RECORDANDO A MOZART | Por: Ernesto Rodríguez

 

El compositor austríaco Wolfang Amadeus Mozart (1756-1791) ha sido uno de los más grandes en toda la historia….¿Quién no se deleita escuchando su ópera ‘La Flauta Mágica’?…Confieso que es uno de mis compositores favoritos.

Probablemente usted ha visto la película titulada: ‘Amadeus’ del director de cine checo Milos Forman (1932-2018) estrenada en 1984. Esa película es una adaptación de la obra de teatro ‘Amadeus’ del dramaturgo y guionista inglés Peter Shaffer (1926-2016) en la cual se representa la rivalidad entre Mozart (1756-1791), infantil pero genial, y el compositor italiano Antonio Salieri (1750-1825), mucho más serio y maduro, pero con un talento muy inferior.

En una parte de la película Salieri dice que cuando escuchaba a Mozart  “parecía que escuchaba la voz de Dios”.  En otra parte de la película, cuando Constanza, esposa de Mozart, le lleva a Salieri varias obras de Mozart para tratar de conseguirle un trabajo,  Salieri no podía creer lo que veía y se queda atónito. Cuando Constanza se sorprende ante su extraña reacción y le pregunta: “¿No está bien?”, Salieri apenas puede balbucear: “Es milagroso”.  Cuando Salieri rememora la escena dice: “Eran los primeros y únicos borradores de las obras musicales pero no tenían ninguna corrección. Ni una sola. Simplemente había escrito la música que ya tenía elaborada en su cabeza, página tras página, como si se la hubieran estado dictando”.

En la historia ha habido personas geniales en muy diversos campos: ciencia, literatura, música, etc., y uno de los mitos que se ha creado es que un genio es una persona cuyo cerebro funciona de una manera misteriosa y casi milagrosa, completamente distinta a la manera en que funciona el cerebro de las personas normales. Precisamente ese mito ha sido denominado el ‘Mito Amadeus’.

No obstante, se han realizado estudios científicos y hay evidencias de que el cerebro de las personas geniales funciona igual que el de las personas normales. Es decir, la diferencia es cuantitativa y no cualitativa. Lo que sucede es que la diferencia de grado es tan enorme que parece casi milagrosa. Veamos el caso de Mozart. Indudablemente su historia sorprende. Su padre Leopoldo Mozart (1719-1787) era compositor y decía que su hijo era un “milagro que Dios permitió que naciera en Salzburgo”. Pero la realidad es que la educación musical de su hijo no la dejó a ningún azar, ni a los milagros, ni a Dios, porque él mismo veló por la educación musical de su hijo desde que era muy pequeñito. Así, a los seis años W.A. Mozart ya componía minuetos, a los nueve años compuso una sinfonía, a los once años su primer oratorio, y a los doce años su primera ópera. En verdad, el niño Mozart vivía totalmente dedicado a su música. Eso se evidencia en una carta que Leopoldo Mozart escribió en fecha 16 de Febrero de 1778 a su hijo cuando éste tenía 22 años y le dice: “Como niño y muchacho tú eras más bien serio que infantil, y cuando tú te sentabas en el clavicordio o tocabas algo, nadie se atrevía a gastarte la menor broma. Porque tu expresión era tan solemne y al observar la eflorescencia de tu talento y tu pequeña cara siempre grave y pensativa, varias personas de distintos países dudaban con tristeza que tu vida pudiera ser larga”.

Por otra parte, aunque muchos autores han aseverado que Mozart componía completamente sus obras sin preparación y sin hacer ninguna corrección, la verdad es que los cuadernos de Mozart contienen a veces fragmentos que fueron revisados y algunas obras nunca fueron culminadas. Sin embargo, es cierto que compuso algunas obras casi sin hacer correcciones, pero eso quizás tiene una explicación. Veamos las propias palabras de Mozart sobre su manera de componer: “Cuando me siento bien y de buen humor, o cuando estoy de viaje, o caminando para hacer una buena comida, o en la noche cuando no puedo dormir, los pensamientos se aglomeran en mi mente con toda la facilidad que se pueda desear. ¿De dónde vienen y cómo vienen?. Yo no lo sé y no me importa. Esos pensamientos que me agradan los conservo en mi cabeza y los tarareo; al menos otras personas me han dicho que yo los tarareo. Una vez que tengo mi tema, llega otra melodía y se pega a la primera, de acuerdo a los requerimientos de la composición como un todo”.

