Habían sido convidados los poetas de la Serranía de La Culata, don Teodoro Torres, el del inmenso repertorio; don Concio Rivas, el cantor de las Siete Lagunas; Carmelito Salazar; con todo, el cuadro lo complementaba indudablemente don Santos Paredes, quien le daba a aquellos encuentros –sin saberlo- el carácter de auténtico y digno arte musical: la décima serrana.
A pesar de las décadas transcurridas, en las viejas montañas del Páramo de La Puerta, no se podrán olvidar los cantos y contrapunteos, de aquellos trovadores curtidos por el férreo sol de las sementeras, ataviados de sus franelas, sacos y calzando sus alpargates domingueros, y de amoldados sombreros de cola e´ burra, que atrajeron a tantos buscadores de entretenimiento y de risa.
Ni con aquellos suculentos hervidos o terneras, cuyo aroma y humo viajaban con la neblina libre para que todos lo disfrutaran, preparados por las sanadoras y sazonadoras manos de las señoras, que restituían la realidad al más empapado de cucharadas, los hacía abandonar las coplas graciosas y burlescas de aquellos pintorescos cantores serranos.
Cada comunidad campesina tiene sus características y rasgos culturales propios, que va trazando y fomentando en el tiempo, que se va afincando en su memoria colectiva. Su tiempo libre, lo encausa hacia determinadas inclinaciones y tradiciones festivas y religiosas. Alegría y espiritualidad general, pero que se diferencian en cuanto a sus cantos y bailes. La serranía o parameñidad es una marca que identifica esa cultura colectiva, en lo que se incluye el arte, el toque personal que le aportan excepcionales integrantes de esa comunidad, son capacidades naturales, dentro de su medio y condiciones campesinas donde habitan. Debo referirme al caso de Santos Paredes, quien aparte de lucir su talento como poeta, como ejecutante de un viejo arte, ya casi desaparecido, el de decimista, y su buen canto, desde el punto de vista de su espiritualidad, encauzó su tiempo libre para organizar los Chimbangueles de San Benito del Páramo de La Puerta.
El páramo histórico y musical: las Siete Lagunas (Maen Shombuk)
Páramo arriba, en un sitio que llaman “San Rafaelito”, hasta los confines del Santuario de las “Siete Lagunas”, es zona gélida, donde el paisaje y la vegetación dota a sus habitantes de una especial dureza y espiritualidad. En aquellas soledades, el agricultor para trabajar se las arregla con su familia como pueden, cerca sus barbechos, huertas y más allá bajando o subiendo sus sementeras de papa, trigo, maíz, hortalizas, caraota y arvejas. Y, a la vista, su encierro de vacas, gallinas, cochinos, burros y mulas, lidiando con eso, transcurre su día a día, a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar.
Cargan agua, ordeñan, cortan leña, alimentan a los animales. Santos no era de los que se paraba en el portal de la vivienda con las manos en las faltriqueras, a mantener un cigarrillo en la boca o a vivir “jumo”, entre “cuellito y cuellito” de sanjonero, apenas un tantico chimó para observar el degradé de azules que relucen en la franja horizontal del lago de Maracaibo, la línea del navegante, en la que sumergía sus pensamientos.
Santos Paredes y su familia, vivieron en San Rafaelito, Páramo Siete Lagunas, jurisdicción de la Parroquia La Puerta, estado Trujillo; se puede decir que son de las primeras familias que vivieron en este Páramo. También vivieron Mario Paredes y familia de quien he escrito en otra oportunidad, y Sandalio Villarreal y familia. Una zona difícil, agreste y gélida. La principal actividad económica es la agricultura. Hasta la primera mitad del siglo XX, lo que se cultivaba era caraota, arveja, trigo, maíz y fundamentalmente la papa, en diversas tipos y variedades. La alta producción de papa, llamó la atención y fue llegando gente de Monte Carmelo, Palmira, Piñango, Pueblo Llano y de las Mesitas, de Niquitao a trabajar y algunos se quedaron a vivir.
Cuando recogían las cosechas, sus productos eran transportados desde los distintos sectores del páramo a lomo de bestia. Por caminos inclinados, zigzagueantes y peligrosos, como la Cuesta de los Rondones, La Maraquita y el camino de los Bicuyes, trasladaban sus productos hasta el pueblo (La Puerta), donde eran vendidos en un centro de acopio que tenía el señor Rafael Villarreal, cerca del río y diagonal a la Prefectura del pueblo.
