Poeterías | CUMPLEAÑOS | Por: Gonzalo Fragui

 

Hoy 22 y mañana 23 cumplo años. Nací en Mucutuy, Edo. Mérida, en 1960. Mi padre me asentó en la prefectura como si yo hubiera nacido el 22, y así aparezco en la cédula, pero mi tía María, quien fue la comadrona, me explicó que mi madre empezó con los dolores el 22 en la noche y que yo había nacido el 23 en la madrugada.

En la Escuela Emilio Maldonado López de Mucutuy teníamos clases, de lunes a sábado, en la mañana y en la tarde. En las tardes el horario duraba hasta las 4:30, y cuando salíamos era una fiesta llegar a casa donde nuestra madre nos esperaba con la merienda. Pero el día del cumpleaños la merienda era especial. Madre preparaba unos pasteles rellenos de dulce, que todavía hoy no han podido ser superados por ninguna otra torta ni por ningún otro postre con el que me haya endulzado la vida.

Y hoy para celebrarlo me cuelgo del bigote de Groucho Marx, quien decía: “Si continúas cumpliendo años, acabarás mal”

En una oportunidad estaban buscando un actor para hacer el personaje de Noé y alguien propuso el nombre de Groucho al director de la película, quien respondió:

– ¿Groucho?, Noo, Groucho está muy viejo, mejor pongamos al Noé original.

 

Llego a los 63 con las mismas dudas y la misma incertidumbre de cuando llegué a los 10. Temo a la oscuridad, a los espacios cerrados y a los ojos negros.

Somos tránsito y sobre todo transitivos, necesitamos de un complemento directo, como la mirada de una mujer, el milagroso puente que nos permita llegar al otro lado del día.

A veces me siento capaz de atravesar solo el desierto pero hay días que me derrumbo, como Hamlet el hijo de Olafo, ante el golpeteo de una mariposa. A veces desearía nadar en los siete mares, pero otros días prefiero el arroyo de la sierra, como Martí.

Cada vez deseo menos cosas pero las deseo con más intensidad. Por aquello que decía Flaubert: «un alma se mide por la dimensión de su deseo, del mismo modo que se valora a las catedrales por la altura de sus campanarios».

 


Margen de error

 

Nunca he tenido claro

los próximos cinco segundos

 

Ante cualquier situación

siempre he creído en la bondad de los dioses

 

Aunque hubiera deseado las cosas de otro modo

no me quejo

 

Busco la liviandad del vuelo

a pesar de unas cuantas culpas y otros tantos temores

 

En estos días abro los brazos

como queriendo respirar el añil de los cielos de Enero

 

Creo que ya nada podrá hacerme daño

 

He vivido siempre

en eso que las estadísticas llaman

el margen de error.

 

 

 

 

 

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