“Poderoso caballero es don Dinero” es una frase muy conocida del escritor español Francisco de Quevedo (1580-1645). Entre sus estrofas cito dos, la primera y la tercera:
“Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Es Galán y es como un oro,
tiene quebrado el color;
persona de gran valor
tan cristiano como moro;
pues que da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero,
poderoso caballero
es don Dinero”.
Una de las vergüenzas que puso en evidencia la sangrienta agresión a Ucrania, es toda la podredumbre de los oligarcas rusos disfrutando de sus fortunas mal habidas gracias a la dictadura corrupta de Putin, en los privilegiados lugares de las democracias occidentales, donde disfrutan – o disfrutaban – de libertad y excelente trato.
Las mejores playas y montañas de España, Italia, Francia, Inglaterra y otros países europeos, eran los sitios escogidos para construir sus mansiones, pasear en sus lujosos automóviles, navegar en sus ostentosos yates e instalar sus redes mafiosas, mientras muchos lugareños, y en especial sus autoridades, hacían lo posible para que lo pasaran cómodos, a la espera de que algo les goteara de esas fortunas.
Así lo hacen también muchos de los grandes acaudalados de fortunas mal habidas que provienen de los pueblos arruinados de África, Asia y América Latina. Los boliburgueses fruto del socialismo del Siglo XXI han encontrado en los más lujosos lugares de Estados Unidos y Europa sitios cómodos para el disfrute de una vida opulenta.
Las autocracias son buenas para que prospere la corrupción, haciendo inmensamente ricos a la gente del poder y sus secuaces, mientras se incrementa exponencialmente la pobreza y la miseria. Vea los informes de Transparencia Internacional y los Índices de Desarrollo Humano: a mayor corrupción mayor pobreza. Pero a su vez la libertad y la democracia son buenas, por la complejidad que su funcionamiento implica, para que sea aprovechada por la mala gente para convivir en sus espacios, haciendo gala de sus extravagancias en un mundo que aplaude el espectáculo y la diversión.
La cleptocracia, que es el gobierno cuya razón de ser es el enriquecimiento de los propios gobernantes, de sus familiares y sus amigos, favorece toda clase de delitos a costa de los recursos públicos, pero también de todo lo que recibe o puede recibir la influencia del poder, el nepotismo y por consiguiente el mal gobierno y la ruina de las grandes mayorías.
Las noticias traen la información de la existencia de más de 500 oligarcas de la cleptocracia rusa, cuyo patrimonio pasa de los 500 mil millones de dólares, una cifra muy atractiva para los sistemas financieros y económicos cuya única razón de ser es la codicia. En Venezuela la fortuna de la cleptocracia criolla supera los 100 mil millones de dólares, una caudal enorme para un país modesto, lo que explica gran parte de la ruina generalizada del país. Estos poderosos caballeros encuentran en las democracias occidentales las condiciones favorables para disfrutar sus fortunas amparados en una ética laxa de sus sistemas públicos.
Esto que funciona a esas escalas nacionales y globales, también funcionan bien aceitadamente en nuestras localidades, con lo boliburguesitos endógenos que ejercen la cleptocracia en los poderes locales y regionales, y en las dependencias nacionales desconcentradas, mostrando impúdicamente sus fortunas mal habidas, pues como reza un recordado refrán “se puede ocultar la mano que roba pero no la mano que gasta”. Y menos en sociedades que donde se respeta y considera a don Dinero, más que al trabajo honrado que genera una vida modesta y ejemplar.
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