Cada vez que hay esta confluencia anual entre nosotros, nos juntamos para testimoniar, para elevar un reconocimiento a una empresa que nos identifica, que está en nuestros corazones: la Radio Trujillo, ese epicentro de la espiritualidad trujillana, la casa grande que nació y ha permanecido siempre grande, tal vez más antes que ahora, porque sus fundadores, que prácticamente fue una generación humanística total, y que la habitaron fecundamente con sus realizaciones intelectuales y culturales, ya no están físicamente con nosotros. Pero perviven y es lo importante: reviven en la memoria y eso es importante también. Pero, más aún, viven en la conciencia porque fueron una lección de ciudadanía, puesto que todos obraron e hicieron; construyeron y edificaron cosas, para que nosotros, los de otras generaciones posteriores, tuviéramos una vida más grata y gozáramos de esos bienes culturales como la misma radio, la música, la banda, el ateneo, la poesía, los buenos periódicos, etc. Por eso, desde su instalación, los trujillanos y no trujillanos, venimos disfrutando de la Radio Trujillo, de la Banda “Sucre”, de la música de Laudelino y Carreño, y de otros bienes sociales que ellos construyeron, teniendo como personaje protagonista central, debe decirse así, a Pedro J. Torres.
Es porque las ciudades, tanto en arquitectura como en urbanidad, las construyen los buenos hombres, los hijos esclarecidos, los que hacen crecer el corazón, los que comprenden que el objetivo final del ser humano es la trascendencia. Sí, es así efectivamente, por eso nos conjuntamos para hablar de ellos con agradecimiento, porque sin ellos no habría sociedad como la tenemos los trujillanos, y porque ellos existieron y vivieron para lo grande y para lo hermoso.
Hace pocos días, releyendo el libro “Orígenes Trujillanos” de Amílcar Fonseca, vi un fragmento oracional que decía, “se oía el murmullo embriagador del progreso”, y la frase me llevó a Pedro Torres y a otros de su grupo generacional, como Joaquín Cegarra, Joaquín Delgado, Armando Núñez, Rafael Ángel Barroeta, y hasta el mismo Laudelino Mejías: pero me centralicé o nucleé el momento en Pedro Torres, y lo situé en este pequeño paisaje que envuelve el ámbito de la Radio Trujillo. Allí, sin nada construido todavía, solo escuchando el murmullo de la quebrada, el que provenía del cerro de Carmona, de ese inmenso bosque azuloso y brumoso; el de La Pelegra, nombre poético de Pedro Pablo Maldonado. Únicamente pureza natural, puros BUENOS AIRES, que así se llamó siempre esta esquina portentosa, tan cara a la trujillanidad total… Aquí concluía por 1925 la parte urbana de la pequeña ciudad, y en adelante la calle Independencia muy rústica, de tierra y empedrado hasta el vértice de la Placita del Carmen. (La Plaza del Carmen es anterior a la Plaza Sancho Briceño). Aquí estuvo entonces la mirada progresista de Pedro Torres, sus sueños y sus esperanzas que se fueron poco a poco concretando en realizaciones, como bien podemos determinar.
Un gobernante de turno resolvió en el segundo lustro de la tercera década del siglo XX, la construcción de una avenida macadamizada desde la esquina del Padre Torres (esquina de los Coronados), hasta el Vértice, y la construcción de la Plaza de Sancho Briceño. Por igual, el encementado de la calle Bolívar hasta la esquina del Hospital (Plaza Sucre). Gobernantes como Pérez Soto, Amador Uzcátegui y José Antonio Baldó, modernizaron con movimiento uniformemente retardado la ciudad: el Teatro ´´Sucre´´, la Plaza Carrillo, la Plaza Sancho Briceño… Entre 1925 y 1930 podemos ubicar esta primera aura progresista vivida por el joven comerciante Pedro J. Torres (esta fue siempre su firma comercial), que estuvo en este sitio, aquí enfrente, y también luego en el centro de la ciudad.
Pero, de ese lustro de que hablo, volvió Torres a ubicarse en su terrón de origen, y apareció entonces la primera gráfica elocuente del Bar “Buenos Aires”. Ahí está el daguerrotipo. Trujillo era todavía las ocho cuadras centrales, porque San Jacinto estaba lejos, muy lejos, y Las Araujas era simplemente un ´´balneario´´, que de esta manera se conocía, y La Otra Banda casi despoblada y sin definición territorial propia. Torres era visionario y fue construyendo y expandiendo los límites de acción de su emprendimiento comercial. Así, el Bar “Buenos Aires” no era solamente un bar. Este era el nombre del establecimiento, porque adentro había de todo, una gran casa de abasto, como podemos ver: el surtido más completo en toda clase de pescados en lata, hortalizas, salsas, encurtidos, aceitunas, frutas en su jugo, aceites finos, queso de bola Petagrás, vinos de mesa… Y luego, el Almacén Americano y el Gran Salón ´´Víctor´´… Y para 1931 ya estaba en servicio la bomba de gasolina del Bar Buenos Aires, y la Gallera Buenos Aires. Todo con el nombre Buenos Aires. Tanto que cuando provino la Orquesta (aunque no fue de Pedro Torres), esta también llevó el nombre “Buenos Aires”. La hermandad de Pedro Torres con Carora, creo yo, salió de esa gallera, porque venían cuerdas de Barquisimeto y de Carora a competir en ella.
¿Y la radio?
