Con la autoridad de haber sido el alcalde más votado de Venezuela, en 2014 Ramón Muchacho (Maracaibo, 1972) defendía la salida democrática a la crisis política tras las protestas contra Nicolás Maduro, que culminaron en la detención del opositor Leopoldo López. «La violencia callejera no es el camino para cambiar Venezuela», dijo entonces a ABC, en una entrevista en la que se desmarcaba de las «guarimbas» -protestas en zonas residenciales, con cierre de calles- y la violencia contra el régimen. Tres años después, Muchacho vive exiliado en Miami, con una condena de 15 meses de cárcel del Supremo a cuestas por desacato al permitir el cierre de las vías durante las manifestaciones contra el Gobierno. «En Venezuela ya no hay salida democrática: fue pulverizada por Maduro. Quizá luchamos ingenuamente durante años por esa salida. Siempre creímos en eso y fue una lucha honesta. Ahora hay que escoger el mal menor… ya no hay salida bonita para Venezuela», sostiene en una conversación vía Skype con este periódico.
-Dejó de considerar entonces la salida democrática…
Lo primero es reconocer que no hay salida democrática, los canales democráticos están absolutamente cerrados. La Constitución establece varias formas de cambiar el Gobierno, que con la Constituyente han quedado selladas por completo. La renuncia tampoco está planteada, todo lo contrario, Maduro quiere quedarse para siempre. La gente está dispuesta a salir a la calle, pero hay mucha violencia, hay muertos… no podemos pretender que los muchachos con las capuchas y escudos puedan con el poder represivo del Estado. Así que no veo posible un cambio democrático ni tampoco violento porque los militares no pueden derrocar a Maduro. ¿Qué viene entonces? Necesitamos ayuda internacional, todas las opciones deben estar abiertas, absolutamente todas.
-Con sus palabras, da la sensación de que no concibe otra salida que la intervención extranjera, pero no se atreve a decirlo.
Nadie quiere ir por el mundo amenazando con una intervención militar por muchas razones. Sin embargo, la declaración de Trump, por estrambótica que haya sido, tuvo una virtud: cayó en medio de un consejo de naciones que discutía sobre Venezuela. Como acto reflejo de los políticos, se emitió una declaración de rechazo. Después lo que queda es un vacío. Si es una dictadura como dicen los países, si no es con una intervención militar, ¿cómo es? ¿Qué queremos? Hay un vacío. Falta que la condena internacional se articule, que cuando imponga EE.UU. sanciones, Europa y América Latina también lo hagan.
-¿Y potencias extranjeras como China también deberían involucrarse?
Es fundamental lo que acabas de decir. Tenemos la perspectiva de que Latinoamérica y Europa hagan cosas, pero también lograr que China y Rusia dejen de hacerlas. Maduro va a durar en el poder por lo menos el tiempo que siga recibiendo financiamiento de sus tres fuentes principales: China, Rusia y EE.UU., no el Gobierno, sino las empresas privadas que compran el petróleo pagando de contado. Hasta la semana pasada, los bancos de Nueva York hacían negocio con la deuda, pero eso ya no va a pasar.
-La oposición está más dividida que antes de las protestas.
Estamos peor después de cuatro meses de protestas y más de 100 muertos, aunque, ojo, el Gobierno ha quedado totalmente deslegitimado
Sí, estamos peor después de cuatro meses de protestas y más de 100 muertos. No todo es malo ni peor, ojo, el Gobierno ha quedado totalmente deslegitimado y desde ahí hemos avanzado internacionalmente. Pero en el balance interno estamos peor. Hace cuatro meses teníamos un ministerio público que había comenzado a hacer su trabajo de desligarse del Gobierno y teníamos mayoría en la Asamblea pese al control del Tribunal Supremo. Hoy la fiscal general está en el exilio y hay otro que es totalmente obediente al régimen. El parlamento quedó como un jarrón chino tras la Constituyente. La decisión de participar o no en las regionales generó fricciones. La dictadura nos pone en una decisión que si participamos tenemos costos pero si no participamos también: si lo hacemos algunos opositores se molestan porque se valida el régimen, pero si hubiera decidido no participar, también hay un costo por no poder votar y que el Gobierno gane 23 gobernaciones sin necesidad de hacer trampas.
-¿Cómo valora la actitud de la exfiscal Luisa Ortega Díaz, que ha pasado de su fidelidad al gobierno a revelar sus supuestas conexiones con el escándalo Odebrecht y fraudes al fisco?
En Venezuela nos quejamos muchos años de que las instituciones no hacen su trabajo y están al servicio del Gobierno. Ahora, cuando una empieza a actuar independientemente tenemos que reconocerlo. No puede ser que nos quejemos también y digamos «cómo es posible ahora». Quienes han ejercido poderes públicos son responsables de sus actos. Ella es responsable de sus actos por muchos años y tendrá que responder por ello, y que lo haya hecho bien o mal en un momento no borra lo demás. Venezuela es uno de los países más corruptos del mundo. En 17 años, lo mínimo se han perdido más de 100.000 millones en dólares por la corrupción, pero debe ser varios cientos de miles y es casi imposible de cuantificar. Hay presos políticos, pero no por corrupción después de ese gran desfalco.
