En 1999 P. Bourdieu afirmaba que es en la esfera intelectual donde los intelectuales deben llevar el combate, no solamente porque es en ese terreno donde sus armas son eficaces, sino porque es en nombre de una autoridad intelectual, la ciencia por ejemplo, como las nuevas tecnocracias, élites y demagogias políticas logran imponerse. Ciertamente, miremos de cerca las prácticas de sondeos de opinión, las medidas represivas aplicadas a disidentes y la política cultural-económica buscando que se imponga el vulgar y cínico intercambio entre voto por miseria para captar el clima cultural entre nosotros. Es en este sentido donde el valor autonomía cobra importancia para pensar y el medio que todo intelectual debe cultivar, sin este dato lo que veremos son cerebros alquilados al poder y muchas veces, hay casos notorios en la Venezuela de este ambiente gris y sombrío, por migajas que cual perro hambriento el poder les tira como bozal del silencio cómplice. Autonomía para detectar a tiempo las señales de esa ola de podredumbre en la que es difícil surfear, salvo que se cuente con una asesoría de Bioanalista. En esas señales, que tienen su historia, están fuertemente implicadas las élites políticas, económicas, religiosas, sindicales y su estrategia ha sido siempre la de controlar las funciones políticas y legales donde la figura del intelectual crítico es un elemento apenas aleatorio, pues con los residuos ideológicos que están en el mercado del voto construyen su plataforma de intereses particulares haciéndolos circular con imagen de beneficio colectivo. Pero no nos engañemos, el lomito es para las élites, las sobras son para la masa votante y si es desde el gobierno tal práctica el asunto es de amplias cualidades cínicas. Es decir que para las élites esa función tiene que cumplir con la expresión de M. Weber, <la domesticación de los dominados>. Seguramente algún lector me pudiera decir. <Entonces para usted solamente hay desesperanza>. Eso es posible y no veo el inconveniente pues se trata de denunciar esta brisa de manipulaciones y engaños en que se ha convertido la política entre nosotros. Si algo saco en blanco de lo que como venezolano vivo en mi cotidianidad es un juego de lenguaje donde la multiplicación de los discursos (informativos, persuasivos, curiosos, chismosos, vulgares, escatológicos, esperanzadores) terminan siendo materia prima excremental. Más allá de que somos sujetos de creencias y mitos, de cultores de la improvisación o amigos de los paliativos y emergencias, hemos tocado con algo grave en esta era de la globalización: somos percibidos en el mundo como poco serios, tramposos, corruptos y mentirosos. No es que esas características no existan en otros lugares, pero cierta cordura y sindéresis anima allí el control de la voracidad de ciertos políticos, quienes aparte de no tener nada que decir para un siglo de cambios, son vulgares instrumentos de unas élites también ignorantes. El escéptico con su discurso asume dentro de su autonomía los límites de los discursos vacíos, de humo, vaporosos que cubren su ignorancia con el grito, la proclama, la patria, el ruido y por ello la denuncia. Es curioso afirmar esto, porque la víctima principal que es quien ofrece su voto para el intercambio sabe que le están dando estiércol por manjares, sabe que lo están encantando con promesas (Ya viene la salida, estamos cerquita del cambio, esta pesadilla terminó, la patria te hará libre) y sin embargo su pereza para pensar, como si estuviese picado por la mosca del sueño, la practica con orgullo. ¿Todo indica que usted no tiene fe?, pudieran espetarme. El asunto pareciera consistir en preguntar esto: ¿Cómo pudiéramos reconstruir el ánimo sin impugnar con fuerza lo vergonzoso del engaño? Pienso que sin la reconstrucción ética moral del venezolano esta pesadilla seguirá instalándose como lo hacen los parásitos. Saque sus conclusiones.
@CamyZatopec