Por: Carolina Jaimes Branger
El viernes 11 de julio al mediodía abrí mi WhatsApp para chequear mis mensajes. El primero y único que vi fue el de mi amigo el Dr. Benjamín Scharifker, que decía: “Lamento transmitir la muy dolorosa noticia del fallecimiento esta mañana de nuestra querida Paulina Gamus, mujer de temple, de inteligencia vivaz y verbo inigualable, sólida en sus conceptos y firme en sus convicciones, luchadora hasta el final. Sentido pésame a familiares y amigos. La echaremos de menos, bendita será su memoria”. Demás está decir que no leí más… Tuve con Paulina una amistad cercana y la noticia, aunque no me tomó por sorpresa, sí me produjo mucho dolor.
Paulina Gamus Gallegos se nos fue después de haber vivido una vida intensa, interesante y apasionada. Su figura, sin que me quede duda, permanecerá como un emblema de trabajo, buen hacer, decencia, honestidad, que, ojalá que la nueva sociedad que ella no llegó a ver, la reconozca y aprenda de ella. Desde su labor como activista y defensora de los derechos humanos hasta su compromiso en la arena política, la trayectoria de Paulina fue un ejemplo de dedicación y pasión por el bienestar de su nación. Si fuéramos un país de alguna manera civilizado, su partida debería significar un momento de reflexión para la política venezolana.
Nacida en un contexto complejo, Paulina logró abrirse camino -y siempre trabajó amén de moverse como pez en el agua- en un espacio predominantemente masculino. Se graduó de abogada, mención Magna Cum Laude, en 1959. Fue directora de menores en la Policía Técnica Judicial (PTJ), (hoy CICPC) donde estuvo durante 9 años. Fue la primera mujer de origen judío en ocupar un escaño en el entonces Congreso Nacional, primero como diputada y luego como senadora. También la cultura venezolana tuvo influencia de su buen hacer: fue Ministra de Estado-Presidenta del Consejo Nacional de la Cultura (CONAC) entre 1986 y 1989. También fue articulista en varios importantes medios donde dejó claro que “no tenía pepitas en la lengua y no era escaparate de nadie”. Fue miembro de la junta directiva de la Fundación Conciencia Activa, directora ejecutiva de la CAIV, la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela y miembro de la junta directiva del Espacio Anna Frank.
Su valiente defensa de los derechos de la mujer y su lucha por la equidad son características que la definieron y que han inspirado a varias generaciones de venezolanas. A lo largo de su carrera, se destacó por su capacidad de diálogo y su firme postura en pro de la justicia social.
Dejó sus memorias en un libro editado en 2018 por Sergio Dahbar, titulado “Permítanme contarles”.
Hace unos meses empezamos una entrevista que yo quería hacerle y que por motivos diversos siempre pospusimos. Guardé lo que habíamos adelantado para más tarde…
Su legado perdurará en los corazones de quienes la conocimos y la quisimos, y en las políticas que promovió y en las injusticias que ayudó a erradicar. Que su visión de un país más justo y equitativo siga viviendo en el trabajo de aquellos que continúan la lucha que ella inició.
En su despedida, recordamos a Paulina ya no solo por sus logros políticos, sino también por su incansable espíritu. La comunidad venezolana se une para rendir homenaje a su vida. Su presencia seguirá siendo una fuente de inspiración para las futuras generaciones de mujeres líderes que buscan transformar el panorama nacional.
Que su memoria perdure y continúe guiando a Venezuela hacia un futuro mejor.
@cjaimesb
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