No queremos negociar, sino que se vayan todos los corruptos-ineptos y su “Socialismo del siglo XXI”. De acuerdo, pero cómo se logra eso. Ahí, en el cómo, empieza la política o queda en evidencia la falta de ella. No basta anunciar lo necesario, la política hace que lo necesario sea posible y que éste se transforme en realidad. No es buen médico quien rechaza la enfermedad y proclama la salud pero ni cura ni sana.
En Venezuela hay centenares que se consideran grandes políticos porque proclaman rotundamente la obvia necesidad de salir del actual gobierno criminal, corrupto e inepto, sin contaminarse en negociaciones: salir de todos, castigarlos y sustituirlos con un gobierno impoluto. Perfecto. ¿Quién cree que esto no debe ser aplaudido? Pero resulta que este buen deseo sin cómo, sin política, puede ser más bien una ilusión de aparente visión superior y solución impecable, y venenosa siembra de la anti política. Es como el médico ilusionista que no opera, ni da tratamiento, ni cura, pero proclama rotundamente su verbal repudio a la enfermedad.
Pero cambiar el infierno venezolano en sociedad humana es hoy una tarea muy difícil: ¿cómo hacer para que esa necesidad se convierta en efectiva posibilidad y ésta se transforme en realidad? En el cómo empieza la política y el diálogo dialéctico entre la muy negativa realidad y el ideal de la sociedad alternativa que queremos. Convertir el mal reinante en bien es tarea muy exigente, dura y difícil y el animal político no se torea desde las gradas sino jugándose la vida frente a los cuernos del animal.
Este terreno político, donde se juegan ilusiones, falsas promesas y partos difíciles, es ideal para embaucadores ambiciosos, pues la política es el reino del poder y quien se apropia del Estado conquista la llave para disfrazar de bien común sus ambiciones individuales. Las mayores propuestas políticas empiezan con la frescura y brillo de los grandes ideales sociales; luego viene la frustrante metamorfosis donde vemos con horror cómo algunas de las mariposas más bellas y atractivas se convierten en asquerosos gusanos que se arrastran y engordan en el estercolero. En las dos últimas décadas (1998-2018) hemos visto a líderes chavistas transformados en gusanos de la política; algo más triste y escandaloso que lo visto antes en partidos decadentes. Pero también hemos visto nacer auténticos políticos honestos que han dado su comodidad y su vida para que el cambio necesario se haga realidad. Centenares y miles de jóvenes (y no tan jóvenes) que con su familia han perdido la paz y vida o están en la cárcel.
¿Cómo salir de este régimen? Claro que es necesaria la salida de Maduro y su régimen dictatorial, que se prolongó eliminando las elecciones presidenciales constitucionales de fines del 2018. Sabemos que los usurpadores del poder no van a renunciar voluntariamente. No es menos claro que esta dictadura tiránica ha acumulado poderes, levantado murallas y trincheras para resistir y aplastar a quienes quieren cambiar. Invocan grandes principios humanitarios y democráticos, pero saben que su único argumento para perpetuarse es la fuerza.
Al mismo tiempo la gran mayoría de los que fueron chavistas (incluso ministros) está convencida de que este régimen podrido agoniza y su continuación es muerte para los venezolanos. Este chavismo que sufre junto a la gran mayoría nacional reclama una negociación para concretar la ruta de salida de la dictadura y la construcción de una Venezuela democrática y próspera con oportunidades de vida para todos. La absoluta necesidad de la salida del régimen y la reconstrucción del país es un deseo que se estrella contra la fuerza del actual régimen tiránico y dictatorial y la debilidad de nuestras fuerzas internas, aunque potencialmente sean tan infinitas como el hambre y la miseria reinante. La justicia necesita sumar una fuerza mayor que la tiranía.