El eminente psicólogo estadounidense Dean Keith Simonton (nac. 1948), en su obra: ‘Los Orígenes del Genio’ (1999) señala que el cerebro del humano puede trabajar mucho con ideas aunque no se tenga conciencia de ello. Entonces, por medio de asociaciones inconscientes se puede lograr la solución para problemas que requieren agudeza de ingenio creativo. Eso explicaría las ‘corazonadas’ y los momentos de ‘inspiración’ que las personas muy creativas han descrito en sus experiencias. Entonces, Mozart continuamente estaba pensando melodías de manera inconsciente y cuando le afloraban a la conciencia las tarareaba. Si le gustaban las aceptaba y si no, las descartaba. Por eso, cuando las escribía lo hacía de un tirón. De todas formas Mozart logró lo que logró gracias a varios factores: 1) Probablemente tenía notables aptitudes musicales innatas 2) Tuvo una buena educación musical 3) Empezó desde muy niño 4) Se dedicó muchísimo toda su vida.

En conclusión, los ‘Mitos Amadeus’ no son algo misterioso y tienen una explicación racional y científica (1).

Por otra parte, Mozart jugó un importante papel para divulgar los ideales de la ‘Ilustración’ o ‘Iluminismo’, que  fue el movimiento filosófico que hubo sobre todo en el siglo XVIII y enfatizaba el uso de la razón para escudriñar todas las doctrinas y tradiciones heredadas del pasado. En efecto, los autores de la Ilustración expresaban un gran optimismo y fe en la razón humana y la ciencia para liberar a la humanidad de la ignorancia, la tiranía y todo tipo de superstición.

Actualmente en nuestro país vivimos una epidemia de supersticiones y creencias infundadas, y por eso es muy importante la divulgación de los ideales humanísticos de la Ilustración. En tal sentido es interesante recodar que Mozart expresó esos ideales en sus óperas como ‘La Flauta Mágica’ (1791) y ‘Las Bodas de Fígaro’ (1786).

En ‘La Flauta Mágica’ se enfatiza la victoria de la razón y la iluminación sobre la oscuridad. Por ejemplo, recordemos que en una parte de la ópera el príncipe egipcio Tamino llega al Templo de la Sabiduría, que está entre el Templo de la Razón y el Templo de la Naturaleza. Luego, en las partes finales de la ópera, Sarastro y su séquito de sacerdotes seculares proclaman desde el Templo del Sol su triunfo sobre la Reina de la Noche, es decir, la victoria de la luz sobre la oscuridad.

Por otro lado, en la ópera ‘Las Bodas de Fígaro’, Fígaro es el criado del Conde de Almaviva y se va a casar con Susana, pero el Conde le ha puesto el ojo y desea acostarse con ella  antes de que se case con Fígaro. La ópera gira en torno al llamado ‘Derecho del Señor’, es decir, el derecho de un noble para tener relaciones sexuales con cualquier criada el día de la boda de ella, antes de que las tuviera con su nuevo esposo. El Conde de Almaviva formalmente ha renunciado a su ‘derecho’ de poseerla, pero de todas formas intenta lograrlo. Fígaro se rebela contra la pretensión de su señor, y después de muchas peripecias en la ópera, finalmente el Conde no logra su propósito.

El historiador estadounidense Isaac Kramnick (1938-2019) fue un reconocido especialista en las ideas del siglo XVIII y describe la significación de ambas óperas con las siguientes palabras: “Pocos han captado el espíritu del Iluminismo y su proyecto intelectual y social, como lo hizo Mozart en sus óperas. ‘La Flauta Mágica’ con sus sacerdotes seculares que presiden los Templos de la Sabiduría, la Razón, y la Naturaleza, consiste en una serie de variaciones atinentes al triunfo de la luz sobre la oscuridad, el sol sobre la luna, el día sobre la noche, el triunfo de la razón, la tolerancia y el amor, sobre la pasión, el odio y la venganza (…) En la ópera, tanto Mozart como su libretista Emanuel Schikaneder, expresan el desdén por la superstición (…) un desdén que típicamente expresaban los grupos más radicales del Iluminismo en sus obras musicales y literarias. De manera similar, ‘Las Bodas de Fígaro’ expresa los ideales sociales del Iluminismo, un himno lírico al planteamiento de que los individuos se autorrealizan y logran sus metas por su esfuerzo, su habilidad y su talento, en contraste con los aristócratas que simplemente nacen con sus privilegios. Así Fígaro le dice al noble Almaviva: “¿Qué has hecho tú para ganarte tu fortuna, jerarquía y posición?…tú solamente te tomaste la molestia de nacer y nada más” (2).

Entonces vemos que Mozart no solamente fue uno de los más grandes gigantes de la música de todos los tiempos, sino que sus óperas expresan los importantes valores de la Ilustración,  y eso constituye un motivo adicional para conocerlas y divulgarlas.

NOTAS: (1) La información sobre el ‘Mito Amadeus’ la he tomado de pags. 262-283 en Michael Shermer (2001) ‘The Borderlands of Science’. Oxford University Press.  (2) Pag. IX en ‘Introduction’ en Isaac Kramnick (Ed) (1995) ‘The Portable Enlightenment Reader’. Penguin Books. USA.

ernestorodri49@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

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