“¿Y qué c… pasa en los cuarteles?”, fue la expresión altisonante y lapidaria de Marcos Pérez Jiménez, la noche del 22 de enero de 1958, cuando el aroma de un cuartelazo llegó a su nariz. En las horas tempranas de esa noche, el tachirense estaba con sus edecanes y personal de confianza cuando por primera vez sintió la derrota respirándole en la nuca. Oficiales leales al régimen y colectivos civiles, comandados por Pedro Estrada, “El chacal de Güiria”, pedían autorización para disparar contra un pueblo enardecido que pedía cambio, pero estos mismos esbirros, como todos los cobardes, al filo de la media noche, se esfumaron, dejando solo al dictador.
Totalmente acorralado, un día antes de su derrocamiento, pidió hablar con los comandantes de las fuerzas militares y la respuesta fue negativa. “No es tiempo para dialogar, es hora de que se retire del poder”, contestaron oficiales que tenían las botas bien puestas. El Comandante de las fuerzas navales comunicó a los buques de combate que no cumpliría órdenes de Miraflores. En paralelo se produjo el alzamiento de la Escuela Militar de Caracas y los cadetes tomaron posiciones de combate en los alrededores. Después de 22 días de terrible crisis económica, política, social, y de Derechos Humanos, se derrumbó la tiranía. Los adversarios políticos del hombre fuerte de Michelena, a quienes no pudo dominar con balas, torturas, cárcel o destierro, lo acorralaron finalmente. En la madrugada del 23 de enero, abandonó el poder y partió rumbo a República Dominicana montado en la nave “7-ATT”, siglas oficiales del avión presidencial, conocido también como la “Vaca Sagrada”. En ese país, otro dictador, Rafael Leonidas Trujillo, permitió su aterrizaje.
El diario Panorama de Maracaibo publicó en su edición del 23 de enero: “La dictadura, acuartelada en Miraflores, masacró al pueblo venezolano. Centenares de muertos y heridos dieron su sangre para bautizar gloriosamente este movimiento, del mismo modo que militares y civiles habían sufrido ya, el rigor de cárceles, maltratos y destierros”. El mismo diario añadió en otra noticia: “Hoy amaneció un día abierto a una era de paz, de concordia, de unidad de todos los venezolanos…”. Últimas Noticias tituló: “Liquidada la tiranía. Constituida una Junta Militar”.
El gobierno de Rómulo Betancourt logró la extradición de Pérez Jiménez, desde Estados Unidos, en 1963, para enfrentar el juicio que se le seguía por diversos crímenes. En el escrito presentado por el Procurador General de la República, Pablo Ruggeri Parra, se le acusó como responsable de la comisión de cuatro delitos: “Contra el patrimonio público, contra la libertad de las personas, contra la integridad física de las personas y contra la fe pública y los poderes públicos”. Fue absuelto por falta de “pruebas”, aunque pagó 4 años y 1 día de cárcel en San Juan de los Morros y en la Cárcel Modelo de Caracas. Luego se fue a vivir a España. En abril de 1998, en una entrevista con el periodista español José Emilio Castellanos, Pérez Jiménez manifestó que le parecía una aberración que la suerte de su país se estuviese debatiendo entre un militar y una reina de belleza, refiriéndose a los candidatos presidenciales para las elecciones de 1988. “No asesiné a Delgado, pero a Urbina sí lo mandé a matar…”, afirmó en la entrevista. El ex dictador murió en España, el 20 de septiembre de 2001. En conclusión, queda suficientemente demostrado que: El crimen no paga. Aprovecho para recordarles, una vez más, una frase que retrata la realidad actual: ¡La historia no se repite pero sí rima!
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