Pueblerías | PUBLICIDAD | Por: Gonzalo Fragui

Juana Cerrada tenía una pequeña pensión, donde también vendía comida, en Mesa de Quintero, en los pueblos del sur de Mérida. Se acercaba la fiesta del Santo Niño de Atocha, Patrono del pueblo, el 15 de diciembre, y, para aprovechar la fecha, decidió poner un aviso para turistas y visitantes.
Llegó el día y Juana se levantó de madrugada, preparó empanadas, pasteles, arepas, hallacas, sancochos, dulces, café, guarapo y chocolate. A la hora del desayuno no se acercó ni un alma para tomar café. Después de la misa de once esperó que fuera mucha gente a almorzar pero no fue nadie. Tampoco a la hora de la merienda ni para la cena.
Finalizó el día y Juana se quedó con toda la comida. A pesar de que las fiestas habían estado muy buenas, con visitantes de muchos pueblos vecinos.
Semanas después unos canagüeros se encontraron en Mérida con Juana y le reclamaron:
– La pasada de hambre que nos echó usted en las fiestas de Mesa de Quintero.
Juana no entendía, les dijo ella no se había movido de la pensión, había hecho suficiente comida y que incluso había puesto carteles por todos lados para hacerle publicidad a la pensión.
Ese precisamente había sido el problema. La publicidad decía:
PENSIÓN CERRADA
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