al naturalista alemán J.G. Gmelin (1709-1755), el 14 de Febrero de 1747 señaló: “Yo lo reto a usted y al mundo entero a que se me muestre un carácter genérico por el cual se pueda distinguir entre el Hombre y el Simio. Yo con absoluta certeza no conozco ninguno. Yo desearía que alguien me lo indicara. Pero si yo hubiera llamado hombre a un simio, o viceversa, podría haber caído bajo la censura de los eclesiásticos” (1).
El fabuloso desarrollo de la biología molecular desde mediados del siglo XX permitió descubrimientos extraordinarios. En efecto, actualmente los estudios del ADN se utilizan para pruebas de paternidad y en criminología. Pero también permiten detectar el grado de parentesco evolutivo entre especies diferentes. Ya en el año 1975, el biólogo neozelandés Allan Wilson (1934-1991) y su estudiante estadounidense Mary-Claire King (nac. 1946), hicieron investigaciones con proteínas y concluyeron que el ADN del humano es similar al del chimpancé aproximadamente en un 99 %. Pero en los esquemas de clasificación seguíamos ubicando a nuestra especie Homo sapiens bien separada de las demás especies de grandes simios. No obstante, en el año 1984, los biólogos moleculares estadounidenses Charles Sibley (1917-1998) y Jon E. Ahlquist (1944-2020), de la Universidad de Yale, publicaron resultados que conmocionaron totalmente nuestro esquema de clasificación. Estos autores primero hicieron estudios de cadenas de ADN de diferentes especies de aves para detectar el grado de parentesco. Pero luego trabajaron con ADN de humanos y grandes simios. La primera pregunta que se formularon fue: ¿Cuál es la especie más cercana al humano entre el chimpancé y el gorila?…Resultó ser el chimpancé, lo cual era de esperarse y no causó impacto. Pero luego formularon otra pregunta: ¿Cuál es la especie más cercana al chimpancé entre el humano y el gorila?…¡Resultó ser el humano!!!…Es decir, la diferencia genética que encontraron entre el chimpancé y el humano (alrededor de un 1,6 %) era más pequeña que la diferencia genética entre el chimpancé y el gorila (alrededor de un 2,3 %). La diferencia que encontraron entre el gorila y el humano también era alrededor de un 2,3 %…¡La lectora o lector se podrán imaginar el revuelo que se formó!!!…Se repitieron los experimentos en varios países y en lo fundamental, se confirmó el resultado (2).
En el año 2005, se logró dilucidar el genoma del chimpancé y el divulgador científico Stefan Lovgren publicó en la página web del magazine ‘National Geographic’: ”Los científicos han secuenciado el genoma del chimpancé y han encontrado que el genoma del humano es 96 % similar al genoma de este simio” (3).
El bioquímico británico Nick Lane (nac. 1967), del University College de Londres, en su obra: ‘La Vida Ascendente’ (2009) dice: “En términos de secuencia de ADN los chimpancés y los humanos son idénticos en un 98,6 %” (4). Pero luego agrega: “La similitud global del genoma del humano y el chimpancé es de un 95 %” (5).
Posteriormente, todos los textos hacían referencia a la impresionante similitud genética entre humano y grandes simios. Por ejemplo, en el año 2011 se publicaron los siguientes resultados: Entre humano y chimpancé la diferencia de ADN es solamente de 1,2 %. Entre humano y gorila es de 1,6 %. Entre chimpancé y gorila es de 1,6 %. Entre orangután y chimpancé es de 3,1 %. Entre orangután y gorila es de 3,1 %, y entre orangután y humano es de 3,1 % (6).
No obstante, en el año 2018 se logró hacer un estudio mucho más completo que confirmó esa similitud. En efecto, Evan Eichler y su equipo de la Universidad de Washington, estudiaron la similitud entre genomas de humanos, chimpancés, gorila y orangutanes. Con las anteriores tecnologías se podían reconstruir genomas con pocos segmentos de centenares de bases. Pero Eichler y su equipo analizaron fragmentos de miles de pares de bases de nucleótidos. Lograron comparar los genomas con mucha más precisión. Compararon cada segmento de 1.000 pares de bases de nucleótidos en cada especie y determinaron cuánto difería cada segmento entre las especies. Consideraron todo el genoma y encontraron que los chimpancés y los humanos difieren en un 1,27 %, Es decir, somos 98,8 % idénticos a chimpancés. El gorila solamente difiere del humano en 1,61 % y el orangután difiere en 3,12 % (7).
