En toda mi vida he comprobado que las personas que no respetan ni reconocen las verdades que son evidentes, carecen de ética.
En efecto, desde tiempos inmemoriales se ha considerado que el respeto por la verdad es un requisito para tener virtudes. Veamos algunos ejemplos escogidos. El gran poeta lírico griego Píndaro (538-418 A. de C.) dijo: “Ser veraz es el prerrequisito para tener una gran virtud” (1). También podemos recordar al gran filósofo griego Platón (aprox. 429-347 A. de C.), que en su obra: ‘La República’ plantea una sociedad ideal en la cual los gobernantes deberían ser ‘filósofos-reyes’ con una serie de cualidades, entre ellas ser amantes de la verdad. En el Libro VII trata sobre tales reyes-filósofos y el filósofo griego Sócrates (469-399 A. De C.), le dice a Adimanto: “recordemos nuestra descripción del tipo de carácter que una persona verdaderamente bella y buena debe tener. Si tú recuerdas, esa persona se rige sobre todo por la verdad: Si no busca la verdad absolutamente y de todo corazón, entonces sería una especie de impostor” (489e-490a). También podemos recordar al filósofo griego Aristóteles (384-322 A.deC.) que en su obra: ‘Ética Nicomáquea’ dice: “Nos queda ahora por decir algo de los que respetan la verdad o practican la mentira, tanto en sus palabras como en sus actos (…) Considerada en sí misma, la mentira es vil y reprobable, y la verdad es bella y laudable. De igual manera, pues, el hombre que dice la verdad (…) merece elogios, mientras que los que mienten deben ser reprobados” (Libro IV, cap. 7).
Igualmente en la Biblia se dice: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo!” (Isaías, 5: 20). De hecho, el filósofo alemán I. Kant (1724-1804) no aceptaba mentir bajo ninguna circunstancia. Así, en su ‘Metafísica de las costumbres’ (1797) dice: “La mayor violación del deber del hombre para consigo mismo, considerado únicamente como ser moral (la humanidad en su persona) es lo contrario de la veracidad: la mentira” (Doctrina de la virtud, Doctrina ética elemental, sección 9). No obstante, otros autores han considerado que en algunos casos se puede mentir. Por ejemplo, Platón justificaba que los gobernantes pueden mentir en casos excepcionales. Así, en la obra ‘La República’ Sócrates, dice: “Debemos valorar mucho la verdad”. Pero unas líneas después dice: “Si algunas personas tienen el privilegio de mentir, esas personas son los gobernantes, a quienes se les debe permitir mentir a los enemigos o a los ciudadanos, siempre que mientan por el bien de la comunidad” (Libro III, 389 b-c).
La verdad tarde o temprano sale a flote. Podemos recordar al gran físico alemán Albert Einstein (1879-1955) que culmina su famosa obra titulada: ‘Las Leyes de la Ciencia y las Leyes de la Ética’ (1950) con las siguientes palabras: “La verdad es lo que soporta la prueba de la experiencia”. En tal sentido, las personas embusteras en algún momento quedan desprestigiadas. El escritor griego de fábulas llamado Esopo (Siglo 6 A. de C.) en su fábula sobre el pastorcito mentiroso, concluye con la moraleja: “Un mentiroso no será creído aunque diga una verdad”.
Otros autores como el estadista italiano N. Maquiavelo (1469-1527) han justificado el uso de cualquier método inmoral. En su obra: ‘El Príncipe’ (1513) dice: “En las acciones de los hombres (…) el fin justifica los medios” (Cap. 18). Además Maquiavelo era muy embustero y lo reconoce en una carta a su amigo Francesco Guicciardini en la que dice: “Por mucho tiempo yo no he dicho lo que yo creía, ni he creído lo que he dicho, y si a veces digo una verdad, la digo envuelta entre tantas mentiras, que es difícil encontrarla” (2).
Por otra parte, es muy bien conocido que los gobiernos totalitarios recurren a la mentira para manipular. Adolf Hítler (1889-1945) reconocía que usaba la mentira. Así, en una ocasión dijo: “Nosotros estamos ahora al final de la Era de la Razón (…) No existe una verdad ni en el sentido moral ni en el sentido científico” (3). Como consecuencia lógica dijo en otra ocasión: “Yo no reconozco ninguna ley moral en política. La política es un juego en el que todo tipo de trampa es permisible” (4). La autora alemana Hannah Arendt (1906-1975) en su obra: ‘Los Orígenes del Totalitarismo’ (1951) (5) describe el uso de la mentira en los sistemas totalitarios: “Hay que añadir la terrible fascinación desmoralizante sobre la posibilidad de que monstruosas falsedades puedan establecerse como hechos incuestionables (…) que la diferencia entre verdad y falsedad puedan dejar de ser algo objetivo y convertirse en una mera cuestión de poder y astucia, de presión y repetición infinita” (Cap. 10, pag. 323). Citemos otro fragmento: “La persona ideal para un gobierno totalitario (…) es una persona para la cual la distinción entre hecho y ficción, y la distinción entre verdadero y falso ya no existen” (Cap. 13, pag. 474). Dicho en otras palabras, la persona ideal para un gobierno antidemocrático es un ciudadano lerdo incapaz de analizar la realidad.
