A: Rector Emérito Francisco González Cruz. Su idealismo hecho santo.
Cuando recuerdo el pasado, que nunca termina de pasar y, como dicen en mi pueblo, hago memoria del Dr. José Gregorio Hernández, mi mente se recrea con esas vivencias que en el presente causan nostalgia. Mi pueblo Jajó, se me viene ahorita a la memoria como si fuera ayer, para recordar que, en la mayoría de las casas, en la sala había por lo general un cuadro del Corazón de Jesús, la fotografía de la familia y, claro como el meridiano uno del Dr. José Gregorio Hernández. Aquel, en el que está vestido de negro con las manos hacia atrás y en el fondo un enfermo acostado, atendido por un médico, y en la lejanía del fondo, se divisa un pueblo, donde sobresale la torre o pico de una iglesia, señalando como si fuera el pueblito de Isnotú. En mi imaginación cómo añoraba ir algún día a ese pueblecito.
También allí, en esa trascendencia pictórica se observa que en el fondo de la cama hay luz que esparce unos rayos. En mi mente de niño, eso no me gustaba, cuando de noche pasaba solo por la sala y me daba miedo. Asimismo, poderosamente me llamaba la atención dos imágenes políticas, en una de las casas vecinas, una era de Raúl Leoni que decía: Leoni, Presidente. Y la otra mucho más grande decía: Gonzalo Barrios, Un Gran Presidente.
Recuerdo que un domingo cualquiera llegó mi madre de la misa, venía muy alegre, traía la noticia de que el Dr. José Gregorio Hernández, pues era santo. Sí, lo decía el párroco, y si mi mente no me falla debió haber sido el Padre Mario Arias de nacionalidad española. En sus manos tenía la hoja dominical y el Semanario El Avance, órgano periodístico de diócesis. En mi mundo entendía poco, aquello. Lo que me llamó poderosamente la atención fue una imagen del periódico y me causó gracia, me reía, estaba impresionado con la vestimenta; en ese momento se acercó mi papá, para ver aquel asombro, se dio cuenta de que la fotografía del Papa Paulo VI, el que le había dado la consagración de “Siervo de Dios” al Dr. Hernández. Me explicaron la importancia y lo sagrado que representaba un Papa, por lo tanto no debía reírme. Fueron aquellos años inolvidables llenos de inocencia.
En ese mundo de ingenuidad observaba a mi hermana mayor de profesión enfermera, tener una relación mutua con José Gregorio Hernández, ella le colocaba una vela constantemente. Incluso cuando tenía un dolor, prendía un cirio, colocaba un vaso con agua, esperaba un rato se la tomaba y listo, se curaba quedando agradecida con el Doctor, en vez de tomarse un Conmel. Verdaderamente que ese mundo de los grandes, no lo entendía. Pero así, también yo, fui entrando a ese mundo, mágico, de creencias y no creencias, ambigüedad y certeza en José Gregorio Hernández. Fue pasando el tiempo, este fenómeno religioso estaba en todas partes, hasta que me di cuenta que esto era Venezuela.
Al recorrer el país, por la hermosura de los estados que conforman la patria, en cualquier rincón, carretera, morro hay un nicho con la imagen del santo que sana, que transmite una poderosa energía sobre la base de la fe. Todos saben quién es, su profesión, su acción humana y su lugar de nacimiento. Todo encerrado, contenido en el cuadro que describí anteriormente. Esa noticia traída por mi madre, que fue a la Santa Sede, reconoció los dones del Dr. José Gregorio y lo declaró “Siervo de Dios”. Eso fue en el año de 1972, a los 23 años de haber sido llevado por Monseñor Guillermo Lucas Castillo Arzobispo de Caracas o, por el Papa Paulo VI. Alegre el país por esta elevación. En el imaginario, la gente decía, el hombre va avanzando.
En ese pasar del tiempo, el país avanzaba, crecía rápidamente; transcurrían las grandes décadas de los setenta y ochenta. Yo, con mayor edad comprendía este fenómeno social que tenía distintas aristas de interpretación. Ya la Iglesia católica contaba con un Papa, más dinámico conocido como el Papa amigo, el papa viajero, el Papa peregrino. Papa que nos visitó en dos oportunidades; hoy, San Juan Pablo II, justamente en septiembre del año de 1985 aprobado por un congreso de peritos las virtudes heroicas del Dr. José Gregorio, este Papa lo declara Venerable, por ser modelo cristiano, esto sucedió a 13 años de haber sido declarado Siervo de Dios, y a 36 de ser llevado a la Causa de los Santos. Euforia colectiva, aunque, el pueblo venezolano quería más títulos honoríficos, para su santo consentido que cada quien llevaba en su espíritu. ¡Pronto viene! ¡Será! Se imaginaban.