«Zapatero se está quedando solo»
-Zapatero está de vuelta en Venezuela, ¿espera algo de su mediación?
Zapatero está haciendo turismo. Si cree que está lidiando con Gobierno democrático estamos perdidos, no hay nada que hacer está haciendo turismo, le recomiendo que vaya a Margarita, a las playas a los Roques, que coma ‘chipi chipi’ (marisco), que le gusta mucho al venezolano de la costa, pescado frito… No hay nada que hacer ahí. Quisiera verle decir lo mismo que Macron, Santos o Trump… que Venezuela es una dictadura. Ni siquiera veo a la comunidad prestando mucho atención. Zapatero se está quedando solo.
-Con la imposición de más sanciones internacionales a Venezuela, ¿puede agravarse la crisis humanitaria?, ¿contribuyen a la retórica del Gobierno, que busca seguir el ejemplo cubano?
Venezuela está hoy en una situación muy similar a la de Cuba. Salvando las distancias, Venezuela hoy es la Cuba de Fidel con un grupo atrincherado con las armas y que no está dispuesto a ceder ni entregar el poder, sino a perpetuarse. Las sanciones son parte de un plan y tienen unas fechas. El objetivo es la democracia y la libertad, y si se fracasa en el plan, las sanciones no tendrían mucho sentido.
-¿Teme que se apaguen las protestas y la población descontenta con el régimen se rinda?
La calle va y viene, se enfría y calienta dependiendo de los vaivenes de la política y el país. La represión fue muy dura. En 2014 lo fue y esta última ha sido aún más dura. Deja secuelas y cicatrices: no solo hay muertos, hay violados, mutilados… Las fuerzas represivas han cometido todo tipo de tropelías. Les quedan unas secuelas, sin duda alguna. El Gobierno logra aterrorizar, no hay Estado de derecho. Las condiciones objetivas para la protesta están, pero hay miedo porque el Gobierno es dictatorial y de mano dura. La calle puede resurgir en cualquier momento, pero después de lo que vivimos tomará su tiempo.
-¿La confiscación del dinero en efectivo de Lilian Tintori puede afectar a su imagen?
En absoluto, es parte de las cosas que hace el Gobierno. Primero, se ha exagerado la cantidad: 200 millones de bolívares equivalen a unos 10.000 dólares. Con 10.000 cómo va a estar cometiendo un crimen. Lilian explicó que su abuela estaba hospitalizada. Aun si fuera recurso para hacer política está más que justificado, es decir, el mundo espera que nosotros luchemos contra el Gobierno de Maduro que cuenta con todos los recursos de PDVSA, el poder de los ministerios… lo tiene todo. Tenemos lo justo para comprar corbatas, volantes, folletos… Cuando Hugo Chávez llegó, quito una cosa sagrada: el financiamiento público de los partidos y la gente lo aplaudió: «Era quitarle plata a los políticos». Al final, todo el dinero del Estado ha ido para el Gobierno y su proyecto, y nada para la oposición y otros partidos.
-Al contrario que otros presos políticos como Leopoldo López, usted ha preferido exiliarse, ¿por qué?
En libertad puedo hacer mucho más, Javier, y eso es clave. En Venezuela la prisión política no solo es encierro, sino también aislamiento. Los presos políticos en Venezuela están aislados, incomunicados y básicamente son una carga para la gente. No podemos hacer reuniones, hablar con el equipo, escribir documentos, hacer ideas, propuestas… La diferencia con lo que pasó con Chávez, es que como preso conspiró desde la cárcel y armó un movimiento político. En libertad puedo hacer cosas como cuando hace un par de meses visité a Kuczynski (presidente de Perú) o Piñera (expresidente de Chile), o el miércoles pasado que estuve con Mike Pence, vicepresidente de EE.UU., que me visitó en Florida. Desde fuera, formamos opinión de Venezuela y necesitamos un decidido apoyo internacional.
-¿De qué va a vivir en Estados Unidos? ¿Tiene allí amigos, familia? ¿Qué planes tiene?
Es una buena pregunta que me hago yo mismo. Llevo menos de un mes en Estados Unidos y todavía no sé la respuesta. Estoy en casa de familiares, porque tengo familia acá. Para mis hijos, ha sido dramático. No pueden regresar a su país, su cama y sus cosas. Mi principal preocupación es mi esposa y ellos. Aquí pueden estudiar. Tienen la nacionalidad norteamericana, familia y por eso estamos aquí. Si podré lograr trabajar y mantener a mi familia, está por ver. Espero seguir con la lucha desde fuera. Si no, haré como hacen muchos venezolanos aquí: manejando Uber o haciendo cualquier otra cosa para sobrevivir. Los primeros días los he empleado exclusivamente en luchar por Venezuela, luego ya veremos.