En el año 2018, el biólogo molecular venezolano Mario dos Reis y su equipo, en la Queen Mary University de Londres, publicaron una investigación sobre la filogenia genética de los primates, es decir, la historia evolutiva genética de los primates. Para ello analizaron los genomas de 9 especies de primates y muestras de ADN de otras 358 especies de primates. En sus resultados, el ancestro común de todos los primates vivió a finales del Cretácico hace entre 70 y 79 millones de años (8).
Es importante aclarar que los grandes simios y los humanos ahora son denominados ‘homínidos’ (Familia Hominidae) y los humanos actuales y sus ancestros del linaje humano son denominados ‘homininos’ (Subfamilia Hominini) (9). Los homininos se caracterizan por tener una postura erguida y una locomoción bípeda. La ‘Cladística’ (del griego ‘clado’: rama) es la metodología más aceptada actualmente para clasificar los organismos y las implicaciones de esos resultados para el cladograma de los grandes simios es muy clara. Respecto a la secuencia de las divergencias evolutivas en la Familia Hominidae, las evidencias genéticas y fósiles indican lo siguiente. El linaje de los homínidos se separa de los demás primates hace unos 35 millones de años. El linaje del orangután se separa de los demás homínidos hace unos 22 millones de años. La divergencia entre el linaje gorila y el linaje que abarca a chimpancés y homininos, ocurrió hace aproximadamente entre 10 y 11 millones de años (10). La divergencia entre el linaje hominino y el linaje chimpancé ocurrió aproximadamente hace entre 7,3 y 8,4 millones de años (11). El hominino Sahelanthropus tchadensis vivió en el norte de África hace entre 7,3 y 6,8 millones de años y ya tenía adaptaciones para una locomoción bípeda y erguida. El linaje chimpancé abarca dos especies: el chimpancé común (Pan troglodytes) y el bonobo (Pan paniscus), que se separaron hace unos 2,6 millones de años en África (12). En el año 2017 los científicos anunciaron que habían encontrado un fósil de unos 300.000 años de antigüedad de nuestra especie Homo sapiens en Marruecos (13), lo cual indica más antigüedad de lo que se creía.
Entonces, la lectora o lector, se puede imaginar el cladograma con las secuencias de sucesivas ramificaciones de tal manera que finalmente hay cinco ramas existentes: La ubicada más a la izquierda es el chimpancé común. Luego viene el bonobo. Luego está el humano. Luego el gorila y la rama más a la derecha es la del orangután. Por eso, el conocido autor estadounidense Jared Diamond (nac. 1937), de la Escuela de Medicina en la UCLA, publicó un libro en 1992 sobre nuestra especie titulado: ‘El Tercer Chimpancé’ (14). Pero la cuestión no termina ahí. Si aplicamos a nuestra especie los mismos criterios que aplicamos a las demás especies, entonces la enorme similitud genética entre humano y chimpancé nos obligaría a poner a las tres especies en un mismo género (por ejemplo ‘Pan’ u ‘Homo’). Por supuesto, hemos preferido seguir clasificando a nuestra especie como una especie de género único (Homo) sobre la base de las diferencias notables de tamaño cerebral, inteligencia y comportamiento. Pero según un cladograma estrictamente genético somos el tercer chimpancé…¡La ciencia derriba mitos y cómodas creencias!!!.
No obstante, muchas lectoras y lectores se preguntarán: ¿Cómo es posible que haya tantas diferencias de aspecto físico e inteligencia entre humano y grandes simios cuando la similitud de ADN es tan grande?…Esa pregunta es muy lógica y hay que tratar de responderla.
Para entender cómo una diferencia tan pequeña en ADN ocasiona diferencias tan grandes en aspecto físico, es menester recordar brevemente que el ADN es una macromolécula doble-helicoidal, constituida por una secuencia de nucleótidos. Tres nucleótidos seguidos constituyen un codón, y cada codón codifica uno de los 20 aminoácidos que existen en los seres vivos. Una proteína es una macromolécula constituida por una secuencia de aminoácidos. Entonces un gene, hablando grosso modo, es un segmento de ADN que codifica una proteína.