Ni soñar con una empresa de ese tipo en la ciudad, aunque ya la radiodifusión estaba avanzada en otras partes, y en Trujillo no había radio como empresa, pero sí radio-receptores, de varias marcas y en competencia entre el comercio local: José María Fonseca, Diego I. Rodríguez, Pedro J. Torres vendían aparatos de radio. Decía la propaganda en cuestión: ´´¿Conoce usted el nuevo radio modelo L-8 del Radio Pilot Dragon? Precio por cuotas: Bs. 625 Agencia del Bazar Americano Luis Alberto Rojas. Trujillo´´. Este era otro comerciante establecido. Esto ocurría 4 años antes de la Radio Valera; 8 años antes de la Radio Trujillo.
En 1935 se extrañaron los trujillanos al saber que el presidente del Estado, Dr. J. Francisco Castillo presentaba públicamente un libro de carácter científico sobre la radio. “Recopilando en él la mayor parte de las estaciones radiodifusoras del mundo, por medio de su excelente aparato receptor Scott XV de toda onda.” A un año de la aparición de Radio Valera y a cinco de la aparición de Radio Trujillo se publicó entre nosotros un libro sobre la radiodifusión.
La gran pregunta de la prensa local era: ¿Habrá estación radiodifusora en Trujillo? Al respecto, resaltaba un editorial periodístico lo siguiente:
“Trujillo también debe tener estación radiodifusora ¿Por qué no? Aquí tenemos algunos capitalistas que pueden iniciar la empresa ¿Dará los resultados de otras partes? No lo dudamos, las empresas que no se establecen son las que no resultan. Ya es de todos conocida esta verdad. Qué bueno sería que en Trujillo se formara una compañía anónima para establecer una estación de radio´´.
Y Pedro Torres, como comerciante principal, era el receptor inmediato de aquellos pedimentos. Por 1938 apareció una campaña en pro de la constitución de una compañía para la fundación de una radio. La campaña fue tomando cuerpo y un gran hombre la hizo realidad: PEDRO J. TORRES.
¡Qué cosa es el tiempo! Cómo va definiendo y colocando las cosas en el espacio, las concreta y hace perdurables, como la Radio Trujillo, por ejemplo. Se quedan allí las obras configurando una biografía creciente. Porque no solo las personas tienen su biografía, también las cosas la tienen, como la biografía de una esquina, por caso, la esquina Buenos Aires, contentiva de tanta historia local. En los espacios del saber podemos colocar la historia menuda, se identifica y se va abriendo un camino con ella; se analiza o comenta simplemente, aunque todas ellas fueron hechas por constructores de ciudad. Pedro Torres fue un constructor de ciudad, por lo que sus ejecutorias y obras hacen memoria, generan un imaginario y lo dejan gravitando para el porvenir. La biografía de la Radio Trujillo es un hecho concreto. Es un libro por escribir, un libro que puede ser denso o sencillo, pero extenso en su dimensión estructural, pues contendría historias de ochenta años… de un siglo casi.
Yo, en lo particular, lo he venido haciendo. Les cuento enumerativamente: 1940, un año intenso, 1941, acto en la Radio Trujillo, servicio de radio educativa, la marcha oficial de la Radio Trujillo, concierto en homenaje a Numa Quevedo, radio cultural, Panchita Duarte, concierto y palabras de Laudelino, homenaje cultural a Trujillo, “Se mueve la onda”, ´´Radio comentando´´, El informativo radial a cargo de Humberto Rumbos, programación de la radio, misión de acercamiento cultural, programa «La Hora del Estudiante», «La Hora del Lector», la radio en constante actividad; charlas sanitarias, programa en homenaje a la sociedad boconesa, con un concierto musical trujillano, audiencia bailable, la Orquesta “Buenos Aires”, «Carreño y sus muchachos», la «Hora de Heraclio Torres», verbenas de damas en la terraza de la Radio Trujillo, música, poetas y bohemia, los grandes compositores, entre otros muchos temas intervinientes.
¿Y la terraza? Históricamente, entre el Bar Buenos Aires y la Radio Trujillo ha habido dos terrazas: la primera es la que soporta el pequeño edificio contiguo del bar y esta en la que nos encontramos. Las dos están llenas de historia, aunque la segunda lleva todo el peso de los ochenta años. Esta terraza es uno de los grandes signos patrimoniales de la ciudad de Trujillo. Hasta 1940 era la terraza «Dancing» del bar “Buenos Aires”, que así se llamó la primera. Desde 1940 comparte su fijación entre el bar y la radio. Terraza de la Radio Trujillo es como hoy la conocemos. Pero, lo importante es que en ella nació la radio, y floreció la música de Laudelino, de Carreño y de otros compositores, la poesía de la bohemia trujillana, cruzadas socioculturales importantes, la tradición de la Cruz de Mayo, jornadas socioeducativas. De aquí nació el Club “Demócrata” de Laudelino y sus socios, el Club “Caballo Blanco” con estos mismos integrantes, fusionados al final con el famoso Club Cruz Carrillo; la propuesta del Cuartel, del Grupo Escolar, del Ateneo de Trujillo, el Hotel Carmona (Hotel Trujillo), la Cámara de Comercio Industrial y Agrícola, el Banco Comercial de Maracaibo, la Universidad, y pare de contar.
Quiero parafrasear a Ítalo Calvino, quien dijo: “La ciudad no dice su pasado, lo contiene como las líneas de una mano”. Quiero decir que la Radio Trujillo no dice su pasado, lo contiene. Y somos nosotros entonces, los que tenemos la obligación de desentrañarlo o redescubrirlo, para un conocimiento que enseñe, que sea una pedagogía ética y estética también, como una gran lección que le está haciendo mucha falta a Trujillo, a esta ciudad que nos tiene adoloridos y apesadumbrados, sin un rumbo o programa que la coloque en una nueva posición de destino que nos permita gozarla y ser felices en ella, como gozosos y felices fueron aquellos hombres y mujeres de los cuales hacemos mención en esta biografía.