Nuestro banquete

Para comer bien hay que cocinar mejor, y en eso distingue el trujillano, con platos sencillos, pero bien elaborados y llenos de sabor

Fotos: Oswaldo Vergara

 

POR EVER GARCÉS

Getty Images/Archivo

Trujillo es tierra de privilegios, de abundancia, de trabajo, de cosechas. Toda mesa se viste de gala, de colores, de aromas y sabores cuando de servir los platos más emblemáticos  se trata. Con solo hablar de éstos, los sentidos se despiertan, la boca se hace agua y se alborota el apetito.  El trujillano adora comer, y mucho, el momento de sentarse a la mesa es muy importante en la vida familiar.

Nuestra gastronomía hace relevancia a su buena calidad, dejando en cada plato una huella para los turistas que no solo reciben la mejor cordialidad que ofrecen sus habitantes, sino también el delicioso sabor de sus comidas, postres y bebidas que son únicos y que dejan en la memoria un bonito recuerdo de esta región difícil de comparar.

 

NI UNA PISCA DE SOSA

 

Los parameros saben de la existencia de la pisca andina desde hace mucho tiempo. Se trata de una sopa caliente que reúne leche, huevo, papa picada en trocitos, cebollín, cilantro, y se sirve con arepa que puede desmenuzarse sobre la sopa para hacerla más gustosa. La pisca regala calorías y mucha energía para poder enfrentar el día y las altas temperaturas en los páramos, además es suculenta.

Una variedad de la pisca muy consumida en Trujillo  es la sopa de pan, se hace ablandando papas, cebolla, aliños verdes,  se le agrega leche líquida, y pan picadito en trozos medianos (de acuerdo a la cantidad de sopa a preparar). se le añade sal al gusto junto a un sofrito.

 

QUE BUEN MONDONGO

 

En Trujillo encontramos abundantes tipos de sopas, pero una de mucha tradición es el mute o mondongo. Espeso, colorido y de cálido y delicioso sabor, es la definición perfecta para este plato de aires españoles, una delicia de los hogares en los fines de semana. Esta sopa se comienza a preparar un día antes cuando habrá de poner en remojo algunos ingredientes como la panza, los garbanzos o el maíz. Es un gran placer culinario, bien sea elaborado en casa o consumido en los restaurantes de los mercados o los locales de cocina tradicional. Se acompaña con limón y su respectivo picantico.

 

LAS ARVEJAS BIEN ESPESAS

 

Los granos tienen un gran significado para los trujillanos, se comen todas las semanas, y en tal sentido, las arvejas gozan de muchos seguidores. Se prepara de consistencia espesa, esta textura hace que la sopa se mantenga caliente durante más tiempo.

 

TRUCHA PERO NO MUCHA

 

La trucha es un ícono turístico de los  andinos, especialmente de Mérida, pero de las cinco principales truchiculturas del país, una está en Boconó, estado Trujillo. Este suculento pez se ofrece en el menú de las zonas más frías, su preparación es diversa: frita, al ajillo, rellena, a la parmesana o a la plancha.

 

PASTELITOS MUY APETECIDOS

 

En Trujillo abundan negocios grandes y pequeños, formales e informales que ofrecen variedad de pasteles hechos con harina de trigo, rellenos con  arroz y carne, pero la diversidad es casi infinita, en su relleno los hay de todas las variedades. Los primeros pastelitos se elaboraron con masa de harina de yuca, apio y batata, pero con la llegada de los españoles al continente, la harina de trigo cambió y facilitó la receta.

Después de la pandemia se produjo un auge en la venta y consumo de pastelitos, este nuevo boom se ha extendido hasta Caracas, donde actualmente proliferan la venta de estas delicias que consideran una perfecta “bala fría” para comenzar el día.

 

GRANDOTES COMO RUEDA DE CAMIÒN

Fotos: Oswaldo Vergara

 

Dentro de la variedad de los pastelitos, hay uno muy característico en la gastronomía valerana, los populares Rueda de Camión, que deben su nombre a su tamaño que es más grande  que el pastelito tradicional y son bordeados por una especia de trenza gruesa que los hace semejantes a un neumático. Los originales eran preparados por la señora Ramona en La Ciénaga, y las familias Montesinos y Cañizales al final de la calle 11 de Valera. En su relleno aparte de guiso de carne de arroz se les agregaba garbanzo y huevo cocido. Se vendían principalmente desde bien temprano en el mercado municipal, pero en la actualidad se expenden en diferentes puntos del centro de la ciudad de las siete colinas.

 

LA AREPA: NUESTRO PAN DE CADA DÍA

 

Arepas hay en  toda Venezuela, la caraqueña es gordita, la coreana es grandota, las larenses son gruesas, pero la arepa andina y en especial la trujillana, es muy delgada. Es la compañera ideal para un sabroso mojo, o se rellena con un buen queso, en los campos se utiliza  mucho la arepa “embutida”, se le dice así cuando se rellena con cuajada. También en nuestros páramos es una rica tradición la preparación de arepas con harinas de trigo, un rico regalo al paladar en el desayuno o cena, acompañada de mantequilla, queso o nata.