En el año 2009 el eminente biólogo evolucionista estadounidense Jerry A. Coyne (nac. 1949), de la Universidad de Harvard, publicó una importantísima obra titulada: ‘Por qué la Evolución es Verdadera’, y en ella recurre al siguiente ejemplo: “Si usted cambia solamente el 1 % de las letras en esta página, usted encontrará que puede haber alterado mucho más que el 1 % de las oraciones en la página” (15). En el ejemplo metafórico que utiliza Coyne, cada letra es un aminoácido y cada oración es una proteína. Entonces usted puede cambiar solamente el 1 % de las letras (aminoácidos) pero eso puede alterar un porcentaje mucho mayor de las oraciones (proteínas), y eso puede expresarse como diferencias en el funcionamiento de esas proteínas, lo cual explicaría las notables diferencias entre humanos y grandes simios.
Por otro lado, vamos a ver evidencias genéticas moleculares adicionales abrumadoras del parentesco evolutivo entre el humano y los grandes simios. EL CASO DE LA VITAMINA C. La vitamina C es un compuesto conocido como ascorbato y necesitamos consumirla en nuestras dietas porque desempeña un papel crucial en las reacciones bioquímicas que contribuyen a formar el colágeno, que es una de las proteínas más abundantes e importantes en el cuerpo. Si consumimos alimentos sin vitamina C, entonces no se pueden realizar esas reacciones bioquímicas y el tejido conectivo se deteriora por carecer de colágeno. El tejido conectivo juega el papel de ‘aglutinador’ en el cuerpo, y cuando el tejido conectivo se deteriora el resultado es una grave enfermedad conocida como escorbuto. La mayoría de los mamíferos no necesitan consumir vitamina C porque son capaces de fabricarla en su hígado a partir de carbohidratos sencillos utilizando 5 enzimas. Entonces…¿Qué nos pasó a los humanos?…Nosotros tenemos 4 de esas enzimas en nuestro hígado pero carecemos de una enzima crucial llamada Gulonolactona Oxidasa, que los bioquímicos denominan con las siglas GLO…¿Por qué carecemos de esa enzima?…La respuesta es que el gene responsable de sintetizar esa enzima GLO lo tenemos en el cromosoma 8 igual que los mamíferos que sí son capaces de sintetizar la vitamina C. El problema es que en nuestro caso ese gene ha acumulado mutaciones (cambios en las secuencias de nucleótidos de ADN) y ya no puede funcionar. Entonces los humanos estamos obligados a consumir vitamina C porque tenemos una versión defectuosa de ese gene…¡Pero lo sorprendente es que los chimpancés, los gorilas y los orangutanes y otros primates como los macacos tampoco pueden sintetizar vitamina C porque ese mismo gene GLO también es defectuoso!!!…Por eso tienen que consumir vitamina C igual que los humanos. Por el contrario, un grupo de primates relativamente primitivo conocido como los Prosimios (Tupáyidos, Lemúridos, etc.) tienen su gene GLO totalmente funcional y pueden sintetizar su vitamina C en su hígado. La interpretación más lógica es que un linaje ancestral primate de los grandes simios y el humano, tuvo mutaciones perjudiciales en ese gene responsable de sintetizar GLO y por eso compartimos ese gene defectuoso con los grandes simios.
