Nuestros páramos y campos andinos de nuevo florecerán 

El Collado del Cóndor, en el páramo merideño

Un cúmulo de emociones genera la tragedia ocurrida en los páramos merideños y trujillanos, debido a la crecida impredecible de los ríos Chama, Motatán y Santo Domingo, donde se han visto afectadas más de 400 familias entre los estados Trujillo, Mérida, Táchira y Barinas.

Importantes carreteras y viviendas se han tragado las aguas en su impetuoso camino, resultando dolidos en lo más hondo valiosos hombres, mujeres y niños, habitantes de pueblos y comunidades como Chejendé, Niquitao, Las Mesitas, El Potrerito, Los Jarillos, Boconó, Miticún, La Mesa de Esnujaque, Cabimbú, El Cumbe,  Las Palmeras, Santa Rita, Villa Mercedes, Los Llanitos, Timotes, Mucusé, Puente Real, La Venta, Chachopo, Cacute, Mucuchíes, Mucurubá, Apartaderos, El Caney, La Vega, Escaguey, Tabay, Santo Domingo, El Baho, Las González, Capacho, en el estado Táchira y también Barinas, Barinitas, estado Portuguesa, Guanare, Guanarito, Ospino, y muchos más sectores a lo largo de estos grandes afluentes.

La incertidumbre de haberlo perdido todo: ropa, enseres, casas y hasta sus siembras y tierras, ha encontrado lugar en los corazones de muchos, pero también la esperanza y fortaleza sigue más viva que nunca en quienes han vivido de cerca estos aciagos momentos. Vemos cómo en medio de la adversidad su fuerza espiritual es impulso para levantarse, centrados sus pensamientos en cómo empezar de cero, agradeciendo la vida y la ayuda multitudinaria de paisanos merideños y personas de todo el país que sufren por este duro momento de familias, amigos, venezolanos todos.

Cuántos que han disfrutado de sus paisajes, de sus atenciones y la majestuosidad que brindan estos parajes andinos y su gente, sin pensarlo se han sumado al trabajo de ayuda colectiva para poner su granito de arena y llevar amor, atención y una palabra de aliento que alimente sus almas. No hay que olvidar, que verse atendidos y que no están solos es una gran acción y el mayor impulso para levantarse y avanzar.

Son venezolanos de trabajo duro, que han tenido que sortear quién sabe cuántas vicisitudes en su largo andar para levantar sus hogares y sus familias, casas de tapias,  con ingenio para bajar sus siembras de sitios tan apartados, en medio de la lluvia y el frío inclemente. Son esas personas que desde antes del amanecer están sembrando y cuidando la tierra y los frutos que vemos en nuestras mesas día a día.

Hoy necesitan apoyo para despegar y levantar su vuelo, pero como los cóndores andinos, su espíritu libertario, de altivez, de amor y humildad, son ejemplo de resiliencia. 

Florecerán de nuevo nuestros campos andinos, y nuevamente los frailejones y sus hermosas flores amarillas, el trigo, los pensamientos, los sembradíos de papa, zanahoria, ajo, repollos, lechugas, rosas, adornarán esas cumbres nevadas que hoy visten su mejor gala para decir: con determinación y fe sus corazones sonreirán y brindarán esa calidez propia de nuestros campesinos merideños.

Más temprano que tarde llenarán sus hogares, y nos deleitarán con sus divinas pizcas andinas, pastelitos, truchas rellenas, arepas de trigo, de maíz chiquito, café y chocolate, dulces de leche, abrillantados, higos rellenos y los famosos calentaitos.

Así será, porque es una tierra bendecida para agraciar nuestras vidas con sus maravillosos frutos.

 

 

 

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