Por otro lado, en la famosa distopía (del griego: ‘mal lugar’) titulada: ‘1984’ publicada en 1949 por el escritor inglés George Orwell (1903-1950), se describe una sociedad totalitaria que es una pesadilla. El gobierno manipula horriblemente a la población, nunca se conoce la verdad y en vez de información sólo hay propaganda. En esa obra las tres consignas del gobierno son: “la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza” (Parte I, cap. 1). Ese gobierno tiene varios ministerios: “El Ministerio de la Paz se dedica a la guerra, el Ministerio de la Verdad se dedica a divulgar mentiras, el Ministerio del Amor se dedica a la tortura, y el Ministerio de la Abundancia se dedica a promover la escasez” (Parte II, cap. 9). En esa sociedad distópica se inculca el ‘Doble-Pensar’ que significa: “El poder de mantener simultáneamente dos opiniones contradictorias en la propia mente, dos creencias contrarias y aceptarlas ambas. Decir mentiras deliberadamente mientras se cree sinceramente en ellas” (Parte II, cap. 9). En una parte de la novela Winston Smith es apresado y torturado. Le muestran 4 dedos pero le obligan a decir que hay 5 dedos cuando el ‘Partido’ le dice que hay 5 dedos. Cada vez que él se niega a decir que le muestran 5 dedos le aumentan la intensidad de la tortura (Parte Tercera, Cap. II).
En efecto, los gobiernos totalitarios se caracterizan por ser mentirosos, manipuladores, inmorales, corruptos, crueles, carentes de escrúpulos y deshumanizados hasta extremos inimaginables, y entonces fanatizan al ciudadano y le inculcan un odio ciego contra cualquiera que disienta, y pueden convertir al ciudadano en un ‘lerdo moral’, incapaz de sentirse culpable.
El escritor alemán Thomas Mann (1875-1955) que ganó el Premio Nóbel de Literatura en 1929, en su tetralogía ‘José y sus Hermanos’ (1933-1942) dice: “Las personas carentes de sensibilidad son las que cometen crímenes, ellas no reflexionan sobre nada, viven el día a día y nada les preocupa. El mal es propio de los lerdos carentes de sensibilidad. Cualquiera que tenga trazas de sensibilidad debería evitar el mal (…) porque será castigado precisamente por su conciencia” (6). Thomas Mann toca algo importante: Toda persona a veces se comporta mal con otras personas, pero cuando tiene sensibilidad eso le ocasiona malestar y remordimiento de conciencia, lo cual contribuye a que no lo repita. Las investigaciones científicas confirman esa apreciación de Thomas Mann. El investigador británico Simon Baron-Cohen (nac. 1958) de la Universidad de Cambridge ha estudiado durante más de 30 años el cerebro y la relación entre empatía y maldad. El planteamiento fundamental en su obra: ‘La Ciencia de la Maldad’ (2011) (7) es que los casos de maldad y crueldad se originan en una “erosión de la empatía” (Pag. 6). Baron-Cohen define así empatía: “Empatía es nuestra capacidad de identificar lo que otra persona está pensando o sintiendo y la capacidad de responder a sus pensamientos y sentimientos con una reacción apropiada” (Pag. 16). Baron-Cohen señala que hay muchos grados de erosión de la empatía, pues toda persona normal en determinadas circunstancias puede disminuir su capacidad para la empatía por emociones corrosivas como un profundo resentimiento, un deseo de venganza o un odio ciego. Pero son casos transitorios y se puede recuperar la empatía (Pag. 6). Más graves son los casos de los psicópatas criminales que carecen permanentemente de empatía y nunca tienen sentimientos de culpa (Pags. 6, 23, 68-69).
Por otra parte, es pertinente señalar que se han hecho estudios en el campo de la psicología y se ha detectado que cuando una persona continuamente miente, puede trastornarse mentalmente. Eso lo analizan muy bien los psicólogos sociales estadounidenses Norman B. Anderson (nac. 1955) y su esposa P. Elizabeth Anderson, en un artículo de divulgación científica titulado: ‘Secretos y Mentiras: Por qué nos pueden enfermar’ (8). Uno de los autores que mejor ha expresado el daño que sufre un pueblo sometido a la mentira y obligado a mentir, ha sido el escritor ruso Boris Pasternak (1890-1960) que fue censurado en la URSS y ganó en 1958 el Premio Nobel de Literatura. En su obra: ‘El Doctor Zhivago’ (1957), el Dr. Zhivago dice: “Tu salud se afectará si, día tras día, tú dices lo opuesto a lo que sientes, si te arrastras ante lo que te disgusta” (Cap. 15, sección 7).
