Por José Antonio Gil Yepes
Una alta abstención cuando el país vive una grave crisis haría suponer que las mayorías se movilizarían para superarla: la ciudadanía ha perdido conexión con el gobierno y debería movilizarse a votar contra él si sólo el 19% evalúa positivamente la gestión del Presidente; el 13% se autodefine como “chavista”; el 12% se identifica con el PSUV porque la evaluación negativa de la situación país se ubica en 94%; perdimos más del 50% del PIB en 5 años y tenemos la mayor inflación del mundo.
Sin embargo, los partidos de oposición también han perdido conexión con la ciudadanía y no están canalizando el descontento: Las grandes marchas y protestas de años anteriores son impensables hoy dado que la identificación de los ciudadanos con los partidos de oposición ha bajado de un 47% en noviembre de 2016 a un 26%; la identificación con los partidos de oposición ha bajado de 27% a fines de 2017 a 8% y la descoordinación campea entre ellos.
A lo anterior se le suman el efecto de la separación de las elecciones de alcaldes de las elecciones de concejales y que el oficialismo creó una estructura paralela, el Poder Comunal, que compite en funciones y recursos con las gobernaciones y alcaldías.Hoy, muchos recursos que la población podría recibir vía concejales y alcaldes son distribuidos vía consejos comunales. Esto es inconstitucional, pero es un hecho.
La cultura política del venezolano tampoco contribuye a que el ciudadano se organice y ataque sino que lo inclina a inhibirse. Nuestra cultura política se ha gestado por siglos bajo regímenes autoritarios hacia los cuales los ciudadanos se pliegan o corren grandes riesgos. De allí que, en política, le han entregado, tradicionalmente, un cheque en blanco a políticos o militares que nos han gobernado y hoy también a imaginarios invasores extranjeros o a la Corte Celestial. Fallando estos grupos de poder, no es de extrañar que el ciudadano se retraiga, en este caso, no vote. Si bien esto se entiende, no podemos asumir que la solución de la crisis sea el retraimiento. Si no nos gustan los partidos que tenemos para movilizarnos, deberíamos formar otros.