Isaías Márquez
Preocupante e incoherente con los acuerdos informales Maduro/Ali sobre la “Zona en Reclamación”, cuando percibimos según la VOA, que Guyana “está buscando la ayuda de EEUU para mejorar sus capacidades de defensa ante los temores porque Venezuela se apodere de una región en disputa al oeste guyanés, rica en minerales y petróleo.
Entonces, el diálogo de diciembre pasado que sostuvieran ambos presidentes en San Vicente y Las Granadinas para abordar el tema en términos pacíficos y sosteniblemente mediante la normativa del Acuerdo de Ginebra, documento único y válido para abordar tal problemática, ¿Fue acaso un saludo a la bandera y/o ejecución de algún formulismo?, o quizá convalidación de la frase de Lord Palmerston, ministro del interior inglés en el gobierno de coalición de Aberdeen en 1852: “las naciones no tienen amigos ni enemigos permanentes; solo intereses permanentes”.
Tras un atisbo de alivio para ambos pueblos, ahora surge un escenario en el que Guyana ante un nerviosismo justificable por temor a una posible razia, se nos ofrece un conflicto tipo ruso-ucraniano y/o Hamás-Israel, indeseable y repulsivo bajo cualquier condición, pues es típico de todo régimen dictatorial apelar al sentimentalismo nacionalista como planeamiento político para afianzarse más aún, en el poder.
Estúpido sobremanera, que ante un país con cerca de un 20 por ciento de su pueblo en condiciones de indigencia y alrededor de casi unos siete millones de sus connacionales migrados, el régimen fundamentándose en una consulta efectuada el 3/12 pasado en la que un “sí” capcioso marcado supuestamente, unas cinco veces obtuviese una mayoría considerable por el rescate de un espacio en disputa centenaria equivalente a unos 160000 km cuadrados.