En psicología se han hecho experimentos y hay evidencias de que muchas personas ‘ven la realidad’ pero al mismo tiempo ‘no la ven’ porque no quieren verla…porque no les interesa verla, y eso frecuentemente depende de los intereses particulares que una persona tenga. Porque si una persona percibe grandes beneficios (de manera legal o fraudulenta) gracias a un gobierno de turno, entonces es muy frecuente que se niegue a reconocer las máculas de ese gobierno. En tal sentido es muy pertinente recordar al filósofo alemán Ludwig Feuerbach (1804-1872), que en su conocida obra: ‘El Dualismo de Cuerpo y Alma, Carne y Espíritu, considerado de nuevo’ (1846) dice: “En un palacio uno piensa de manera diferente que en una choza” (Sección X) (9). Eso que dijo Feuerbach es una gran verdad y podríamos deducir una consecuencia: Muchas personas juzgan solamente según sean sus intereses personales y pierden objetividad en sus análisis.
Un requisito para ver la realidad y la verdad, es despojarse de intereses personales. El autor alemán Theodor Adorno (1903-1969) en su colección de ensayos: ‘Minima Moralia’ (1944-1947) dice: “Los hombres se tornan estúpidos en el punto donde comienzan sus intereses, y entonces dirigen su resentimiento contra lo que no quieren entender, porque temen entenderlo muy bien” (Parte Tercera, Ensayo 118). Ciertamente muchas personas ven y analizan solamente según sus intereses personales o familiares.
Por eso, algunos autores consideran que el ‘autoengaño’ implica una intencionalidad: Una persona se auto-engaña porque tiene un interés en engañarse respecto a alguna creencia. Por ejemplo, el notable filósofo norteamericano Paul Bloomfield (nac. 1962), en su extraordinaria obra: ‘Las Virtudes de la Felicidad’ (2014), plantea el autoengaño así: “El autoengaño ocurre cuando una persona tiene una razón para creer que algo es falso, pero tiene un deseo para creer que es verdadero, y por lo tanto esa persona le da poca credibilidad a esa razón para creer que es falso” (10).
También es muy interesante ver lo que el filósofo francés Luc Ferry (nac. 1951) plantea. Él distingue entre el individuo neurótico y el individuo psicótico: “Los textos de psicología ofrecen una definición bien conocida de la diferencia entre neurosis y psicosis: Nos dicen que el individuo psicótico ha adquirido la convicción inconmovible de que dos más dos es igual a cinco. Cualquiera que trate de persuadir a esta persona psicótica de otra cosa es un tramposo que trata de hacer daño. El psicótico ha perdido contacto con la realidad. El neurótico está igualmente persuadido de que dos más dos es igual a cinco, pero a diferencia del psicótico, se siente muy mal por eso’. El neurótico todavía tiene una relación con la realidad, aunque sólo sea a través de la ansiedad. Una anécdota (…) dice lo mismo en forma de chiste: El neurótico construye castillos (…) el psicótico vive en esos castillos” (11).
Por otro lado, en nuestro país, con la crisis económica que vivimos, está cundiendo en un sector de la población una mentalidad de ‘Sálvese quien pueda’ y eso, aunque muchas personas lo ignoran, se inscribe en una ‘concepción del pragmatismo’ carente de escrúpulos éticos. En efecto, en el pragmatismo existe el concepto de la verdad como ‘utilidad’. Por ejemplo el filósofo estadounidense William James (1842-1910), en su obra: ‘Pragmatismo’ (1907) dice: “Lo “verdadero” consiste simplemente en lo que es ventajoso para nuestro pensamiento, al igual que “lo justo” consiste únicamente en lo que es ventajoso para nuestra conducta” (Cap. 6)…No hace falta decir que con esta concepción de la ‘verdad’ cualquiera puede ‘construir una verdad subjetiva’ de acuerdo a lo que le ‘convenga creer’ aunque sea una falsedad desde un punto de vista objetivo.
El antídoto contra todo tipo de auto-engaño es esforzarnos por analizar las evidencias, y respetar siempre la verdad objetiva por encima de nuestros propios intereses personales.
NOTAS: (1) Referido por Plutarco en su ‘Vida de Mario’. (2) Pag. 474 en ‘Random House Webster’s Quotationary’. Edited by Leonard R. Frank (1999). Random House (3) Pag. 188 en Noretta Koertge (Ed.) (2005) ‘Scientific Values and Civic Virtues’. Oxford Univ. Press (4) Pag. 618 en ‘Random House Webster’s Quotationary’, Op.Cit. (5) Hannah Arendt (1951) ‘The Origins of Totalitarianism’. Harcourt Inc. Los fragmentos se han tomado de esta edición. (6) Pag. 54 en Anthony Grayling (2007) ‘The Choice of Hercules’. Phoenix. (7) Simon Baron-Cohen (2011) ‘The Science of Evil’. Basic Books. (8) Norman B. Anderson and P. Elizabeth Anderson (2003) ‘Secrets and Lies: Why they make us sick’ en ‘Psychology Today’, March / April, 2003, Vol. 36, (9) Pag. 408 en Marx W. Wartofsky (1977) ‘Feuerbach’. Cambridge Univ. Press. USA. (10) Pags. 50-51 en Paul Bloomfield (2014) ‘The Virtues of Happiness’. Oxford Univ. Press. (11) Pag. 4 en Luc Ferry (2005) ‘What is the Good Life?’. The Univ. of Chicago Press.
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