Por: Antonio Pérez Esclarín
En los momentos que vivimos en Venezuela, mantener la esperanza y, más aún, promoverla, es un acto verdaderamente revolucionario, orientado a superar la situación difícil que vivimos, y a desenmascarar esa autoproclamada revolución que ha resultado una inmensa involución pues nos ha hecho retroceder a los peores momentos del siglo XIX.
Motivos para desesperar hay muchos: La incompetencia de un gobierno que ha destruido al país, su aparato productivo y las empresas del Estado empezando por PDVSA que, siendo una de las empresas más exitosas del mundo, hoy no es capaz de abastecer el reducido mercado interno de gasolina. Empresa además saqueada por una serie de corruptos, cuya ambición les llevó a engordar groseramente sus bolsillos sin importarles la miseria, éxodo y muerte que causaban.. No comprendo cómo el ser humano puede llegar a esos niveles de degradación y deshumanización y a revolcarse en la podredumbre. Sus lujos, placeres y bebidas exquisitas, tienen el sabor amargo de la sangre derramada. Las joyas que regalan a sus amantes y prostitutas son collares de inmundicias. ¿Es que acaso nunca escucharon la voz de sus conciencias ni les importó el dolor de las mayorías que ocasionaban sus traiciones y robos?
Razón para desesperar es ver cómo el Gobierno pulverizó la moneda, los salarios y ahorros; y acabó con los tres puntales del progreso: la salud, la educación y el trabajo. Gobierno que expulsó del país a más de siete millones de personas que lo abandonaron para intentar sobrevivir en otros lugares que les permitieran vivir dignamente de su trabajo Gobierno que se ha aliado a los más autoritarios del mundo y cuyo único objetivo es mantenerse en el poder sin importarle el sufrimiento de las mayorías ni manipular a su antojo la Constitución.
Motivo para desesperar es ver cómo altos funcionarios han traicionado su juramento de cumplir y hacer cumplir la Constitución, que se ha convertido en papel mojado. Es también motivo de desesperanza presenciar cómo la oposición sigue vacilando ante la necesidad de superar las diferencias y articularse y unirse en torno a un único candidato con posibilidades reales de ganar y de defender su victoria Espero, sin embargo, que de las reuniones y cónclaves de estos días, salga por fin el humo blanco que indique la selección del candidato o candidata unitario. ¡Esta sí sería una gran noticia promotora de esperanza!
A pesar de todo esto, yo no me resigno ni me rindo, y segujré promoviendo una esperanza activa porque creo en Venezuela, en sus enormes potencialidades y en la creatividad y bondad de su gente. Alimento mi esperanza en el heroísmo de tantos maestros, sanitarios y trabajadores que no se rinden y siguen dando lo mejor de sí mismos a pesar de sus sueldos miserables. Alimento mi esperanza al ver la solidaridad de tantas personas que comparten su pobreza y son capaces de quitarse la comida de la boca para darla a los demás. Y alimento mi esperanza en la fe en un Dios maternal que comprende nuestros sufrimientos porque pasó por ellos, y nos acompaña en el empeño de transformar a Venezuela en un país próspero, reconciliado y fraternal. Por ello, coincido con Anatole France cuando dice que “Nunca se da tanto como cuando se da esperanza”, pues no hay peor ladrón que el que roba los sueños. Por ello, seguiré “disoñando” (soñando y diseñando) la educación necesaria y el país posible que nos merecemos. Yo no quiero una Venezuela ni de la quinta ni de la cuarta república. Yo quiero una Venezuela de primera. Y a lograrlo dedicaré todos mis esfuerzos y trabajos mientras me quede fuerza y vida.
@pesclarin
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