La mayoría de los agricultores se ayudaban entre sí, mantenía desde sus ancestros, la cultura del trabajo colectivo. Era común, llamar a los vecinos agricultores, a jornadas como las “mañanitas”, “tardecitas”, “cayapas”, “vueltas de mano” y los denominados “combites”. En estas labores los participantes no recibían ningún pago en efectivo solamente la comida y a veces el “avío”. Los momentos libres y de descanso, los convertían en un reencuentro grupal musical y de esparcimiento, ahí estaba incluido el contrapunteo y la décima.
A pesar de los pesares, las familias sabían sobrellevar la subsistencia dedicadas a su trabajo, algunas, disponían de un macho, un buen caballo o una buena mula, para trasladarse de un lugar a otro. Vivían en casas de bahareque y una que otra de tapial, pocas familias disfrutaban de comodidades. Todas, tenían en sus hogares un buen “fogón”, “La Churumba”, “Las Topias”, el “Barril” para buscar el agua en el zanjón y la “máquina” de moler maíz, que conformaba el espacio cálido de la cocina. La vida en las montañas del Páramo Siete Lagunas, de la Parroquia La Puerta, en esa época no disponía de los servicios de energía eléctrica, acueductos, escuelas, carreteras, para sacar sus productos, ni siquiera un pequeño centro de salud para atender una emergencia que se les presentara a sus familias.
Según los datos que nos suministró Antonio Lino Rivero, sobrino de este personaje, José de los Santos Paredes Toro, nació el 02 de noviembre de 1917, era hijo de Pablo Paredes y Lucía Toro, desde muy joven se dedicó a la agricultura, a los años se casó con la señorita Ramona García, (Antonio Lino Rivero. Datos sobre Santos Paredes. 27-1-2024).
En su transitar, buscando tierras para trabajar, <<Vivió recién casado en “El Censo”, después se trasladó al Páramo Los Torres, donde vivió varios años, hasta que se mudó al sector San Rafael parte alta de “El Censo”>>. Finalmente se residenció en el sector “Pueblo Nuevo”, en La Puerta. Tenía un hermano de nombre Matías Paredes, que fue uno de los fundadores de Pueblo Nuevo y Leonor, madre de Antonio Lino Rivero. Fue un hombre muy trabajador y colaborador con su comunidad.
El alegre contrapunteo serrano
Sin ínfulas de pertenecer a algún movimiento literario o catalogarse como artistas de la lírica y el canto, cuando Santos Paredes y sus comarcanos poetas salían a batirse al ritmo del cuatro y las maracas, soltaban sus voces y palabras melodiosas para expresar y confrontarse simpáticamente sus críticas y comentarios a la realidad social de su tiempo, con fino humor y música, dedicándolas a la mujer o insinuante al amor, a la religión, a la siembra, a los bueyes, a los pulperos, a la comisión que incautaba el alambique, a los curas, a la sequía, a los infaltables espantos, fenómenos naturales, largos inviernos, rayos y torbellinos de los vientos, en fin, a la cotidianidad rural andina. Aquel antiguo arte de la décima, era auténticamente espiritual, natural, solidario, alegre, podía ser chistoso, sátiro y burlón, pero también su tema podía ser de queja o de halago chispeante.
Coinciden muchos que este arte, pudo haber llegado a nuestras tierras con la guitarra española del siglo XVI y siglo XVII, siendo asimilado por el mestizaje con el indígena Timoto, que gustaba del canto, la fiesta y el teatro. Sin embargo, algunos especialistas señalan que el canto de décima es influencia caribeña y se originó en Panamá, otros dicen que en Cuba se formó la corriente folclórica que fue influenciando los países de Sudamérica. Contrapunteo es el nombre que se le da a la confrontación de la décima cantada, y la de su típica armonización con el sonido del cuatro como instrumento. Ha desaparecido casi totalmente este tipo de expresión musical, igualmente, su versión del contrapunteo, es decir, el desafío, la contienda que es una especie de trova dialogada hispana. Los otros cantores, destacados en décima son Carmelito Salazar y Teodoro Torres.
