Saramago, cien años del nieto de campesinos que atrapó la realidad con ironía

José Saramago

 

Lisboa, 16 nov (EFE).- Su capacidad para hacer comprensible la realidad, con imaginación e ironía, le convirtió en uno de los grandes autores contemporáneos y fue reconocida con el Nobel. Hoy, José Saramago vuelve a la infancia, a través de los niños que leerán sus obras en el centenario de su nacimiento.

Nacido en Azinhaga, en el corazón de Portugal, a unos 100 kilómetros de Lisboa, el 16 de noviembre de 1922, José de Sousa Saramago era nieto de campesinos y no olvidó nunca sus raíces humildes.

Una reciente biografía reveló que José fue Saramago por error -el funcionario del registro estaba borracho- y que tuvo que pedir prestado dinero para comprar sus primeros libros, que guardaba en la cocina porque en la casa paterna no había estanterías.

Autodidacta, comunista, antes de convertirse en periodista y de lanzarse a escribir, Saramago se forjó en trabajos ocasionales, desde cerrajero a delineante, administrativo o funcionario.

Se estrenó joven en la literatura, con «Tierra de pecado» (1947), pero su primera gran novela no llegó hasta 1980, «Alzado del suelo» un retrato de las condiciones de vida de los campesinos, a la que seguiría otra de sus grandes obras «Memorial del convento», Premio Pen Club.

«El Evangelio según Jesucristo», en 1991, levantó ampollas en Portugal y fue vetado. Saramago entonces dio un portazo y se instaló en Lanzarote (España), su segunda casa y donde murió el 18 de junio de 2010.

Tuvo que esperar hasta los 76 años para recibir el Nobel de Literatura (1998), por «su destacada capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía».

Un Nobel que le reconcilió con Portugal y que, llegó a decir él mismo, hizo «crecer» al país «3 centímetros».

En su discurso ante la Academia sueca, el primer -y hasta ahora único- escritor en lengua portuguesa galardonado con este premio, rindió homenaje a sus abuelos y, por extensión, y los humildes del mundo.

«El hombre más sabio que he conocido en mi vida no sabía leer ni escribir», arrancó Saramago.

 

EL NOBEL VUELVE A LA ESCUELA

Hoy, es reconocido en todo el mundo como uno de los más grandes escritores contemporáneos y su mensaje está más vigente que nunca.
«Hay obras de José Saramago que parece que están retratando este momento», sostiene su viuda, la periodista española Pilar del Río, en una entrevista con Efe.

En su centenario, el autor de «Ensayo sobre la ceguera» vuelve a la escuela, en la voz de niños que en un centenar de colegios de Portugal leen fragmentos de sus obras, como «Las pequeñas memorias», una joya que recupera los recuerdos de su infancia y adolescencia en Azinhaga.

«Fan incondicional» del escritor, la profesora Zelinda Baião de la secundaria Miraflores, celebra que los niños se acerquen a «una gran figura» de la cultura portuguesa. «Todos los años se debe hablar de Saramago», concluye.

Madalena Alem, de 12 años, es una de las jóvenes lectoras del Instituto español Giner de los Ríos de Lisboa, y cambió hoy los libros de acción por la obra del Nobel, que «no tiene tanta emoción» pero le ha enseñado «cómo eran las cosas antiguamente».

Su compañera Ramona Ruiz, de 9 años, acaba de descubrir la «creatividad» del escritor con «La flor más grande del mundo» y, asegura, no será el último relato que caiga en sus manos.

Su obra se estudia en los colegios portugueses, desde primaria, y, rescata la profesora Barbara Golebiowska, transmite a los niños «una observación crítica de la realidad» junto «a un lado humanista, porque confiaba en las capacidad del ser humano».

Lecturas -también en colegios de Lanzarote-, exposiciones, coloquios y hasta el estreno de la opera Blimunda, la protagonista de «Memorial», cierran un año de celebraciones por el centenario de de José Saramago, a quien hoy recordó el Partido Comunista Portugués como «un escritor del pueblo trabajador».

La jornada terminará con la plantación de un olivo, un árbol cargado de simbolismo para Saramago, cuyas cenizas están enterradas precisamente bajo un olivo frente a la Fundación que lleva su nombre en Lisboa y a pocos metros del río Tajo.

En la memoria queda su primera reacción tras saber que tenía el Nobel: «Yo, que nací en una familia de pastores analfabetos, que no pude ir a la Universidad y que no compré un libro hasta los 19 años, solo puedo decir que no nací para esto».
Mar Marín

 

 

 

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