EL CASO DE LAS BETA-GLOBINAS. La hemoglobina es la proteína que transporta oxígeno en el cuerpo de muchos animales y le da a la sangre su color rojo. Una molécula de hemoglobina consiste de dos copias de una molécula llamada alfa-hemoglobina y dos copias de una molécula llamada beta-hemoglobina. En el humano los genes que sintetizan beta-hemoglobina se encuentran en el cromosoma 16 y hay 5 copias funcionales de esos genes que se expresan en diferentes momentos durante el desarrollo embrionario y fetal. Pero también hay un pseudogene, es decir, un gene no funcional. Por razones obvias no puedo mostrar al lector gráficas ilustrativas, pero el lector se puede imaginar una barra horizontal y de izquierda a derecha hay un gene que codifica beta-hemoglobina en el embrión. Luego dos genes que codifican beta-hemoglobina en el feto. Luego un pseudogene y luego dos genes que codifican beta-hemoglobina en el adulto. Ese pseudogene no es funcional porque aunque se parece mucho a los genes beta-hemoglobina, ha acumulado muchos errores en su secuencia de nucleótidos y ya no puede funcionar como gene. Todos los humanos descendemos de homínidos ancestrales que también tenían ese pseudogene (no funcional)…¡Pero de nuevo lo más sorprendente es que los chimpancés y los gorilas también tienen ese mismo pseudogene!!!…¡Además sus pseudogenes poseen las mismas mutaciones perjudiciales que tenemos los humanos en ese pseudogene por lo cual no puede funcionar!!!.
EL CASO DEL CROMOSOMA FALTANTE EN EL HUMANO. Los humanos tenemos 23 pares de cromosomas mientras los demás grandes simios tienen 24 pares de cromosomas…¿Cómo se puede explicar esta diferencia?…Las evidencias genéticas cromosomales son muy contundentes. El linaje chimpancé y el linaje humano provienen de un ancestro común. Pero en el linaje humano dos cromosomas se fusionaron. En el chimpancé se observan dos cromosomas que en el humano aparecen fusionados y por eso los humanos tenemos un par menos. Veamos las evidencias. Los cromosomas tienen una parte central llamada centrómero y en cada extremo tienen un telómero. Entonces se ha encontrado que el cromosoma 2 del humano es una fusión de los cromosomas 12 y 13 del chimpancé. En efecto, en el cromosoma 2 del humano se advierte que en su centro están los telómeros de los cromosomas 12 y 13 fusionados y luego se ve que el centrómero del cromosoma 13 se hizo inactivo y el centrómero del cromosoma 12 quedó activo. Pero además, los genes del humano en el cromosoma 2 están organizados en casi la misma secuencia que los genes de los cromosomas 12 y 13 del chimpancé. Tan similar es la secuencia, que ahora los científicos llaman a los cromosomas 12 y 13 del chimpancé como 2a y 2b respectivamente, por su semejanza con las dos partes del cromosoma 2 del humano (16)…En fin, todas las evidencias son contundentes.
NOTAS: (1) Pag. 264 en Carl Sagan y Ann Druyan (1993) ‘Sombras de Antepasados Olvidados’. Editorial Planeta (2) Pags. 15-31 en Jared Diamond (1992) ‘The Third Chimpanzee’ HarperPerennial (3) Stefan Lovgren (2005) ‘Chimps, Humans 96 Percent the Same, Gene Study Finds’. Published August, 31. htps: // www.nationalgeographic.com. (4) Pag. 38 en Nick Lane (2009) ‘Life Ascending’. Profile Books (5) Pag. 290 en Nick Lane, Op.Cit. (6) Pag. 55 en Alice Roberts (2011) ‘Evolution. The Human Story’. Dorling Kindersley Limited. (7) Pag. 857 en Douglas J. Emlen and Carl Zimmer (2020 third edition) ‘Evolution. Making Sense of Life’. W.H. Freeman (8) Pag. 1859 en Douglas J. Emlen and Carl Zimmer, Op.Cit. (9) Pag. 503 en Brian K. Hall and Benedict Hallgrimsson (2014) ‘Strickberger’s Evolution’, Fifth Edition. Jones & Bartlett Learning (10) Pag. 1858 en Douglas J. Emlen and Carl Zimmer, Op.Cit. (11) Pag. 1865 en Douglas J. Emlen and Carl Zimmer, Op.Cit. (12) Pag. 1858 en Douglas J. Emlen and carl Zimmer, Op.Cit. (13) Pag. 1866 en Douglas J. Emlen and Carl Zimmer, Op.Cit. (14) Véase Jared Diamond, Op.Cit. (15) Pag. 210 en Jerry A. Coyne (2009) ‘Why Evolution is True’. Penguin Group (16) Toda la información sobre estas evidencias adicionales se ha tomado de pags. 97-107 en Kenneth R. Miller (2008) ‘Only a Theory’. Penguin Group
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