Pasó una década, diez grandes o, largos años y ¡nada! Parecía que el Dr. se le olvidaba a la jerarquía eclesiástica, pero sucedió en 1995, algo inesperado sucedió para nuestro catolicismo. Pues el Vaticano elevó a los altares a la Madre Laura Evangelista, mejor conocida como Madre María San José, nacida en Choroní, como la primera Beata de Venezuela. Alegría por una parte, más que alegría, respeto católico. Pero si el santo nuestro es “Mano Goyo”, como también se le conoce. Bravura colectiva, descalificaciones, juicios de valor hacia la Iglesia, sin soporte.
El inclemente tiempo pasaba, y nada sobre José Gregorio, incertidumbre, casi agonía, religiosa católica, qué habrá pasado. Nuevo siglo, incluso el Papá Juan Pablo II, estuvo aquí en la segunda visita, el pueblo le pidió la canonización del “médico de los pobres” y el presidente Rafael Caldera, en su despedida lo hizo, el pueblo lo aplaudió. Para el año de 2008, a los 12 de la beatificación de la Madre María San José. El Vaticano siendo Papa Benedicto XVI beatificaba a la Madre María de San José, mejor conocida coma Madre Candelaria, de Altagracia de Orituco. Bueno pues, se olvidaron del hombre de Isnotú, bueno no importa, pero es nuestro santo en nuestros corazones. Ya había pasado 23 años que llevaba el Dr. José Gregorio como Venerable, la incertidumbre proseguía y aumentaba.
Recorremos el camino, vamos de la década del diez al veinte del siglo XIX, José Gregorio Hernández, está ahí tranquilo, lleno de esperanzas y luz, con el pueblo de Venezuela extendiéndose hacia otros países, presente con sus favores concedidos. En el año 2014, el Cardenal Jorge Sabino Urosa instala una comisión nacional para la celebración de los 150 años de su nacimiento, del Venerable, y para contribuir con la promoción de la Causa de su Beatificación, una ventana que se abre a este tiempo. Cuatro años después, el Papa Francisco beatifica a la Madre María del Monte Carmelo, conocida como Madre Carmen Rendiles, en junio de 2018.
Habían pasado 33 años que lo habían declarado Venerable, más de una generación. Se había quedado en el siglo XX. Si hacíamos memoria desde aquel año 1972, pasaron 46 años, casi medio siglo de ser Siervo de Dios. Tanto habíamos cambiado que el país era otro porque buscando la ansiada utopía de lo desconocido, Venezuela se nos extravió en un mundo inimaginable, que nos encierra en un oscurantismo. No hay duda que es una etapa histórica del presente. Pero a este pueblo, José Gregorio no se le extravió, él está ahí impoluto mediando para encontrar favores concedidos.
Una centuria había transcurrido desde cuando el mundo vivió una epidemia denominada, la Gripe Española. El Dr. Hernández estuvo presente. En 2019 la pandemia del Covid 19, se hacía presente, que nos llenó de mucha preocupación, agonía y silencio. En ese silencio, el Papa Francisco nos daba la buena nueva, José Gregorio Hernández, Beato. Nos dieron a conocer la noticia en junio de 2020. Su consagración en el mes de abril de 2021, este pueblo se cubre de alegría, mucho se le debe a su Eminencia, el Cardenal Baltazar Porras, ya habían pasado 36 años de su última elevación.
Para este año 2025, en febrero, el mismo Papa Francisco, siguiendo todos los prólogos y protocolos de canonización nos dio el regalo de la santificación de dos santos por primera vez venezolanos. A los pocos días falleció. Le correspondió, entonces, al nuevo Papa León XIV esta consagración, de este sueño compartido. Hoy, de aquel niño cubierto de inocencia, lo que está es un señor, gracias a Dios y a pesar de que muchos se quedaron en el camino, valió la pena esperar. En una época difícil, contradictoria, no hay duda, es un tiempo nublado como reza el título de un libro de Octavio Paz. Eso sí, la fe, la esperanza y el amor presentes todos los días.
Estamos entrando en el umbral de un nuevo país, para iniciar un nuevo ciclo histórico. Decía Briceño Iragorry, “Un pueblo, no sólo crece cuando se le alzan los techados de sus casas, sino cuando se le eleva el alma de sus habitantes”.
Estos hechos son la gran oportunidad, para elevar primero que nada nuestras almas, tomados de las manos de nuestros santos y beatas, animados por Dios. Domingo, 19 de octubre 2025, sin duda un día histórico.