El talento y las dotes para cantar se llevan por dentro, es propio e intrínseco de ese ser que lo puede desarrollar, de esencia y espíritu personal; por eso cuando es natural como el de Santos Paredes, un hombre de la Serranía, aislado de esa “civilización globalizada», sin mayores aspiraciones que la de hacerlo bonito y disfrutarlo con sus amigos y comunidad, debe ser objeto de reconocimiento histórico y cultural. Las condiciones innatas en Santos Paredes para la rima, para improvisar el verso ante el desafiante, articulada a su cualidad para cantar con gracia, son difíciles de superar. Sus poemas no los escribió, sus décimas tampoco, sus canciones menos, porque eran producciones espontáneas, innovaciones verbales, ritmos y candencias que se llevan en la memoria, y es un recurso natural, que acaso, algún hijo o pariente pudiera tomar nota.
Un interesante aporte nos dio y lo recitó Jesús Paredes Salazar, nieto de este poeta, <<le voy a recitar la décima que entonaba mi abuelo Santos Paredes junto a su abuelo Concio Rivas y Carmelito Salazar. No la recuerdo muy bien porque esos escritos los perdimos en los cuadernos donde lo anotamos, porque también mi abuelo nos dictaba muy rápido>>, Rivas es el abuelo del autor de esta nota; la décima es la siguiente:
A todo momento están
Las damas y las coquetas.
Haciendo mil mofetas
A ver si cae Adán.
Cuando las mujeres van a una fiesta
no hallan como sentarse.
Unas se sienta jibadas
y otras en buena firmeza.
Llega un mozo que les guste y quieren irse huidas.
Para mejor lucir se ponen zapatos y medias.
Llevan unos camisones que brillan como forros de linterna.
Fin de la décima…
Narra el nieto de Santos Paredes, que esas, » eran las formas sanas de expresar los sentimientos de aquellas épocas donde la imaginación hacía real muchos sueños, recordemos lo que implicaba enamorar a una joven de aquella época y más aún los zapatos, cualquier joven ni usaba zapatos, eran las hijas de pudientes>> (Jesús Paredes Salazar, por Facebook nota que envió el 6-1-24, a mi cuenta @lapuertaeshistoria); insinuantes y provocativas señales de enamoramiento.
La historiografía local, se ha referido a ellos, «Los poetas populares hoy desaparecidos físicamente: Santos Paredes, Concio Rivas y Teodoro Torres, nativos del campo donde vivieron hasta la hora de su muerte. Santos Paredes era de “Medía Loma” y Concio y Teodoro del Páramo de los Torres; estos poetas natos se batían en contrapunteo con cuatro y maracas. Amanecían cantando. Cuentan que los más encarnizados rivales eran Santos Paredes y Concio Rivas, pero jamás le pudieron ganar a Teodoro Torres, porque el hombre tenía un repertorio inmenso e improvisaba muy rápido>> (González Rivas, Ángel. Humor y versos. Pág. 56. La Puerta. 2007). Amaron su tierra, su páramo, con trabajo, alegría y música, hasta sus últimos días.
Los Chimbangueles de San Benito del Páramo de La Puerta
En los caseríos de los páramos, se celebraban fiestas en honor al santo de su devoción. Desde el punto de vista de su espiritualidad, Santos encauzó su tiempo libre para organizar el grupo de vasallos, para ambientar y darle el toque a la fiesta de San Benito de Palermo, una de las más importantes devociones de estos pueblos andinos, una de las más populares.
El mismo Antonio Lino, nos refiere que Santos Paredes, <<en las décadas de 1930 a 1960 fue capitán de los Vasallos de San Benito y tuvo la oportunidad de visitar varios pueblos como Montecarmelo, Palmira, Piñango y Pueblo Llano>> (Antonio Lino Rivero. Datos sobre Santos Paredes. 27-1-2024); así mostró su espiritualidad.
Cada cierto tiempo se reunían los Vasallos y su capitán y responsable del grupo, para llevarlo a otros pueblos vecinos. Uno de los capitanes de esa época fue Santos Paredes, y uno de los sitios donde les tocó presentarse fue en Pueblo Llano, en el estado Mérida.
Murió en La Puerta, el 18 de diciembre del año 2013, Don José de los Santos Paredes Toro, el juglar de nuestros páramos.
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Qué se habrá hecho la décima de los Páramos, no se sabe si queda algún poeta y cantor, que nos permita escucharla en alguna tarde de estas, para volver a gozar de nuestro simpático y hermoso canto serrano.