Rateros en revolución

Elides J. Rojas. L.

 

Para el llamado proceso chavista hay un elemento clave en su autodestrucción como opción de poder y viabilidad futura: el ADN corrupto. Es algo inseparable a la militancia, o la mayoría para no ser tan drásticos, sin importar el nivel en que se encuentre ubicado el funcionario. Es algo que supera cualquier texto filosófico de izquierda que alguna vez hayan leído, si acaso es verdad que leyeron algo alguna vez. El tic nervioso que activa el instinto choro no tiene control cerebral, está por encima de la voluntad del chavista. No pueden con eso. Se llama billete.
Y no es que antes no había choros en la administración pública. No. Al contrario. Siempre ha existido el clan de los ladrones. Solo que en estos 20 años el chavismo se soltó el moño y alcanzaron cumbres nunca vistas. Tanto así que acabaron con el país. No solo por mala gestión o incapacidad manifiesta. La clave en esta ruina que vive Venezuela en manos del socialismo a lo chavista ha sido la forma en que depredaron hasta el último dólar, hasta el penúltimo euro. No importó que se tratara de comisiones, presupuestos completos, operaciones de alta ingeniería financiera, traslados de fondos en efectivo de manera directa en extraños vuelos fantasmas, extracción ilegal y venta más ilegal todavía de oro y metales. Contrabando de gasolina, de comida. No importa la fuente. Es todo. Todo lo que tenga que ver con la operación normal de un gobierno más las negociaciones inventadas, terminaban en un montón de dólares para las cuentas de la cúpula cívico-militar que se apoderó de la nación. Y, como si faltaran invitados a la rumba, se asociaron con otros ladrones de alta capacidad como las bandas de Cuba, la mafia Argentina, el capo de Brasil, el productor de coca, bancos en Portugal y otros países donde fue muy fácil manejar los miles de millones de dólares robados a los venezolanos.
Siempre libres e impunes hasta que aparecieron las sanciones y algunas investigaciones regadas por ahí. Pero hay que admitir que para un país interesado en atraer inversiones extranjeras como España es más fácil hacerse el loco ante la avalancha de chavistas comprando terrenos, haciendas, empresas, apartamentos, edificios enteros, urbanizaciones completas. Es más fácil y rentable. Inmoral sí, pero eso en estos tiempos no tiene la menor importancia en la esfera política. Basta que otro país más poderoso arranque la persecución de malandros para que estos receptores de fondos sucios medio reaccionen a una que otra denuncia. Así que en esta materia la ventaja es para los choros chavistas. Y por mucho.
Pero lo más impresionante de la cultura chavista chora es la capacidad que tienen los funcionarios revolucionarios, los policías socialistas y los militares siempre leales, pero traidores nunca; para acomodarse al choreo de dos maneras básica y rápidamente. La primera se puede llamar institucional. Se trata de quienes cobran de manera fija y estatutaria por todo el papeleo necesario para un ciudadano común. Un pasaporte, una partida de nacimiento, una constancia de antecedentes penales, una cédula. Esto cuesta plata y en dólares. Aquí opera una banda cívico-militar de alto vuelo. Jamás habrá pasaportes nuevamente, bajo este régimen, para los ciudadanos, mientras la banda cobre 4.000 dólares por cuaderno y exista quien los pague. Así de sencillo.
La otra modalidad de choreo es por temporadas. No hay agua, entonces la banda cívico-militar cobrará entre 120 dólares y 250 dólares dependiendo de la zona, por camión cisterna. No hay luz por explosión de un transformador, entonces la banda le venderá uno por alrededor de 10 mil dólares que seguramente es robado de otra urbanización. No hay gasolina, entonces le cobrarán en sitios clandestinos hasta 30 dólares por tanque o 10 dólares para que no haga la cola en la estación oficial. Así que al salir de esta pesadilla, no solo habrá que reconstruir el Estado y las instituciones, las finanzas o la vida en general. Lo más duro será convertir en gente trabajadora y seria a millones de malandros cobrando cuaimas hasta por las cajas Clap.

 

 

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