Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)
El historiador griego Tucídides (aprox. 460-400 A. de C.) escribió una historia de la guerra entre Atenas y Esparta conocida como ‘Guerra del Peloponeso’ (431-404 A. de C.).
En una sección refiere la cruenta guerra civil entre demócratas y oligarcas en la isla de Corcira y cómo afloraron las facetas más terribles de la naturaleza humana. Citemos fragmentos: “Los corcirenses demócratas mataban a los corcirenses que consideraban enemigos. Los acusaban de subvertir la democracia, pero frecuentemente los mataban por odios personales, y también deudores que mataban a los que les habían prestado dinero […] Se llegó a todos los extremos: padres que mataron a sus hijos […] La guerra civil ocasionó muchas calamidades, como sucede y siempre sucederá, mientras la naturaleza humana siga siendo la misma, aunque puede haber diferentes grados de salvajismo dependiendo de las circunstancias […] En tiempos de paz y prosperidad, las ciudades y las personas tienen mejor mentalidad, porque no se ven en la necesidad de hacer algo que no quieren hacer. Pero la guerra es un maestro violento: Al impedir a las personas satisfacer fácilmente sus requerimientos cotidianos, suscita en ellas impulsos tan malos como la situación de guerra que viven. Las guerras civiles se extendieron a otras ciudades […] y para adaptarse a las nuevas situaciones, las palabras fueron usadas de manera diferente. Lo que se consideraba un acto de agresión irracional, ahora se consideraba valentía leal al partido; lo que se consideraba duda prudente, ahora se consideraba cobardía disimulada; cualquier idea de moderación ahora era considerada como un carácter poco varonil; lo que se consideraba capacidad de analizar todos los aspectos de una situación antes de actuar, ahora se consideraba incapacidad para actuar. La furia fanática ahora se consideraba la marca de un verdadero hombre […] Cualquiera que ahora tuviera opiniones violentas era confiable y cualquiera que se opusiera a tales opiniones era visto como sospechoso […] En suma, un hombre era elogiado si cometía una mala acción antes que los demás […] Los lazos familiares eran más débiles que los lazos entre miembros del partido, porque tales miembros eran capaces de cualquier cosa con cualquier pretexto. Esos partidos no se formaban por las leyes para el bien, sino por la avaricia de llegar al poder violando leyes. Y los miembros de esos partidos confiaban entre ellos porque cometían los crímenes conjuntamente […] Si un opositor pronunciaba un discurso razonable, el partido en el poder, en vez de ser receptivo con generosidad, tomaba precauciones para que ese discurso quedara sin efecto. La venganza era más importante que la auto-preservación y los pactos de reconciliación entre partidos, sólo se hacían ante una dificultad común transitoria […] pero en cuanto se presentaba la primera oportunidad, cuando una persona veía al opositor desprevenido, lo agredía y esta venganza era más disfrutada porque se había hecho rompiendo la confianza del pacto, y no de una manera abierta. Se consideraba que era la manera de agredir más segura y ahora se consideraba que una victoria obtenida por traición evidenciaba una inteligencia superior […] La causa de todos estos males era el deseo de llegar al poder por avaricia y ambición […] Así, ninguno de los partidos se preocupaba por actuar por motivos virtuosos y se elogiaba al que pudiera pronunciar un discurso atractivo para justificar una decisión espantosa” (‘Historia de la Guerra del Peloponeso’, Libro III, secciones 81-82) (1).
¡Conocer las atrocidades de una guerra civil es muy importante!!!.
NOTA: (1) Los fragmentos los he traducido de Pags. 89-94 en Paul Woodruff (1993) ‘Thucydides. On Justice, Power and Human Nature. Selections from The History of the Peloponnesian War’. Hacket Pub. Co. y también de Pags. 236-244 en ‘Thucydides. History of the Peloponnesian War’. Translated by Rex Warner. Penguin Books (1954).