La presencia de las arepas en los fogones trujillanos es bien antigua, en un artículo de Rafael Angel Terán Barroeta, él relata que la  tradicional arepa era preparada por nuestros aborígenes Cuicas desde antes de la llegada de Cristóbal Colón, y así lo refirió el conquistador Galeotto Cey en su libro Viaje y Descripción de las Indias 1539-1553.

 

LA QUE MATÓ A LOS PERROS

Foto: Oswaldo Vergara

 

En cuanto a arepas se refiere, en Valera tenemos la más distintiva y muy gustosa, la arepa Mataperro, pese a ese nombre tan desalentador, son divinas  estas arepas fritas rellenas con carne mechada, caraotas, mortadela, queso rallado, cuajada, lechuga, tomate y su toque de mayonesa.

Se dice que en la década de 1970 la costumbre era ver alguna película en el Cine Libertad (por la Plaza Bolívar de Valera) y al salir, saborear un perro caliente en los tantos carritos ubicados en esa zona. Pero un día a un señor se le ocurrió  montar allí su puesto para vender las originales arepas de la forma antes señalada, marcando la diferencia y causando gran sensación, al punto que al poco tiempo ya no quedaban vendedores de perros calientes por los alrededores de la plaza, y es por eso que a estas arepas las nombraron Las Mataperros, y con el transcurrir de los años se hicieron muy famosas y surgieron otros puestos de ventas de estas populares arepas por toda la ciudad.

 

TAN DIVINA COMO UNA CARABINA

 

Pasando Valera rumbo a Timotes, queda Quebrada de Cuevas, el lugar donde elaboran y venden las carabinas o hallaquitas de caraota, que por su tamaño y sabor siempre acompañan al famoso pollo en brasas que sirven por toda esa zona. Envueltas en hojas de plátano son hermanas pequeñas de la hallaca, pero ni tienen el complicadísimo guiso, ni se colorea su masa con onoto (en algunos casos sí). Las caraotas son su único relleno, pero a veces le agregan queso rallado o carne mechada. El sabor que aporta la hoja de plátano sin duda marca la diferencia.

La versión típica de Boconó y de los pueblos del eje panamericano es con caraotas picantes (agregándole ají chirere).

 

¿EL GUISO VA CRUDO O COCIDO?

 

Uno de los platos más representativos no solo de nuestra región sino de toda Venezuela, es la hallaca, que en Trujillo tiene una particularidad y es que el guiso no lleva una precocción con anterioridad, sino que se utiliza crudo, aumentando el tiempo del cocinado a hasta más de dos horas en los grandes leñeros.

Otros detalles muy propios de las hallacas trujillanas es que le añaden papas y zanahorias troceadas de forma diminuta al guiso con la finalidad de hacerlo más sustancioso, también le colocan chayota lo que es un secreto para ablandar la carne, y además como toque especial le agregan garbanzos.

 

EL CURRUCHETE ES DE RECHUPETE

 

Si algún dulce nació para apaciguar el frío ese es el curruchete. Aún cuando su disfrute se originó en los páramos, su sabor fue cautivando a los más exigentes paladares. La historia cuenta que se hace costumbre consumirlo en las vísperas del mes de junio cuando comienzan las lluvias y las nevadas. Se prepara a base de pepelón, queso ahumado y pan rallado. En una olla se coloca una panela con agua y se deja derretir completamente hasta formar un melao espeso. Eventualmente se revuelve con una cuchara de madera. Cuando esté derretida, agregue el queso rallado en grandes cantidades, mientras se sigue batiendo, se le espolvorea el pan, hasta que quede todo unido. Se recomienda consumirlo en días fríos y servirlo en tacitas de postre.

Para algunos estudiosos de nuestra historia, en las distintas oportunidades que el Libertador Simón Bolívar pasó por tierras trujillanas, lo primero que manifestaba es: “¿Y dónde está mi curruchete?”, las mujeres corrían a complacer los deseos del Libertador, quien le dio fama nacional a este dulce que actualmente se prepara en otras regiones del país, pero ningún curruchete  es como el de Trujillo.

 

SE VOLVIÓ MELCOCHA

 

La melcoha es una dulzura de antaño. Su contextura proviene del hervor en agua. Cuando la mezcla está lista se vacía en una piedra o tabla para estirarla hasta blanquearla y darle la forma deseada. En algunos de nuestros pueblos se vende en forma de chupetica.

De los trapiches salen los  deliciosos batidos de papelón, en el que se mezcla la panela con leche y en algunos casos también maní. Hay otros dulces típicos que ya muy poco se ven, como el dulce de zapallo, el de apio con piña, el bocadillo de cidra o de membrillo.

 


 

 

 


 

TESTIMONIO

Harina mojada con huevos, agua, sal, manteca y si se quiere un poco de dulce, eran los ingredientes para la masa de los pastelitos, según lo publicado por Don Tulio Febres Cordero en “Cocina Criolla o Guía para el ama de casa”, en 1899. En cuanto al relleno, se utilizaban partes iguales de carne de res y de marrano, especias, un poco de arroz, garbanzo, huevo y alcaparras.

 

 

 

 


 

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