La Semana Santa es: el centro de nuestra fe y vida cristiana, lo celebramos una vez al año. La Pascua es, antes que nada, un acontecimiento: la muerte y resurrección de Jesús, el “paso” (=Pascua) de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, del odio al amor, de la mentira a la verdad…
Los primeros católicos después de la crucifixión de Cristo, conmemoraron la semana Santa de una manera muy distinta. En medio de persecuciones los creyentes de Jesús soportan miles de penalidades, en ejemplo que logra transportarnos imaginariamente hacia otras épocas del cristianismo lo encontramos en obras como «Quo Vadis», de Henryk SienKiewicz (polaco, premio Nobel de Literatura 1905). Ahí se plasma el drama de toda la gente que se mantenía firme en una fe, y gracias a la actitud, la religión pudo sobrevivir, y el mensaje de Cristo mantearse y lograr la presencia en este mundo tan controversial. Las catacumbas, los creyentes que eran arrojados al circo romano para que los devoraran las fieras, mientras que un pueblo indiferente contemplaba esos espectáculos con la satisfacción unida al Emperador, constituyen todo un pasado. Hechos ocurridos que muchas veces se olvidan. Pero no se pueden borrar. Porque la obra de los primeros cristianos, seguidores de Cristo, somos nosotros mismos. Los tiempos han cambiado. Nuestra época, pese a lo convulsionada, es más cómoda. Afirmar lo contrario sería mentir. Una vez más el mundo católico conmemora esta fecha, dedicada a revivir la vida, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
En la actualidad, en estos momento tan críticos por los cuales atraviesa nuestro país y sus habitantes, es importante que en estos días sepamos contemplar al crucificado y a su madre dolorosa de cerca, no de lejos, de manera que nos demos cuenta que Jesucristo pendiente en la Cruz y las facciones de la Virgen madre atormentada en el dolor, lo hizo por los pecadores, de acuerdo con el dogma católico. De manera que nadie por muy pecador que se crea está excluido de los frutos de la redención.
La fiesta del Evangelio
En la víspera del Domingo de Ramos, todo se llena Evangelio. Los cristianos, se disponen a celebrar la principal fiesta: la Pascua.
Son días de celebraciones, de procesiones, de recuerdos, de Memoria, llenos de símbolos, de gestos: la palma, el lavatorio de pies, la última cena, la cruz, los diferentes pasos que van narrando en imágenes la Historia. Es bonito verlo, y vivirlo desde dentro, y ver cómo Jesús fue capaz de entregarse del todo, ¡del todo!
Y llega la Vigilia Pascual, la gran celebración con más signos: la luz, el agua,… y la presencia de Jesús resucitado que llena de alegría y trae la paz. ¡Aleluya!
Con la Pascua, se descubre el valor de su entrega y la alegría de la Resurrección.
Y es que celebrar la Pascua es celebrar el triunfo de Jesús, el triunfo de la Vida sobre la muerte; es descubrir la grandeza de dar la vida por los demás.
La semana más grande
Vivir la Semana Santa es: vivir la semana más grande para el cristianismo.
La Pascua es, antes que nada, un acontecimiento: la muerte y resurrección de Jesús, el “paso” (=Pascua) de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, del odio al amor, de la mentira a la verdad…
Ese acontecimiento, centro de nuestra fe y vida cristiana, lo celebramos una vez al año: ahí tenemos el “triduo pascual”. La iglesia señala que, como es la más importante de las celebraciones cristianas, no basta con un día; se emplean tres: viernes santo (pasión y muerte), sábado santo (sepultura) y resurrección (domingo de Pascua). Y se hace una celebración larga, extraordinariamente bella y a una hora insólita: la Vigilia Pascual, cuando la noche regala ya su oscuridad, a veces atenuada por la luz de la Luna llena que anuncia precisamente la Pascua.
No puede ser de otra forma, pues la resurrección del Señor es el centro de nuestra fe!
Como salesianos e hijos de Don Bosco, somos “gente de Pascua”. Nuestro optimismo y alegría, nuestro espíritu de fiesta, beben de la Pascua y se nutren de la fuerza de la Resurrección de Jesús. María misma es la “mujer pascual” por excelencia, la que más y mejor vivió con Cristo su muerte y resurrección.
FERVOR
Y CRISTIANDADHay algo muy importante que es oportuno señalar. En Valera es notoria la solidez de fe cristiana de sus habitantes y en general todo el estado Trujillo siente el fervor eclesiástico con una iglesia que va de la mano de sus feligreses.