Se robaron el burro “Coco” / Por Alfredo Matheus

Sentido de Historia

 

Cuando cayó el gobierno de Marcos Pérez Jiménez (dicen que es el mejor que ha conocido Venezuela por la extraordinaria obra de infraestructura que realizó), algunos valeranos “cabezas calientes”, se llevaron las patrullas de la Seguridad Nacional (policía política de la dictadura) hasta el final de la Av. 10, y las lanzaron por la peña que da a la quebrada de Escuque… Lo insólito: días después la gente estaba protestando a través del noticiero de Radio Valera porque la ciudad no tenía patrullas…

 

Se robaron el burro “Coco”

Hace 65 años, llegó el mundialmente famoso circo “Razory” a la ciudad de Valera. La muchachada pobre hacía malabares para colearse porque no tenía como pagar los 5 bolívares de entrada (era mucho dinero para la época). El administrador del circo les dijo  con gran elocuencia: “El que me traiga un burro  le pago 10 bs y la entrada gratis al circo por toda una semana”…

Los hermanos González, se dirigieron al “terminal de burros” ubicado donde hoy está el Banco Venezuela frente a la plaza Bolívar, escogieron el asno más “papeado”, se las ingeniaron para sacar el animal del establo, y se dirigieron a buscar el italiano que propuso “el negocio del año”… A lo largo de una semana, los leones comieron burro trujillano y quedaron con ganas…

Cara e` cotiza

Manejaba una buseta de la Línea 48, se ufanaba de ser muy mujeriego, tenía una habilidad para envolver a las damas. Recorría la ciudad  con su potente camioneta (inolvidable regalo del ex presidente Carlos Andrés Pérez a miles de choferes venezolanos)…

En el momento que iba de lo más alegre con el vehículo lleno de pasajeros, no faltaba un “mamador de gallo” que le gritará: «Cara e`   cotiza”, “cara e´ cotiza”, al chofer se le metía el diablo, agarraba un  afilado machete, dejaba la buseta en plena calle y a correr  se ha dicho…

Al rato llegaba sudoroso pidiendo disculpas a los presentes y los tranquilizaba con aquello de: «Un día de estos le voy a quitar el gallote a un muérgano de esos que me gritan “cara e` cotiza”. Los pasajeros sonreían porque el chofer en su ataque de rabia no se daba cuenta que, el mismo se recordaba el sobrenombre que lo hacía entrar en “arrecherón mayor”…

 

Nalgas de oro…

En la vecina población de La Puerta, un maracucho “sudando la gota gorda” le fue sumamente bien en el mundo del comercio. Fue “bautizando” sus pequeñas empresas: “El pastelito de oro”, “La empanada de oro”, “Los tequeños de oro”…

Este emprendedor empresario era de gran corpulencia física, le sobresalían unas grandes “nalgotas”. El pueblo con esa sabiduría bendecida por Dios, comenzó a llamarlo: “Nalgas de oro”… Al maracucho, cuando le decían: “nalgas de oro”, le daba taquicardia, el corazón se le aceleraba, agarraba unos inmensos ataque de ira, y se le iba encima al parroquiano que se atreviera a pronunciar tamaña palabrota fiel amiga del trasero…

Los portenses para evitar represalias o un fulminante  nocaut, optaron por resaltar desde lejitos tan pintoresco  sobrenombre del emprendedor maracucho… Cuando el comerciante de las empanadas iba caminando por la plaza Bolívar, uno que otro “echador de bromas”, se escondía detrás de un carro y  exclamaba a todo pulmón: «Nalgas de oro, nalgas de oro, nalgas de oro”…

En una misa dominical, el señor cura hablo del respeto a los valores humanos de  las demás personas y le echo un “jalón de orejas “a la feligresía: “Les agradezco que a partir de hoy, quien se sienta verdadero cristiano, jamás vuelva a llamar a este amigo comerciante, “nalgas de oro”…

 

 

Obra consultada: «Valera y Su Gente”. “Pepino González”.

 

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